«Hubo una Iglesia del silencio y otra que se opuso a ETA»
Hablará hoy sobre el Proceso de Burgos y las claves de su último libro, 'ETA, yo te absuelvo',en el Aula de Culturade EL CORREO
La inclusión de dos sacerdotes entre los juzgados en el Proceso de Burgos cambió el rumbo de ETA, según Pedro Ontoso. «El Vaticano renunció a ... lo estipulado por el Concordato de la Santa Sede con el Gobierno, que permitía la realización del juicio a puerta cerrada, y presionó para que hubiera luz y taquígrafos», señala. En su opinión, la medida evitó la liquidación del problema con un puñado de condenas a muerte rápidamente ejecutadas. «Fue la puntilla del franquismo, pero también favoreció la difusión internacional de la causa de aquellos primeros militantes. Además, la repercusión sirvió de banderín de enganche para muchos jóvenes fascinados por los protagonistas y su lucha, caso de 'Pakito', el que fuera jefe de la banda y recientemente liberado».
El periodista y columnista de este diario hablará hoy, a partir de las 19.00 horas, en un encuentro del Aula de Cultura de EL CORREO en colaboración con Ediciones Beta, el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y la Biblioteca Bidebarrieta, sede de la charla. La conferencia abordará ese vínculo y contará con la colaboración del analista político Kepa Aulestia y el historiador Gaizka Fernández Soldevilla. El acto recibe el apoyo de Obra Social 'la Caixa'. No se trató de una circunstancia puntual. «La conciencia política arrancaba en el espacio cristiano, donde había sacerdotes con ideología nacionalista y volcados con la cuestión social, influidos por la Teología de la Liberación», señala el autor de 'ETA, yo te absuelvo', ensayo recientemente editado.
LA CHARLA
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Ponente. Pedro Ontoso, periodista de EL CORREO y escritor. 'ETA, yo te absuelvo' es su última obra.
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Lugar y hora. Hoy en la Biblioteca de Bidebarrieta a las siete de la tarde.
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Con la colaboración: Obra Social 'la Caixa'.
Los seminarios, colegios religiosos y grupos parroquiales de la época se convirtieron en ámbitos propicios para el enrolamiento. «La patria aparece como bien superior y absoluto», explica. «Se establece la creencia de que la lucha armada era compatible con la fe, que la violencia era un arma legítima contra la dictadura y su represión». De ahí el título de la obra. «Cierto militante reveló a un sacerdote sus preocupaciones sobre la culpa por matar y el religioso le aseguró que le absolvería».
Esa fascinación hacia la nueva milicia no sólo alcanzó a la Iglesia, sino que también sedujo y unió a los demócratas contrarios al régimen. «No se puede hacer un juicio monolítico de la institución religiosa, que ha sido plural, pero ese sector comprometido fue suficiente», indica. Y reconoce que en aquel entorno de resistencia y libertad, apoyado por los aires de renovación del Concilio Vaticano II, «pocos vieron el peligro que suponía la banda armada».
«El Vaticano presionó para que hubiera luz y taquígrafos en el Proceso de Burgos, que no fuera a puerta cerrada»
Unos participaban proporcionando coartada moral e infraestructura material, mientras que otros callaban. Ontoso menciona los intentos de calculado equilibrio de la jerarquía eclesiástica, a menudo atrapados entre la crítica al Gobierno y la creciente actividad terrorista. «Era una posición que, a menudo, no contentaba a nadie». La postura de la Iglesia fue variando y alejándose del respaldo acrítico. «El gran pecado fue el desapego hacia las víctimas, llegaron tarde, pero también es cierto que hubo una Iglesia del silencio y otra opuesta a ETA», indica.
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