Vestida de blanco, Leonor de Borbón compareció en las Cortes Generales para jurar lealtad eterna a la Carta Magna al arribar a su mayoría de ... edad, como estaba previsto, en un acto institucional y protocolario pensado y medido al milímetro, construido sobre la línea argumental de que la pervivencia y la unidad de España descansan en buenas manos. Las de una Monarquía cuyo relevo está garantizado, con la atractiva novedad -muy acorde a las sensibilidades del momento- de que, por primera vez desde el reinado de Isabel II en la primera restauración, la línea sucesoria de los Borbones admite que sea una mujer quien se ciña la Corona llegado su turno de reinar. Y si esa mujer es además una joven de belleza angelical, educada para cumplir con sus responsabilidades dinásticas, ¿para qué quieres más?
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Como se observaba en uno de los tantos artículos periodísticos que han inspirado sus últimas y numerosas apariciones públicas, la exaltación monárquica ante el juramento de Leonor vivida estos días dista mucho del tenso estado general de opinión durante la ceremonia de coronación de su padre, Felipe VI, que discurrió «con sobriedad y austeridad espartanas, casi con indiferencia», debido al desgaste que sufría la imagen de la máxima jefatura del Estado tras numerosos escándalos de propios y allegados vinculados, entre otros asuntos, con la corrupción, que llevaron a la abdicación de Juan Carlos I, el patriarca y ya para sus restos «rey emérito» gracias a un alarde de creatividad del Gobierno de Mariano Rajoy.
«En el día de su ascenso al trono, a Felipe VI se le brindaban más exigencias que halagos», recordaban las crónicas de aquel momento en el que la popularidad de la Casa Real se hallaba bajo mínimos. Pero se ve que eso ya pasó y buena parte de las instituciones y los medios han decidido remar nuevamente a favor de obra, para elevar a la Princesa de Asturias, en su mayoría de edad, a los altares de la adoración pública, en una estentórea demostración de que la Monarquía no solo ya no está en crisis, sino que se trata de una institución robusta y renovada, que además ahora dispone de una llave maestra para conectar con las nuevas generaciones.
Desde hace nueve años se viene desarrollando una estrategia de marketing institucional y político bien pensada y ejecutada para devolver la dignidad institucional perdida a la Casa Real y Leonor es la culminación exitosa de ese proceso. El Ave Fénix de una familia que ha tenido que purgar lo suyo intentando redimirse de la falta de ejemplaridad de algunos de sus miembros y, finalmente, se presenta con bríos renovados. Acaso como el único pilar que permanece incólume de un Estado en peligro de demolición, según una narrativa políticamente nada inocente, a la que podrían sumarse las palabras del propio Felipe VI, quien no dudaba en advertirle a la clase política ausente y presente el martes en el hemiciclo, que aunque la Constitución consagra un sistema de libertades que permite el disenso al respecto, «la Corona simboliza la unidad y la permanencia de España».
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