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La foto de la memoria viva

La foto de la memoria viva

8- El reencuentro ·

Este periódico reúne dos décadas después a los jóvenes del PP vasco que compartieron imagen con Blanco en Gernika

ELISA LÓPEZ

Lunes, 10 de julio 2017, 06:17

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Es una de las contadas fotos que se han hecho públicas de Miguel Ángel Blanco. En enero de 1996, los jóvenes del PP vasco, entre ellos el concejal de Ermua, se retrataron en la Casa de Juntas de Gernika para reivindicar el Estatuto y unos valores en los que creían y por los que consideraban que merecía la pena luchar. Más de veinte años después, este periódico ha querido reunir en el mismo escenario a buena parte de los protagonistas de aquella estampa. La imagen se repite. Pero, forzosamente, sin Miguel Ángel. Y sin otros a los que no les ha sido posible acudir o que por diferentes motivos ya no están vinculados al partido. No ha sido fácil ponerse de acuerdo para fijar día y hora. Hubo que hacer filigranas para cuadrar agendas. Finalmente, la cita tuvo lugar este jueves a mediodía en la Casa de Juntas, junto al viejo árbol.

Ellas son las primeras en llegar. Cristina Ruiz y Cristina Cotano aparecen juntas. La idea de volver a recordar viejos tiempos, los buenos y los terribles, les remueve por dentro. Hablar de Miguel Ángel no les resulta fácil. Confiesan que se les pone un nudo en la garganta. Al poco aparece Juan Carlos Araniguria, viene expresamente de Madrid para reproducir esa foto ya casi icónica, igual que Luis Hermosa, que llega desde Valencia. Abrazos, saludos y muchas caras sonrientes. Incluso con una pierna y un brazo escayolados, Juan Crespo, recién aterrizado de la capital madrileña, no ha querido perderse el reencuentro con los que fueron colegas de partido. Nadie habla de política. Saben que están en Gernika para rendir homenaje a Miguel Ángel Blanco. «No me cabía en la cabeza que le fueran a matar. Me parecía imposible», rememora Crespo. En este momento entra Íñigo Manrique. Se funde en un abrazo con sus compañeros justo cuando aparecen Borja Sémper y Ramón Gómez Ugalde. Este último recuerda el día de la foto. De la original. Fue especial. «Para muchos, era la primera vez que íbamos a Gernika. Estábamos con ilusión. Éramos jóvenes vascos que apoyábamos el Estatuto. Algunos ya no estaban, como Gregorio Ordóñez, y luego faltaría Miguel Ángel. De esa imagen salieron dirigentes del PP vasco que a día de hoy todavía estamos aquí».

«Que secuestren a alguien poco mayor que tú y anuncien que lo van a asesinar... Pensábamos que no se atreverían. Sabíamos de lo que era capaz ETA, pero no de que llegara a tanto», reflexiona Sémper. Iñaki Oyarzábal y Alfonso Alonso son los últimos en sumarse al grupo. Todos son puntuales. La mayoría viene de Bilbao, de un acto de partido. Forman parte de una generación que sufrió en propia carne el horror y la amenaza del terrorismo de ETA. Rabia, indignación y dolor. Mucho dolor. Son sentimientos que han compartido a lo largo de los años. Cada vez que la banda asesinaba a uno de los suyos. «Y han sido muchos», se duelen. Una generación de verdaderos supervivientes que hoy pueden reencontarse en Gernika para contarlo.

A la una y media del mediodía ya están todos. Tienen muchas cosas que decirse. «Con la muerte de Miguel Ángel se rompió el silencio», asevera rotundo el presidente de los populares vascos. A su juicio, se produjo una «rebelión en la sociedad. A partir de entonces nos sentimos muy acompañados. Ya no estábamos solos». Estas palabras provocan un momento de silencio. Manrique lo rompe. Pone en valor que los que posaban en la foto eran jóvenes «con muchísima ilusión, que apenas sabíamos lo que teníamos que hacer». Aunque -continúa- «las tragedias que nos estaba tocando vivir hicieron que descubriésemos de golpe la cruda realidad. Yo conocí poco a Miguel Ángel. Me pareció una buena persona, tímido y muy educado».

Araniguria le da la razón. «Quién diría que ya han pasado 20 años desde que aquellos cobardes terroristas pusieron fin a la vida de Miguel Ángel». Hermosa, por su parte, apunta que aquellos fueron tiempos muy difíciles, «con violencia en las calles y el desprecio de una gran parte de la sociedad. Dar un paso adelante era muy complicado. A pesar de ser tan jóvenes -yo tenía 20 años-, nos tocó ocupar cargos de responsabilidad, porque no había gente dispuesta a ir en las listas del PP en los ayuntamientos de muchos pueblos vascos». Sémper insiste en que, tras el asesinato, «el dolor y la indignación fueron tan fuertes que permitieron romper algunas barreras del miedo».

La muerte del concejal de Ermua representa para Oyarzábal lo «más horroroso» que ha encarado en su trayectoria política. «Fue un ‘shock’. No llegué a creérmelo. Aquellas 48 horas y toda aquella reacción social supusieron para todos nosotros la certeza de que se abría una etapa de sufrimiento, pero también de que no se podía ceder al chantaje del terror. Y nos dio fuerza para seguir adelante». Cristina Ruiz lo corrobora: «Su asesinato, en lugar de amilanarnos, fue un revulsivo para seguir luchando. Hizo que nos convirtiéramos en vanguardia a la hora de dar un paso adelante».

El fotógrafo coloca a cada uno en el lugar que le corresponde. El mismo de hace 20 años. El hueco que ocupó Miguel Ángel Blanco permanece vacío. Sus compañeros lo dejan libre. Alonso no estuvo en la primera estampa, pero se coloca en el lugar de Antonio Basagoiti, al que le ha sido imposible llegar a tiempo desde México. En el momento de la despedida, nadie tiene prisa. Cristina Cotano dice que Miguel Ángel es un símbolo de libertad y que hay que hacer todo lo posible para no olvidarlo. Alguien propone alargar un poco más este tiempo de reencuentro, que terminará en el restaurante Remenetxe. Y ya sin escoltas.

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