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Apuntaba Pello Otxandiano que somos un pequeño país en un mundo en llamas. La realidad no parece tener otra interpretación posible: la reconfiguración del mercado ... electoral norteamericano, con una masiva transferencia de voto de clase media y media-baja hacia el Partido Republicano; una guerra territorial con un frente inabarcable en el oriente europeo; el hundimiento del motor económico alemán; tensiones potencialmente catastróficas en el Pacífico; el polvorín de Oriente Medio explotando cada día; una África que se reposiciona a ritmo de golpe de Estado inducido; unas América Central y del Sur sumergidas en procesos de desestabilización crónica; en fin, un hemisferio occidental que pierde fuelle económico, político y cultural ante unas potencias concurrentes cada vez más y mejor alineadas que cuestionan una gobernanza mundial en crisis existencial.
Dadas las circunstancias, el antropólogo francés Emmanuel Todd ha diagnosticado ya la derrota de Occidente, dejando claro que no estaríamos ante una victoria de sus adversarios, sino de una genuina autodestrucción. En esta línea, Jian Shigong, exponente del pensamiento socialista conservador chino, defiende que el imperio mundial que ha creado la civilización occidental ha entrado en una fase de declive terminal debido a sus desigualdades económicas, la decadencia de sus estructuras de gobernanza y el nihilismo derivado del liberalismo cultural.
Las expectativas de nuestra generación, que nos hicimos jóvenes y conscientes de los fenómenos políticos en una fase de expansión y triunfo absoluto del mercado capitalista y del orden liberal mundial, eran significativamente diferentes. Sartori teorizaba sobre una «democracia sin enemigo», Maastricht sellaba la derrota del comunismo burocrático y se nos prometía una etapa de prosperidad y dominio universal ilimitados. Hoy, en medio de la zozobra y la confusión general de nuestras élites y de nosotros mismos, Trump y su decadente era representan una derivada monstruosa de todos estos proyectos fracasados.
El mundo está en llamas y puede que nos termine quemando a nosotros también. Siendo, como somos, un país pequeño, nuestros debates sobre fiscalidad, presupuestos y mayorías parlamentarias parecen banales ante la inmensidad de las amenazas. La era Trump, sin embargo, nos coge confesados: las transformaciones políticas y sociales que vivimos a pequeña escala apuntan en la dirección contraria. ¿Tenemos la capacidad de ser realmente tan resilientes como para librarnos de esta quema general? Puede que la barrera política más relevante de la actualidad se encuentre entre quienes creen que sí y entre quienes creen que no. Los podemos distinguir por las propuestas innovadoras de unos y los enroques conservadores de otros. A esta generación le tocará, por asignación histórica, construir un consenso por lo primero. Antes de que las llamas nos devoren.
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