Por qué no darán el paso
Una de las virtudes cinematográficas de 'Patria' es el cambio de perspectiva a lo largo del metraje. En un capítulo se ve al 'Txato' antes ... de que calcinen su empresa o le apunten con una pistola y en otro la zozobra vital y moral de los victimarios antes de cometer el crimen. La magnífica serie de Aitor Gabilondo retrata a la perfección el clima asfixiante, el abrumador pensamiento único, que reinaba en muchos rincones de Euskadi y que empujaba a algunos jóvenes a empuñar las armas. No es una narración maniquea ni simplista. Deja poso, quita el sueño, incita a la reflexión.
Por eso llama la atención la virulencia con la que cualificados dirigentes de la izquierda abertzale la han descalificado, con el argumento de que asume el relato de quienes consideran 'el enemigo'. La arremetida es algo más que un simple desahogo en Twitter. Apenas unos días antes, en el último 'Gudari Eguna', la dirección de Sortu dejó claro que no aceptará un relato «de vencedores y vencidos» y mucho menos que nadie les imponga lo que deben «decir o sentir». Nueve años después del cese definitivo del terrorismo, la batalla del relato está más viva que nunca.
Nadie que conozca este país habrá pensado que Sortu iba a renegar en público de ETA como fenómeno histórico, pero quizás sí que, en su esforzadísima travesía hacia la institucionalización y en nombre de la convivencia en democracia, asumiría como listón el 'matar estuvo mal'. O que no se alentarían recibimientos de etarras jaleados como héroes en la plaza pública. Porque, efectivamente, nadie puede imponer los sentimientos pero sí es posible confinarlos a la esfera privada para no reabrir las heridas de las víctimas. Ni siquiera se les ha pedido que se arrepientan, solo que no hagan alarde de su 'verdad'. Urkullu llegó a exigir a ETA en su día, en una visita a Colombia en pleno desarme de las FARC, un acto público de contrición pero la banda acabó disolviéndose sin pedir perdón a sus víctimas. El consuelo que busca Bittori en la serie con sus cartas al asesino de su marido no llegó nunca.
Como es muy posible que nunca llegue un mensaje claro de la izquierda abertzale sobre la injusticia del daño causado. Y hay varias razones para pensar que no darán nunca ese paso. Por ejemplo, los equilibrios internos con los 'duros' de ese mundo. La misma razón, en el fondo, que lleva a Arnaldo Otegi a mantener desde siempre canales abiertos con el PSOE y a buscar influencia en Madrid: siempre ha creído que puede utilizarla para dar una solución más o menos definitiva al asunto de los presos de ETA. Pero la razón principal es que, en Euskadi y en Madrid, la izquierda abertzale, integrada en EH Bildu, ya está plenamente legitimada como interlocutor político e incluso se le reconoce autoridad moral para vetar a Vox o firmar manifiestos a favor de los derechos humanos y contra los discursos de odio. Lo dice el propio Otegi, en una frase que le atribuye un libro de los periodistas María Llapart y José Enrique Monrosi: «¿Terrorista? Como dice Pepe Mujica, he desarrollado piel de elefante. En este país todo el mundo sabe lo que soy y lo que no. Fuera de aquí ya... se ha construido una imagen sobre mí. Me encantaría ir a Cádiz, por ejemplo. Tengo muchos amigos en Conil. Pero ya sé que no puedo, lo tengo asumido». El precio, asumible, del blanqueo. Y la razón por la que es dudoso confiar en que vaya a pagar alguno más.
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