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En una acción bien planificada, EH Bildu ofrecía hace unos días al PNV y al PSE un acuerdo presupuestario general para el Gobierno vasco y ... las tres diputaciones. La propuesta sonaba a herejía institucional, sobre todo teniendo en cuenta el federalismo histórico, que se remonta a tiempos casi premodernos, por el que se han regido y se rigen los tres territorios que conforman la CAV. Pero, la herejía iba más lejos: un pacto «global» de EH Bildu con el PNV es algo más o menos intuitivo, incluso uno que transcienda la esfera abertzale no es ajeno a la política vasca. Esto ya ocurrió en aquella breve etapa en la que el Estatuto de Gernika «murió» (años 1998-2000) y PNV, EA, izquierda abertzale y Ezker Batua acordaron investiduras multinivel. En el 2016, EH Bildu planteó un esquema que incluía al PNV y a Podemos. Todos los partidos considerados en estos escenarios tenían algo en común: respetaban el derecho a decidir. La novedad, en esta ocasión, y a nadie se le puede escapar, es la incorporación del PSE al triángulo de los pactos.
¿Ha cambiado EH Bildu, por lo tanto, su visión tradicional para plantearse nuevas hipótesis estratégicas? Sí. Con el carril electoral bien encaminado, a lo que en realidad juega es a hacer saltar por los aires el sistema de alianzas vasco. Y ahí, si el aludido Pradales desconfía, el interpelado Andueza se resiste. Ve más peligros que oportunidades en abrir paso a la alternancia. Se limita a disfrutar imaginando en silencio el pánico que al PNV le provocaría una entente entre socialistas y soberanistas de izquierdas. Pero hay más.
PSE y EH Bildu empiezan a compartir un incipiente electorado. En rigor, es EH Bildu el que conquista tímida pero llamativamente esa franja del mercado demoscópico: su retrato robot consistiría en nuevas generaciones de votantes del PSOE que prueban a alternar su voto según la cita electoral moviéndose con naturalidad entre ambas siglas. Pequeño cuantitativamente, casi revolucionario cualitativamente, esta es una potencial palanca de futuros entendimientos y rivalidades. De momento, la táctica de instrumentalizar acuerdos con los socialistas, puesta en marcha en Madrid y en Iruñea, se revela probadamente eficaz para los intereses de la coalición soberanista.
Aunque no reduzcamos todo a esto. La carta ganadora de EH Bildu es naturalizar diferentes combinaciones de alianzas, no aliarse con el PSE para desbancar a los jeltzales. Su escenario ideal final es un mapa de partidos con su sigla en el centro del tablero. Nada que no ambicione toda fuerza con aspiraciones hegemónicas. Por eso, ni debe ni quiere hacer irrelevante al PNV, lo que planea es arrebatarle el centro político para luego pactar también con él desde una posición de fuerza. Porque es así como entiende la idea de la alternancia el actual Pentágono de EH Bildu: no como un cambio de color de gobiernos, sino como un cambio de las reglas de juego. Esa es la herejía definitiva. Conviene tenerlo presente.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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