«La convivencia es posible si están claras las responsabilidades del terrorismo»
Hijo de un comisario asesinado, pide «un esfuerzo colectivo para revelar una verdad que, aunque no pase por los jueces, llegue a formar parte de la memoria»
Fue director de los diarios 'La Stampa' y 'la Repubblica' pero lo que Mario Calabresi sabe del terrorismo le viene de adentro. En 'Salir de la noche', un best seller en Italia, cuenta la historia del asesinato de su padre, un comisario de policía. El Centro Memorial, donde impartió una conferencia la semana pasada, acaba de traducir esa obra al euskera.
- ¿Investigó el caso de su padre con los recursos que tenía a su alcance como periodista?
- Sí, he hecho un trabajo mixto. He escrito un libro compuesto de memorias familiares y, por otro lado, he utilizado un método periodístico de investigación. He analizado los documentos de los tribunales y los sumarios, he investigado en archivos y he leído los periódicos de los años 70. Es un compendio de todo eso.
- ¿Qué ha descubierto que su familia no supiera?
- (Piensa un rato) Lo que más me ha afectado de lo que descubrí es la soledad que vivieron las víctimas durante muchos años. Fueron olvidadas completamente.
- Su madre decía que «la memoria debe tener piernas». ¿Qué significa eso?
- Sí. Mi madre nos enseñó que la memoria no implica quedarse atascado en el pasado, congelado en ese hecho. No se puede vivir con la cabeza girada 180 grados al pasado y recordar sólo el día del atentado. La memoria debe ser una forma de caminar y avanzar. Llevar esa historia adelante con uno.
- Dirigió 'La Stampa' y 'la Repubblica'. ¿Cómo valora el papel que han jugado los medios ante el terrorismo?
- Los medios italianos no hemos hecho bien nuestro trabajo. Los diarios han estado demasiado interesados en escuchar la voz, el relato y la historia de los terroristas. Ha tenido que pasar mucho tiempo para que se ocupen de la historia de las víctimas. Mi libro ha abierto un debate, también en el mundo periodístico, sobre cómo lo contamos.
- ¿Cree que también en España hemos escuchado más a los asesinos que a las víctimas?
- No soy un experto en la historia del terrorismo español pero es lo que pienso por todas las personas con las que he hablado y por lo que he visto. Queda mucho trabajo por hacer. La semana pasada conocí en Vitoria a Ángel Altuna, que todavía no sabe quién asesinó a su padre. Hace falta un esfuerzo colectivo para revelar una verdad que, aunque no pase por los tribunales, llegue a formar parte de la memoria.
- ¿La sociedad italiana tiene un relato compartido sobre lo que sucedió con el terrorismo?
- No es compartido del todo, todavía, pero mucho más que hace unos años. Hay aún una pequeña parte de izquierdas que, no es que justifique, pero todavía sí que comprende y minimiza esa violencia. También sucede que en el Gobierno está la derecha de Giorgia Meloni que sigue sin hablar de las bombas y los atentados de la derecha.
- En Euskadi hablamos mucho del término «convivencia» y a veces se plantea como si requiriera un borrado de parte de lo que sucedió.
- La convivencia es posible si hay justicia y verdad. Cuando es tarde para la justicia, al menos que haya verdad. La reconciliación es posible cuando las responsabilidades están claras. Si se pasa página sin que se revele la verdad, es una mala base para el futuro.
- ¿En Italia se ha logrado eso?
- Se ha hecho mucho trabajo tanto por parte de los jueces como de los historiadores, algunos de ellos muy valientes, y gracias a los presidentes de la República. Por supuesto que el trabajo no ha sido perfecto pero se ha hecho un esfuerzo.
Encuentros con asesinos
- Tiene relación con Luca, el hijo de Adriano Sofri, condenado por la muerte de su padre. ¿Cómo se llegó a ese primer encuentro?
- Habíamos coincidido alguna vez y él dio un paso muy valiente y me invitó a un festival que organizaba. Luego hemos estado juntos en muchos debates y presentaciones de libros. No hablamos nunca de nuestros padres. Yo creo que es posible una relación porque los hijos no tienen ninguna responsabilidad en lo que hicieron sus padres. Y es posible también porque en Italia ha habido verdad y justicia; sin ellas yo no podría tener una relación con él.
- ¿Cree en la justicia restaurativa, en los encuentros directos entre víctimas y victimarios?
- Es un buen método pero no funciona para todo el mundo. Las personas no siempre están preparadas.
- ¿En su caso?
- Se condenó a cuatro personas. Una de ellas conducía el coche donde iba el asesino. Este hombre escribió a mi madre pidiéndole perdón y ella le visitó hace tres años. Mi madre quedó en paz con aquello. El asesino nunca ha hecho declaraciones. Sofri, que lo organizó, siempre ha negado su responsabilidad -aunque fue condenado-. Es imposible ninguna relación con él. La cuarta persona escapó a Francia y está huido. Me buscó y nos vimos. Esa charla la dejo para mí, es privada, pero me respondió a preguntas y detalles que necesitaba saber. Para mi familia, eso fue muy importante.
- ¿Uno deja alguna vez de ser un asesino? ¿Al cumplir condena? ¿Al arrepentirse?
- Sí. Estoy convencido de lo que dice mi madre: Nadie puede ser considerado sólo por el acto más terrible que ha cometido en su vida. Mi madre necesitaba saber que incluso los asesinos de su marido fueron buenos padres o buenos amigos de sus amigos. Que no son sólo asesinos.
- ¿Por qué cree que 'Salir de la noche' se ha convertido en un best seller en Italia?
-Nadie lo esperaba. La editorial Mondadori había impreso cinco mil copias y se vendieron en dos años 500.000. Creo que en Italia las personas tenían la necesidad de entender esos años. No desde un punto de visto político o ideológico, sino de entender ese tiempo que vivieron desde un punto de vista humano, de manera diferente.
- ¿Cómo se puede llegar a quienes no lo vivieron, a los jóvenes?
- Hay que contar la historias de las personas que han sido víctimas del terrorismo. Narrar quiénes eran, qué hacían, sus historias personales. Y explicar a los jóvenes que, cuando el discurso político se transforma en violencia, cualquier posibilidad de mejora de la sociedad se pierde. Y se crea sólo destrucción y dolor.