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Herbert Kikcl. Reuters

El huevo de la serpiente

Jueves, 9 de enero 2025, 23:45

Quienes conozcan el cine de Ingmar Bergman, sabrán que el título de este artículo es el de una película suya, cuya historia describe el proceso ... político y social que condujo al ascenso del nazismo en Alemania. Concretamente se extrae de la escena en la que uno de sus personajes principales lanza una alegórica advertencia: «Cualquiera puede ver que el futuro es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana de su cáscara, se distingue el reptil ya formado».

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He pensado en esa imagen al saber que el Partido Liberal Austríaco (FPÖ) del ultranacionalista Herbert Kickl acaba de recibir el encargo de formar gobierno en Austria. Mientras, en su vecina Alemania, la filonazi, islamofóbica y euroescéptica AfD, promotora del 'Dexit', crece en intención de voto de cara a las elecciones al Gobierno federal del 23-F, algo sin precedentes desde la II Guerra Mundial.

Dudo mucho que aquella Europa socialmente deprimida y prebélica, en la que no existían redes sociales a las que culpar de incendiar los ánimos, supiera del monstruo que estaba gestando, ni de su destructiva naturaleza. Lo realmente inquietante es que sus amnésicos ciudadanos se deslicen por la misma peligrosa pendiente ahora que ya lo saben, envenenados por el mismo amargo cáliz de frustración, indignación y miedo al futuro que les hace estar dispuestos a volver a poner su destino en riesgo, a manos de quienes ofrecen soluciones fáciles a problemas complejos.

Ni siquiera hace falta que Elon Musk manipule el algoritmo para enredar en casa ajena, ahora que Donald Trump vuelve a estar a los mandos del mal llamado «mundo libre». Desde que la semilla de la desafección política germinara en tierra fértil, abonada por la indolencia e incompetencia de los partidos conservadores y socialdemócratas neoliberales que no han sabido gestionar los problemas derivados de la globalización, una plaga de populismo extremista se extiende como las termitas por el viejo continente y amenaza con pulverizar sus democracia liberales, haciéndolas parecer un trasto fallido e inservible a ojos de las nuevas generaciones que apuestan por «más mano dura» votando a partidos cuyo discurso se sustenta en la promesa de una prosperidad y seguridad falsamente garantizadas por el cierre de fronteras, el proteccionismo económico y la lucha contra la inmigración ilegal.

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Esa ha sido la argamasa que ha unido y ha hecho que la ultraderecha reaccionaria se haga fuerte en Hungría, Francia, Italia, Países Bajos y algunos países escandinavos, sumando el 22% de los votos en las elecciones al Parlamento Europeo cuando, en los años 60, solo representaba el 5%. Reino Unido ya ha puesto sus barbas a remojo. Y en España, Vox es el partido que más sube tras la dana de Valencia. No así en Euskadi, donde su implantación es marginal.

En la primera mitad del siglo pasado se dejó nacer y crecer a esa serpiente y costó millones de vidas. Ahora el huevo ha sido de nuevo incubado y el monstruo ha salido ya del cascarón. La cuestión es si le permitiremos seguir creciendo o estaremos a tiempo de cortarle la cabeza, antes de que nos la vuelva a liar.

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