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En busca de 60 víctimas de la Guerra Civil enterradas en el cementerio de Begoña
Un equipo de arqueólogos de Aranzadi, con el apoyo del Instituto Gogora y el Ayuntamiento, comienzan la exhumación de civiles muertos en bombardeos y de combatientes del frente
Fernanda La Hera tiene 84 años y este sábado asistió «muy emocionada» al arranque de la exhumación de 60 cuerpos de víctimas de la Guerra ... Civil que fueron enterrados en el cementerio de Begoña. Su padre murió en 1937 poco antes de que Bilbao cayera en manos de los nacionales. «Nunca supe qué día murió, dónde lo mataron, ni dónde lo enterraron. Un tío mío pasó mucho tiempo intentando buscar datos pero no lo pude saber. Mi abuela fue incluso a donde unas adivinas, pero nada. Cayó enferma y murió muy joven».
Esta misma semana recibió una de esas llamadas que a uno le cambian la vida. Un técnico de Gogora le contó, tras una exhaustiva investigación, que su padre murió en la batalla de Artxanda el 14 de junio de 1937 y que fue enterrado en el cementerio de Begoña, según consta en el registro civil de Sopuerta, aunque su nombre no aparece en los libros del cementerio. Son habituales esas discordancias en tiempos de guerra. «Me emocioné muchísimo cuando me lo dijeron. Estaba a punto de sentarme en el sofá a echar la cabezada. Qué nervios y qué ilusión. Se me revolvió el estómago», cuenta.
Le explicaron que este fin de semana empezaban las exhumaciones en dos zonas del camposanto pero que había muy pocas posibilidades de que apareciera en los primeros días. Aún así, ella quiso acudir ayer con su nieto. Bajo la lluvia y en medio del lodazal, detallaba las fechas para cualquiera que le preguntase. «Mi padre, Fernando La Hera, murió con 25 años el 14 de junio de 1937 y yo nací en septiembre de ese año en Arcentales. Está aquí enterrado, aunque todavía no sepamos dónde. Tengo esperanza». Hace dos años dejó una muestra de su ADN que servirá para cotejarla con los restos que se exhumen. La directora de Gogora, Aintzane Ezenarro, pidió «a las familias que crean que sus allegados pueden estar enterrados en el cementerio de Begoña que se dirijan a Gogora».
Fernanda no dejaba de dar las gracias a todos los que le han ayudado. El Instituto Gogora, el equipo de arqueólogos de la Sociedad Aranzadi, el Ayuntamiento de Bilbao y el Gobierno vasco están detrás de esta exhumación que arrancó ayer y que aspira a recuperar los restos de 60 víctimas de la Guerra Civil, entre civiles y combatientes. «Los cuerpos llegaban aquí de los frentes cercanos y también de bombardeos. Están dentro del cementerio de Begoña en una zona llamada Santa Teresa, con dos espacios, uno a la entrada y otro al fondo del cementerio, cerca de la morgue. Tenemos aquí 14 individuos localizados de la guerra», explicó el coordinador del proyecto, Anartz Ormaza, de Aranzadi.
Una medalla religiosa
Ayer, la cosa empezó bien. «Tenemos expuestos cinco esqueletos -sobre la tierra pero a la vista- y dos de ellos son de la guerra». Son los primeros que exhumarán. Sobre estos hay documentación referente a su identidad en el registro cementerial pero habrá que comprobar si coincide la edad y el género. Entre los cuerpos de los milicianos apareció una medalla religiosa de la virgen María con el niño.
Hasta el cementerio, cerrado en 2003 y que será convertido en parque cuando concluyan las exhumaciones, se acercó la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno vasco, Beatriz Artolazabal, y el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto. Artolazabal refrendó «el compromiso» del Ejecutivo con la memoria histórica para restituir la dignidad de las personas que perdieron la vida luchando por la democracia». Aburto, por su parte, agradeció «el minucioso y siempre respetuoso trabajo» de exhumación y «recordó que «se mantiene encendida la luz que hemos instalado a la puerta del cementerio para homenajear a los que fueron enterrados aquí. Luce con fuerza por las víctimas de la Guerra Civil, por su recuerdo, memoria y dignidad».
Si los restos de Fernando La Hera aparecen, su hija sabe muy bien lo que hará. «Incinerar y llevarlo a Otxaran, a Malabrigo, que es donde nació y vivió». Buscará un lugar especial y luego, a sus 84 años, «iré a poner una flor allí». Cerrará una herida que lleva en su piel desde antes de nacer.
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