La negación de Pedro
En el Evangelio según San Mateo recuerda Pedro las palabras del Señor: «Antes de que el gallo cante hoy, me habrás negado tres veces». Y ... tres veces negó aquella noche el discípulo al Maestro, antes de echarse a llorar sumido en la culpa y el desconsuelo.
A diferencia de su tocayo bíblico, Pedro Sánchez no llora aún. Pero, quizá a punto esté de hacerlo cuando la operación Sumar le resulte insuficiente para volver a ser investido presidente y necesite volver a tocar a la puerta de aquellos a quienes ahora repudia, sin atisbo de lealtad o agradecimiento, pese a haber descansado en ellos su acción de gobierno. O quizá no. Quién sabe qué clase de irremediable fatalidad le vaticina ya el oráculo demoscópico o qué retorcida estrategia o expectativa personal y profesional le animan a presentarse ante los micrófonos a un mes de las elecciones, como un infante acomplejado que ha sido descubierto en falta por sus mayores, para disculparse a media voz por una trastada que perjura no haber cometido, como si pudiera borrar los últimos renglones torcidos de la historia reciente con un simple «yo no he sido».
¿Por qué nos miente usted tanto, presidente?, le reprochó Alsina en su entrevista. Y la respuesta sonó igual de hueca que sus principios. A estas alturas, todo el mundo sabe que sus palabras no tienen valor ninguno. Sánchez miente o, como mínimo, retuerce la verdad tirando de eufemismos, cambiando de criterio y de aliados por puro oportunismo. Si no hubiera sido por Podemos, no hubiese llegado a gobernar ni a aprobar leyes de hondo calado social y económico, que han necesitado además el voto favorable de los independentistas vascos y catalanes para salir adelante en medio de una fuerte controversia. Pero, por alguna razón, ha decidido soltar lastre y hacer como si nada de esto hubiera ocurrido, dando carta de naturaleza con su negación al principal reproche que le hacen sus adversarios políticos, al admitir implícitamente que haberse apoyado en ERC y en Bildu estuvo mal, por representar estos un peligro para la democracia y la unidad de España, justo cuando se supone que habían empezado a dejar de serlo.
No sé si este Sánchez, Dr. Jekyll y Mr. Hyde, que se hace una enmienda a la totalidad y se disculpa por las molestias que su mandato haya podido ocasionar al votante socialista más moderado (por haber gobernado con Podemos y pactado con Bildu, indultado a los líderes del 'procés' y excarcelado a más de mil delincuentes sexuales o por el «feminismo de confrontación» alentado por «la fierecilla domada» atrincherada en el Ministerio de Igualdad, que tanto incomoda a sus amigos varones heterosexuales en plena crisis de los 50), ha tirado la toalla o se le ha ido la olla, consciente de que perder la Moncloa podría dinamitar su capital político. Pero me temo que lo que se propone, recuperar el voto del ciudadano medio español haciendo suyo el argumentario de la derecha y la ultraderecha, es más una autoinmolación que un billete hacia la reelección. ¿Quién va a querer votar por alguien que no se reconoce a sí mismo?
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