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Capítulo. 5: Los secuestradores

Capítulo. 5: Los secuestradores

Los etarras que retuvieron al funcionario dependían directamente de la cúpula de ETA. Antes habían raptado a Julio Iglesias Zamora y habían matado a tres agentes de la Guardia Civil

óscar b. de otálora

Lunes, 3 de julio 2017, 16:55

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os cuatro secuestradores de Ortega Lara eran el equipo especial de ETA. Un grupo secreto dentro la banda, opaco incluso para otros terroristas, y que dependía en exclusiva de la cúpula. Eran los verdugos de confianza de los jefes de los terroristas hasta que fueron detenidos el 1 de julio de 1997.

Veinte años después de su arresto en la operación que permitió liberar a José Antonio Ortega Lara, tres de ellos cumplen condenas en prisión y el cuarto, Josu Uribetxeberria Bolinaga, falleció hace dos años, tras haber conseguido una polémica excarcelación en 2012 por padecer un cáncer. Los tres presos tienen ya más de sesenta años –fueron detenidos en la cuarentena– pero siempre se han mantenido en la ortodoxia más dura de la organización. Uno de ellos, José Miguel Gaztelu, cumple condena en la prisión de Botafuego, en Algeciras, en la que se encarcela a aquellos internos con mal comportamiento.

Los otros dos secuestradores se encuentran en Topas (Salamanca) –en el caso de Xabier Ugarte– y Herrera (Ciudad Real), donde purga su condena José Luis Erostegi. Cada uno de los miembros del comando fue sentenciado a un total de 224 años de prisión: 178 por el asesinato de tres guardias civiles, en 1987; 14 por el secuestro del empresario Julio Iglesias Zamora en 1993 y 32 por el de Ortega Lara.

Comenzaron su actividad en ETA en los 80, cuando la banda creía que podía doblegar al Gobierno con masacres indiscriminadas y atentados mortales contra militares y miembros de las fuerzas de seguridad y el Ejército. Los secuestradores de Ortega cometieron en 1987 el asesinato de tres guardias civiles en la localidad guipuzcoana de Oñati mediante una bomba que estalló al paso del vehículo policial. Ese mismo año, la banda perpetró las matanzas de Hipercor, en la que murieron 21 personas, y de la casa cuartel de Zaragoza, en la que se produjeron 11 muertes, entre ellas, las de cinco niños.

La banda confiaba en que su brutal campaña previa a las conversaciones de Argel de 1989, en las que ETA dialogó con enviados del Gobierno de Felipe González, les iba a permitir conseguir sus objetivos. Pero al fracasar estos contactos, la organización entró en una crisis interna, favorecida por la detención de activistas en Francia. En el seno de ETA se produjeron las primeras disensiones.

Uribetexeberria Bolinaga, tras ser encarcelado por una enfermedad incurable.
Uribetexeberria Bolinaga, tras ser encarcelado por una enfermedad incurable.

Pero los cuatro etarras que más tarde secuestrarían a Ortega Lara cumplieron sin rechistar las órdenes de la organización. El jefe militar de la banda en ese momento –Julián Atxurra Egurola, 'Pototo'– les encargó que construyesen un zulo para llevar a cabo secuestros del que solo debían dar cuenta a la cúpula etarra.

Los cuatro terroristas eran en ese momento 'legales' –no fichados por las fuerzas de seguridad– y realizaban una vida normal en la localidad guipuzcoana de Mondragón. El asesinato de los tres guardias civiles que habían perpetrado no había sido resuelto y su rastro no aparecía en ninguna de las investigaciones emprendidas sobre el atentado. Solo el arresto de los cuatro permitiría esclarecer este crimen, diez años después de que lo cometiesen.

Con 25 millones de pesetas (150.000 euros) que les hizo llegar ETA alquilaron un pabellón en el pueblo. En su interior excavaron un gran agujero y allí introdujeron una caseta metálica de obras. Esa sería su cárcel para los secuestrados. Además, fabricaron un 'zulo móvil' para trasladar a sus víctimas. Este dispositivo consistía en una gran máquina que transportaban en un camión. El aparato estaba hueco y en su interior se podía encerrar a una persona. Si hubieran sido detenidos en un control, lo único que habrían visto los agentes era maquinaria pesada. Y quienes conducían el camión estaban 'limpios'. Se podían mover fuera del radar de la Policía.

En el pabellón alquilado de Mondragón abrieron una empresa –Jalgi CB– que les serviría de tapadera. Su vida era gris y discreta. Uribetxeberria Bolinaga había trabajado en una firma de tuberías hasta dedicarse en exclusiva al comando de secuestros. Erostegi estuvo contratado en una industria de la zona y llegó a regentar en el pueblo una degustación que quebró. En 1993 estaba a sueldo de ETA. Tanto Uribetxeberria como Erostegi estaban solteros. José Miguel Gaztelu, casado y con dos hijos, era empleado de mantenimiento en la factoría Fagor de Mondragón. Xabier Ugarte, casado con una profesora, trabajaba en la misma localidad.

En 1993 iniciaron su actividad con el secuestro del ingeniero guipuzcoano Julio Iglesias Zamora, a quien retuvieron durante 116 días hasta que la familia pagó el rescate. En 1996 recibieron la orden de secuestrar a un funcionario de prisiones y eligieron a Ortega Lara porque les pareció la víctima más fácil. El 17 de enero se hicieron con él y le condujeron al infierno.

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