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Mariano Rajoy.
Más difícil todavía

Más difícil todavía

Rajoy, en manos de los nacionalistas y de C's. Ni estabilidad política ni económica. Europa señalando a nuestra Justicia con el dedo acusador. El prestigio de las universidades, en cuestión. Y la corrupción. ¿Alguien es capaz de empeorar la foto?

Alberto Ayala

Domingo, 8 de abril 2018, 00:30

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Mariano Rajoy es, como saben, un especialista consumado en la inacción. En dejar dormitar los problemas a la espera de mejor ocasión en lugar de hincarles el diente de inmediato. Y por ahora no puede decirse que la estrategia le esté dando malos resultados al presidente del Gobierno y líder del PP.

Pero, ¿el momento actual es uno más? Evidentemente no. Siquiera porque no habían coincidido a la vez tal colección de problemas de una notable envergadura en muchos muchos años.

El cuadro de situación es como para descomponer la sonrisa al político más avezado. Vamos, como para agriar el rostro hasta a nuestro mismísimo presidente del Ejecutivo, especialista en resistir impertérrito ante casi cualquier situación.

Y es que le habíamos prometido a Europa estabilidad política y económica para compensar la escalada de huelgas en Francia contra las reformas liberalizantes de Enmanuel Macron y el endiablado mapa postelectoral italiano que va a convertir en un milagro formar Gobierno. Y ni está garantizada la aprobación de los Presupuestos del Estado ni, por tanto, la continuidad de la legislatura.

Por paradójico que parezca, el futuro de Rajoy, de sus Cuentas y del cuatrienio se encuentra en manos nacionalistas. Exactamente de una doble carambola. De que a los 'indepes' catalanes les dé la gana investir president a un candidato sin problemas que pueda formar de inmediato Govern.

Rajoy acudiría raudo y veloz al Senado para devolver la autonomía a Cataluña. El PNV, entonces sí, accedería primero a negociar y luego a respaldar los Presupuestos del Estado para este año.

La formación de Andoni Ortuzar y del lehendakari Iñigo Urkullu tenía hasta la fecha máximo interés en pactar y garantizar la estabilidad de la legislatura. Por el botín que puedan sacar al PP, es evidente. Pero, además, porque alejaría la sombra de unas elecciones generales anticipadas en las que los Ciudadanos de Albert Rivera -su mayor bicha política desde la irrupción en los años 90 de la extinta Unidad Alavesa de Pablo Mosquera- parecen tener alguna opción de victoria.

Esto era antes del fenomenal estacazo que la Audiencia Territorial del estado federado germano de Schleswig-Holstein propinó el jueves al Estado de Derecho español. Los jueces alemanes, al negar la extradición a España de Carles Puigdemont para ser juzgado por un delito de rebelión, señalaron con el dedo acusador ante los restantes países europeos y ante la opinión pública internacional la actuación del Tribunal Supremo y del Gobierno de España.

Intentar predecir la influencia de este fallo en el conflicto catalán, que la tendrá y no poca, y su afectación a la posición política del PNV es tanto como jugar a las adivinanzas. Lo único evidente es que no ayuda a que Rajoy logre la cuadratura del círculo y a finales de mayo tenga Presupuestos y una legislatura despejada por delante.

Grave deterioro del sistema

Y es que el suma y sigue de la grave crisis que afecta otra vez al sistema institucional español no se detiene ahí. Continua la corrupción, claro. Pero a ello hay que añadir el escándalo que se ha suscitado en torno al máster de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, hasta ahora uno de los candidatos mejor colocados para suceder a Rajoy junto a Ana Pastor, Alberto Núñez Feijóo, María Dolores de Cospedal y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

Por más que Cifuentes se resista a dimitir, la judicialización del caso y el hecho de que el rector de la Universidad Rey Juan Carlos, Javier Ramos, le dejara el viernes sin coartada convierten el final político de la todavía presidenta de los madrileños en una cuestión de tiempo.

Ciudadanos podría rubricar su defunción si apoyara la moción de censura del PSOE que respaldará incondicionalmente Podemos. De momento se niega, como insiste en no pedir la dimisión, para evitar que votantes del PP que estén sopesando respaldarle en próximos comicios no se lo replanteen por ir de la mano de la izquierda. Y porque cada día que el escándalo sigue en el candelero se debilita un poco más ese PP de Rajoy que celebra su convención más triste este fin de semana.

Lo sucedido con ese ovni que es el máster de la señora Cifuentes supone, sí, el enésimo varapalo a la credibilidad de nuestra clase política. Pero, además, daña gravísimamente el prestigio internacional de nuestras universidades. Y eso no es algo que se arregle de un día para otro tan pronto se zanje esta tormenta, sino cuestión de muchos años de hacer las cosas bien.

¿Alguien se ve capaz de empeorar un poco más la situación? Parece ciertamente complicado pero yo que ustedes, visto lo visto, no me lo jugaría todo a esa carta.

Y es que, se solvente como se solvente el futuro inmediato de Cataluña, el problema político seguirá ahí. Y más tarde o más temprano, 'motu proprio' o aconsejados por terceros, deberá asumirse la situación catalana -la real que reflejan las urnas, no la que se inventa el nacionalismo- y buscar una salida.

En ese acuerdo deben estar el PP y los partidos soberanistas catalanes, sí. Pero también los socialistas y Ciudadanos y, por qué no, Podemos.

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