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En el último Aberri Eguna, el presidente del PNV, Aitor Esteban abrió el melón de la multiculturalidad de la Euskadi actual e incluso aventuró la ... posibilidad de que el próximo líder del Euzkadi buru batzar se apellide «Hassan, Diop o Iriarte». «De lo que no tengo ninguna duda es de que su única patria será Euskadi», abundó Esteban. La hipótesis planteada por el presidente jeltzale abrió la caja de los truenos. El PP le acusó de haber perdido «el rumbo». «Le da igual la 'lege zaharra' que la 'lege sharia'», arremetieron los populares vascos. Internamente, sectores de la militancia enarcaron también las cejas. Pero el mensaje de Esteban pretendía, en realidad, hacer pedagogía sobre el cambio imparable al que se enfrenta una sociedad vasca cada vez más envejecida y sin perspectivas reales de dar la vuelta a las pobres cifras de natalidad. Y alertar ante la militancia sobre la necesidad de atraer a los migrantes a la causa nacionalista.
El episodio es ilustrativo de hasta qué punto el PNV ha interiorizado que la inmigración será uno de los grandes temas de la era que se abrió con la llegada de Esteban al EBB y de Pradales a la Lehendakaritza. Y revela también que, lejos de continuar la estela de sus predecesores en este asunto - con una impronta marcadamente «socialcristiana» en el Gobierno de Urkullu y de centroizquierda en el EBB de Ortuzar- ha decidido modular el mensaje para vincular la inmigración al trabajo y, según fuentes de la cúpula jeltzale, no «rehuir» un debate que «está en la calle». «Obviarlo es dejar espacio a extremismos y populismos. O hablamos nosotros o hablan otros», apuntan, con el espejo de lo sucedido en Cataluña muy presente. La irrupción de Aliança Catalana, la formación xenófoba de la alcaldesa de Ripoll, Silvia Orriols, inquieta las posiciones de Junts y, según el último barómetro de la Generalitat, de marzo pasado, alcanzaría una horquilla de 8-10 escaños en el Parlament en detrimento de los de Puigdemont, que perderían entre seis y nueve.
En esa clave hay que entender el endurecimiento del discurso jeltzale en materia migratoria, que coincide, además, con la decisión de la nueva cúpula de que el fenómeno cuente con un área propia en el EBB. La cuestión migratoria estaba hasta la llegada de Esteban subsumida en el área de Políticas Sociales, mientras que ahora el también portavoz parlamentario en Vitoria, Joseba Díez Antxustegi, asume el área de Política Institucional y la de Migración. El cambio se ha notado. «Suena distinto», admiten fuentes gubernamentales, que recuerdan, en todo caso, que «nosotros en la práctica no podemos hacer nada: la competencia es del Gobierno central, que decide cuántos, cómo y cuándo».
En todo caso, los jeltzales mantienen un tono a todas luces diferente que el lehendakari Pradales dejó patente el pasado jueves en su discurso en el Foro Agenda Atlántica organizado por EL CORREO, en el que marcó un punto de inflexión al diferenciar entre la inmigración «que necesitamos» y «la que estamos recibiendo», para aludir a la necesidad de incorporar a migrantes con formación cualificada para cubrir los puestos de trabajo vacantes que demandan las empresas vascas.
Y ahí está el meollo del remozado discurso del PNV en materia migratoria -que ha abierto un nuevo pulso con el PSE-, con voluntad de poner el acento en dos ideas fuerza: que los migrantes tienen «derechos» pero también «obligaciones» y que su «integración» debe canalizarse siempre a través de la inserción laboral. «A Euskadi se viene a trabajar», abundan en la dirección jeltzale, consciente de que un sector significativo del electorado identifica las políticas sociales y singularmente la RGI con el 'efecto llamada' o una posible desincentivación de la incorporación al mercado de trabajo. De hecho, el enfado con el Gobierno de Pedro Sánchez por identificarles con «la caverna» es mayúsculo porque el PNV recuerda que siempre ha mantenido un «diálogo sincero» con el Gobierno sobre el reglamento de Extranjería, que enmendó para vincular la autorización de residencia con la existencia de un contrato de trabajo. «No hay ningún giro, decimos lo mismo que entonces».
La demanda de que la inmigración que llegue a Euskadi sea «ordenada, regular y segura», en la estela de líderes como el laborista británico Keir Starmer, abundan en el PNV, no está reñida con la doctrina «humanista» del partido. De hecho, el debate está abierto internamente y afiliados de base han hecho llegar al EBB sus reflexiones en dos sentidos: la necesidad de no generar «rechazo» en el electorado así como de que los «nuevos vascos» conozcan «nuestra cultura y larga historia como pueblo libre y soberano». «El humanismo pasa por acoger bien y eso es imposible si no hay una situación ordenada.Es sentido común», argumenta el PNV. En ese contexto se entiende que los jeltzales vuelvan a agitar la bandera del centro de refugiados de Vitoria -hoy preguntarán por el asunto en el Senado- al considerar que sus grandes dimensiones, con 350 plazas, no responden al «modelo vasco de acogida».
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