La novia más deseada
Se acaba el tiempo para que Felipe VI se decante entre proponer la investidura de Alberto Núñez Feijóo o la de Pedro Sánchez
Se acaba el tiempo para que Felipe VI tenga que decantarse entre proponer la investidura de Alberto Núñez Feijóo o la de Pedro Sánchez y ... el dilema al que se enfrenta el Jefe del Estado es mayúsculo, toda vez que quien ha ganado las elecciones carece de los apoyos para sumar una mayoría suficiente y quien las ha perdido solo puede obtenerlos si accede a abrir un melón, el del reconocimiento de la plurinacionalidad del mismo, por exigencia de los partidos soberanistas, que no es plato de gusto para la propia institución monárquica ni para el resto de poderes en los que este se sustancia.
Para hacerse efectivo y no quedarse en la mera retórica, como previsiblemente al final suceda, ese reconocimiento explícito de que España es «una nación de naciones» requeriría casi de la reedición de un proceso constituyente que la derecha, con mayoría en el Senado, y parte de la izquierda constitucionalista (la que no hace buenas migas con el sanchismo aunque ya solo se atreva a decirlo con la boca pequeña) no está dispuesta a abordar ni ahora ni nunca pues, en su opinión, España debe seguir siendo una o ninguna.
De ahí que haya sido lanzar el globo sonda del 'aggiornamento' de los estatutos de autonomía en pro de una mayor descentralización, de la necesaria reforma del actual sistema de financiación autonómica (pendiente desde 2014 y que augura una batalla campal entre las 15 comunidades de régimen común), de perdonar parte de su deuda o volver a ofrecerle algo parecido a un Concierto Económico a Catalunya -que en su día rechazó por querer ser más papista que el Papa y por el riesgo de asumir la responsabilidad de la recaudación- o de romper la caja única de la Seguridad Social para cumplir el mandato de una ley orgánica que lleva más de 40 años sin cumplirse como es el Estatuto de Gernika, y hacer que en el 'deep state' salten todas las alarmas. Sin mencionar la sugerencia de permitir que en el Congreso se hable en todas las lenguas oficiales o la obcecación de Puigdemont con reclamar la amnistía y la autodeterminación.
Demasiadas líneas rojas para una negociación que Sánchez, que sigue perfeccionando su técnica de regateo en el zoco de Marrakech, no parece haber iniciado, cuando ya se ha desatado el pánico entre quienes advierten de que lo que se propone es un disparate que acabará por hacer de España un país ingobernable.
Tal será el temor a que el líder socialista ponga el Estado patas arriba que hasta Vox ha accedido a hacerse a un lado ofreciendo sus votos a Feijóo a cambio de nada, en la creencia de que ello allanará su investidura haciendo que otros también se animen a votarle. Aunque esos otros sean el PNV, de quien se dice que «es como la vieja Inglaterra, que no tiene amigos, sólo intereses», y que no ha dudado en reiterarle al líder del PP que «no es no», en parte porque no está en posición de decir que sí, con unas elecciones autonómicas en puertas y Bildu esperando la vez para confirmar su alternativa, y porque la nueva situación creada mejora sustancialmente su margen de negociación con Sánchez.
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