Aquella familia había sufrido el desgarro del terrorismo en sus propias carnes, por ello se sobrecogió cuando se dio de bruces con la manifestación. Se ... coreaban los consabidos gritos de «presoak etxera, amnistía osoa». La niña preguntó quiénes eran y por qué gritaban. Le contaron que eran familiares de presos de ETA que pedían estar más cerca de ellos. Ella, tras un momento de duda, respondió: «Yo creía que sus papás estarían muy enfadados con ellos por haber matado al abuelito».
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Pocos en el mundo que rodea al colectivo de familiares de presos parecen haberse planteado la misma pregunta que esta niña. Estoy convencido de que lo hacen al confrontarse con su conciencia en la intimidad, pero con respecto a hacerla pública no abundan los ejemplos. Casos como el de Iñaki Arcelus, padre de Bakartxo, la primera militante de ETA muerta en un enfrentamiento en 1986; el de la madre de un etarra que estuvo llorando en la capilla ardiente de Jaime Arrese, asesinado en 1980, o el de los padres de Oskar Barreras (asesino del policía José Andrés Sanperio en 1997), quienes pidieron perdón a la familia del fallecido, son de los pocos que han sido documentados. Lucía Etxenike en su libro 'Aves del paraíso', habla de ello. En el texto, magnífico, un padre se rebela contra esta ausencia de reproche y decide que él va a ser la voz de la conciencia de su propio hijo terrorista.
«Traes hijos al mundo… las enfermeras se llevaron al niño para lavarlo, no él. Después otros se lo llevaron para volver a cubrirlo de sangre. No él. Se alegra de que Igor esté preso. Por lo menos ahora sabe dónde está y lo que hace. No más sangre. La autorización de visita es para dentro de dos días. Es un largo viaje, pero tiene tiempo de sobra…
- ¿A esto has venido?
- Sobre todo a decirte que estoy avergonzado por lo que has hecho.
- He hecho lo que tenía que hacer.
- Voy a visitarte cada mes para decírtelo.
- Tú mismo.
- Para repetirte que estoy avergonzado por lo que has hecho. Porque soy tu padre y tenía que haberte enseñado otra cosa, muchas otras cosas. A defender la vida. La tuya y la de cualquiera.
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- He hecho lo que tenía que hacer. Haz lo que te parezca.
- Para decirte que estoy avergonzado, que la vergüenza es sólo de uno, y para que te avergüences tú también por lo que has hecho.
- He hecho lo que tenía que hacer».
Difícil respuesta a tan dolorosa pregunta. Miles de personas no desean verse interpeladas por preguntas como ésta, prefieren «avanzar en la resolución del conflicto» sin preguntarse por su responsabilidad en la crianza de la prole, de las amistades, de la vecindad, del alumnado o de la feligresía. Deseo un futuro de reconciliación para mi tierra, deseo que la política penitenciaria se humanice, deseo que las familias de los presos terroristas no deban recorrer miles de kilómetros, pero un año más, el sábado no pude estar en esa manifestación porque sigo observando en ella, a pesar de que se muestre «solidaridad y comprensión» hacia las víctimas, la ausencia de un impulso que considero esencial: el reproche al victimario.
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