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Incapaz de deshojar por sí mismo la margarita, Andoni Ortuzar deja la decisión de seguir siendo presidente de la ejecutiva de su partido aparentemente en ... manos de la militancia del PNV, a la que se dirige en una misiva que, en realidad, es casi la confirmación de su voluntad de continuar en el cargo. Y es, también, su primer acto de campaña para optar a la reelección (en el improbable supuesto de que llegara a presentarse alguna candidatura alternativa), desde que advierte en su escrito de que «la gran pregunta» a responder es si, tras la profunda renovación que el PNV ha vivido en los dos últimos años, ésta debe ser total y llegar también a la presidencia del EBB; o si puede ser muy arriesgado cambiarlo todo al mismo tiempo y lo que conviene ahora al PNV es una combinación de renovación y continuidad.
Nada que no fuera previsible, si se recuerdan aquellas declaraciones que hizo hace un mes anunciando que el 50% de la decisión sobre su futuro dependería de las opiniones que escuchara dentro del partido, donde el criterio al respecto sigue estando muy dividido, pese a la impresión unánime de que la situación es crítica.
Con una imagen de marca desgastada por la prolongada acción de gobierno y los vicios propios de ejercer el poder hegemónico durante más de 40 años, electoralmente debilitado tras las últimas citas electorales y con los de Arnaldo Otegi pisándole los talones en progresión ascendente hacia Lehendakaritza, que el PNV anda necesitado de una puesta al día es algo que el propio Ortuzar ha reconocido y ha venido pregonando desde que defendiera la necesidad de renovar las candidaturas de la formación jeltzale, tanto en los comicios municipales y forales, como en las últimas elecciones autonómicas, en las que EH Bildu a punto estuvo de consumar el temido 'sorpasso', quedando empatados a 27 escaños.
Ortuzar dictaminó entonces que la generación a la que él e Iñigo Urkullu pertenecen debía ceder el testigo a aspirantes más jóvenes, como el actual lehendakari, Imanol Pradales, a fin de que una nueva generación se haga cargo de su intendencia en la siguiente década. La posterior renovación de las organizaciones territoriales parecía confirmar dicho objetivo, poniendo al frente de las mismas a jelkides rayanos en la cuarentena, pero disciplinadamente alineados con la estrategia marcada desde Sabin Etxea. Lo que desalentó a los sectores más críticos que vienen reclamando que se necesita algo más que una mano de chapa y pintura para que el PNV recupere el peso de su liderazgo político y vuelva a ser lo que era antes de sucumbir a los cantos de sirena de la socialdemocracia, rescatando de la abstención a su electorado tradicional con un discurso propio y un marco ideológico diferencial.
Y es que en el fondo se trata de eso. No de una cuestión nominal. Tiene razón Ortuzar cuando alerta en su carta a la afiliación de que todo cambio comporta riesgo, pero no es imperativo cambiar de timonel para rectificar el rumbo de la travesía, sobre todo si de ello depende que la embarcación no se vaya a pique.
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