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El PNV confirmó este jueves que no irá de la mano del PDeCAT a las elecciones europeas del próximo 26 de mayo. Como estaba cantado, los jeltzales y los exconvergentes ponen así punto final a una alianza estratégica que hunde sus raíces dos décadas atrás, en la Declaración de Barcelona de 1998 -aunque no se formalizó hasta 2004- y que ahora ha quedado hecha añicos por el triunfo de Carles Puigdemont y sus fieles sobre los posibilistas en el descarnado pulso interno que se ha librado en el espacio político de la antigua Convergència, de la que poco o nada queda ya. «Lo que ha pasado, en resumen, es que el partido que representaba en Cataluña una sensibilidad parecida a la nuestra ya no existe», apunta un cargo jeltzale.
El golpe de mano del expresident huido en Waterloo, que encabezará la lista a la Eurocámara de JxCat, alejó sin remedio cualquier posibilidad de reeditar la coalición. Una apuesta radical que habría lastrado enormemente las expectativas del PNV en las municipales y forales, que se celebran el mismo día, y cuestionado la credibilidad de su mensaje de estabilidad que tampoco convencía a un PDeCAT volcado, como recordó este jueves, en «la internacionalización del conflicto catalán y la denuncia de la represión».
El PNV justifica el final de esa entente histórica por la decisión del partido presidido por David Bonvehí de concurrir a los comicios europeos con una apuesta «neta y exclusivamente catalanista», que, según apuntó Andoni Ortuzar en Bruselas, es «lógica y coherente» con la «evolución» del 'procés'. Aún así, como adelantó este periódico, Ortuzar y Bonvehí han pactado evitar una ruptura traumática entre dos formaciones a las que unen «décadas de relación y fraternidad política». En esa línea, el PNV anunció que «en los próximos días» ambas fuerzas «formalizarán» un «acuerdo de colaboración institucional postelectoral».
Un salto, ironizan algunos en el partido, del matrimonio de conveniencia a una relación abierta que, en todo caso, se concretará en los próximos días en un documento pactado entre ambos formaciones que rescatará el espíritu de Galeusca de cooperación entre las «naciones sin Estado». Según explicó Ortuzar, el PNV quiere seguir manteniendo una relación «privilegiada» con los neoconvergentes para reivindicar juntos la «plurinacionalidad» del Estado y defender que ambas «naciones» tengan voz propia en Europa y puedan articular un «encaje» distinto en el Estado. El PDeCAT apuntó también su intención de seguir contando con el PNV «como aliado en las instituciones españolas».
Los jeltzales salvan así la cara ante el 'aparato' guipuzcoano, fuertemente identificado con la causa catalana, un sector de sus bases y su potencial electorado más soberanista y mantienen sobre el papel, a la espera de tiempos mejores, una simbiosis que nunca se ha traducido en una unidad real de acción más allá de las listas para Europa, donde ni siquiera compartían el mismo grupo. La alianza definitiva será con Coalición Canaria y Compromiso por Galicia, con quienes las conversaciones están ya «muy avanzadas».
La decisión de articular algún tipo de colaboración posterior al 26-M se cerró este jueves mismo por la mañana en una conversación telefónica entre Ortuzar y Bonvehí, un fleco que impidió al EBB anunciar el miércoles una decisión que estaba tomada prácticamente desde el mismo momento que Puigdemont logró imponerse como cabeza de cartel. El propio expresident taponó cualquier resquicio al insinuar que el lehendakari Urkullu mintió en el juicio del 'procés'. No obstante, Ortuzar evitó cargar las tintas en la figura de Puigdemont e insistió en que no ha habido divorcio sino una decisión «conjunta» fruto de las circunstancias. En el limbo quedan, con esta solución intermedia, los baldíos esfuerzos de los posibilistas derrotados por Puigdemont de escenificar de alguna manera su alineamiento con la línea moderada que representa el PNV.
El líder del EBB también se mostró convencido de que el PNV logrará revalidar su escaño en Bruselas y que Izaskun Bilbao seguirá pagando «el alquiler» en la capital belga. Según los cálculos jeltzales, el listón para obtener representación está en alrededor de 320.000 votos. En Sabin Etxea están convencidos de que el efecto arrastre de las municipales y forales les elevará por encima de las 400.000 papeletas.
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