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Imagen polical de 'Anboto' en los años 80, cuando comenzó a militar en ETA.

'Angel de la Guarda', el caserío en el que un etarra pidió la mano de 'Anboto'

Las autoridades están permitiendo a la exjefa de ETA que visite a su madre en la residencia de la familia en Escoriatza

Viernes, 12 de julio 2024, 00:01

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Soledad Iparragirre está disfrutando de permisos extraordinarios por parte del Gobierno vasco para cuidar a su madre en el caserío de la familia, en la localidad guipuzcoana de Escoriatza. Este domicilio fue clave en la historia de ETA y marcó la vida de 'Anboto' como terrorista. El caserío se llama 'Ángel de la Guarda' (Aingeruguarda, en euskera). En los años 80 fue uno de los centros neurálgicos de ETA, ya que allí se guardaba parte de uno de los mayores arsenales de la historia de la banda. En julio de 1980, un comando se hizo con 8 toneladas de goma-2 en un asalto al polvorín de Soto de la Marina, en Cantabria. Más de tres toneladas se ocultaron en un zulo excavado en la cuadra del caserío 'Angel de la Guarda'. El dueño del inmueble era Santiago Iparragirre, padre de 'Anboto'.

Pero el lugar también servía, al menos desde 1974, como escondite para los terroristas que pasaban a España a cometer atentados, en especial, para los miembros del 'comando Araba'. Los etarras pasaban largas temporadas ocultos en 'Ángel de la Guarda' y uno de ellos, José Manuel Aristimuño, 'Pana', se enamoró de la hija del dueño. Este asesino, que ya había matado al menos a cinco personas a sangre fría en Álava, pidió permiso a Santiago Iparragirre para salir con su hija Soledad. Le fue concedido.

Catorce asesinatos

Aristimuño, que se convirtió en novio de 'Anboto', murió en un enfrentamiento con agentes de la Policía en marzo de 1981, en un tiroteo registrado en el céntrico parque de La Florida de la capital alavesa. Cinco días después, la Policía Nacional entraba en 'Aingeruguarda' y detenía a 'Anboto' y sus dos hermanas, así como a su madre. El padre huyó y consiguió esconderse en Francia. Tras ser puesta en libertad, Soledad Iparragirre le siguió, cruzó la frontera y se integró en ETA.

En 1985 ya era una pistolera del 'comando Araba', el mismo en el que había militado su novio muerto. Así inició una carrera criminal en la que se le imputan más de catorce asesinatos. Llegó a estar integrada en el 'comando Madrid' y en 1994 ya era la jefa de los comandos de la banda.

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