Las instituciones y la mayoría de la sociedad vasca han reaccionado rápido y con contundencia para mostrar su respaldo y solidaridad hacia el joven vitoriano ... que fue agredido por disfrutar de su vida en libertad con unas ideas equivocadas a juicio y sentencia de otros jóvenes intolerantes que se arrogaron el derecho de propiedad de la calle. La introducción del delito de odio en el Código Penal sirve para protegernos como sociedad de valores que rompen la convivencia entre diferentes y para proteger especialmente a los que forman parte de una minoría, como es el caso ahora de los militantes del Partido Popular, que encima hasta muy recientemente tenían que pagar con su vida la defensa de sus ideas.
Publicidad
La polarización afectiva en Euskadi es baja y asimétrica, aunque en los últimos años ha subido el rechazo personal hacia los votantes del Partido Popular arrastrado por el cordón sanitario que la sociedad vasca ha establecido contra Vox. Mientras apenas un 4% de jóvenes entre 18 y 25 años no se tomaría nunca un vino o un café con votantes de los socialistas vascos, de Elkarrekin Podemos o de EH Bildu, este rechazo personal a compartir su mesa sube al 18% si les preguntamos por votantes del Partido Popular. Y los jóvenes se han vuelto más intolerantes con los votantes del PP que sus mayores.
Si analizamos la polarización afectiva por partidos, se visibiliza un problema entre los votantes de la izquierda abertzale y de los populares. Uno de cada tres, de ambos partidos, expresan su rechazo a compartir unos potes con los votantes del otro. La polarización afectiva es baja porque el peso en el discurso público del Partido Popular es muy pequeño, apenas representa ya el 7% del voto en Euskadi, frente al 27% que representa EH Bildu. Precisamente por ser una minoría en Euskadi, los que forman parte de la mayoría deberían de ser contundentes no solo en el rechazo de la violencia y de la agresión sino en la defensa política del partido que ha sufrido la agresión.
No creo que la coalición abertzale justifique ningún tipo de violencia, lo que hace sistemáticamente es negarse a cumplir su papel como alternativa al actual Gobierno vasco. El problema de sus líderes no es ético, es de falta de ambición política para conectar con las posiciones mayoritarias en este país. La lectura del presente con gafas del pasado condena a la formación abertzale a permanecer en una cómoda trinchera ideológica y convierte su aspiración de conseguir un frente amplio en una quimera lejos de su alcance.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión