Hay que quitarse las gafas de la superioridad moral y las que recrean la realidad virtual de un 'trumpismo' castizo para entender la victoria de ... Ayuso y la derrota de la oferta partidista de izquierdas en Madrid. La movilización de los territorios con menos renta y del Sur tampoco deja cabida a la explicación de que han votado más los ricos para defender sus intereses. Las encuestas ya nos advertían de esa transversalidad en la penetración del discurso de Ayuso en todas las capas sociales y en todas las edades. El primer partido de los jóvenes y el primer partido en todos los distritos de Madrid.
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Las victorias de la derecha en Madrid desde 2018 no se explican por la tradicional separación ideológica entre izquierda y derecha. La división no la producen los temas fiscales, económicos o sociales, ni están relacionados con la gestión. Su oferta electoral ha sintonizado con estados de ánimo que representan a muchos madrileños. Primero fue la llegada de las banderas españolas a los barrios obreros, en cuyos bares se simpatizaba más con el 'A por ellos oé' que con la plurinacionalidad. El debate territorial sirvió durante un tiempo para defenderse de la corrupción que colonizaba todos los espacios tanto del partido como del gobierno autonómico.
El último año la sintonía que ha penetrado en los espacios que la izquierda piensa que están reservados solo para sus partidos la ha marcado una pandemia cuya duración ha provocado un estado emocional que algunos definen como fatiga pandémica y que comparten todos los barrios independientemente de su renta. Solo hay que echar una mirada a lo que ocurre a nuestro alrededor cuando se abren los bares y la movilidad en cada una de las sucesivas desescaladas que hemos ido viviendo.
Los gritos que se escuchaban en Génova la noche electoral para celebrar la victoria eran unánimes alrededor de una sola palabra, libertad. Ese fue el lema que utilizó Isabel Díaz Ayuso para la campaña más infantil de los últimos años. No hubo un giro en la campaña como muchos creyeron cuando Pablo Iglesias colocó a la desesperada el marco del fascismo o democracia. La mayoría de la ciudadanía madrileña estaba interpretando su vida en otras claves. La presidenta de la Comunidad de Madrid proporcionó un aire que la ciudadanía necesitaba después de un año de pandemia. Y han aceptado pagar el enorme coste y el riesgo asociado a ese aire conectándolo con la palabra mágica de libertad, una palabra que se puede comprar sin que nadie sienta que está traicionando nada. Otra cosa será la gestión de ese estado de ánimo. La identidad compartida que ha generado la fatiga pandémica se disolverá cuando se complete con éxito el plan de vacunación. Y seguramente aparecerán otros temas más divisivos para su ecléctico electorado en la agenda.
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