El foro de encuentro no podía tener un título más atinado: «Objetivo Actualidad», ni el personaje en cuestión podía generar mayor expectación por su indiscutible ... protagonismo en el dilema que tiene en 'veremos' la gobernabilidad de España. Salvador Illa, quien dirige hoy los destinos del socialismo catalán, pasó por Euskadi a invitación de EL CORREO y de Petronor, S.A. y quiso reconocer, en primer término, «la cultura y el oficio político» que, a su juicio, ha permitido a la sociedad vasca «pasar página de momentos oscuros» para superar el conflicto que la desangraba y establecer nuevos lazos de convivencia pacífica. Altura de miras que reclamó para el resto de la clase política española y que se traduce en «trabajo, prudencia y discreción» para debatir «con educación», con quien no piensa como tú, en aras de procurar la mayor estabilidad dentro de un ecosistema global cambiante e incierto.
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Fiel a su imagen de político moderado y cuidadoso de las formas, el líder del PSC pronunció un discurso cauto, como quien anda pisando huevos para no quebrar la vajilla de porcelana fina que tiene entre manos, que es en lo que se ha convertido el proceso de negociación entre el PSOE y los independentistas catalanes al objeto de reinvestir a Pedro Sánchez. Y aunque se cuidó de dar pocas pistas que permitan aventurar el futuro inmediato, quiso dejar algunos recados, como cuando habló de saber leer el mandato de la sociedad expresado en las urnas (aludiendo al retroceso del independentismo catalán en las últimas citas electorales) y de apostar por «una política útil» que es la que, a su juicio, «no se basa en sueños imposibles ni dibuja utopías para dentro de 30 ó 40 años, sino la que ofrece soluciones reales a los problemas que preocupan hoy a los ciudadanos», pero también la que reconoce que España es plural y diversa y entiende que «la política son acuerdos y que la incapacidad de llegar a ellos penaliza».
Para Illa, «la gente quiere políticos racionales y prudentes», cuyas acciones se basen en el «principio de realidad y de legalidad» y no charlatanes que le vendan pócimas curalotodo.
Aunque quizá lo más interesante de su disertación fue cuando se refirió a Europa, a la que concibe como un marco en transformación, en este momento inestable pero indispensable para la defensa de nuestro modelo de vida y de bienestar, que no está garantizado. Lo que, en su opinión, obligará a «una reformulación de la gobernanza europea en clave federal, donde cada cual tendrá una capacidad de influencia acorde al peso que tenga». Una formulación que bien podría valer también para resolver el problema del (des)encaje territorial de las naciones y regiones que integran el Estado español, aunque eso no llegó a decirlo. Ni siquiera dio por buena la extensión de un sistema similar al Concierto Económico para Cataluña que lo que tiene que hacer en su opinión es «entender que su problema es entre catalanes y no con España», lo que nos sitúa de nuevo en la casilla de salida.
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