Opinión

Del hiperliderazgo a la izquierda huérfana

Miércoles, 1 de mayo 2024, 00:01

El hiperliderazgo presidencialista es un fenómeno político en auge, a nivel mundial. Una respuesta desesperada a los desafíos y retos que plantean situaciones de urgencia ... y demandan decisiones firmes, radicales o disruptivas, en un momento de crisis estructural del modelo democrático. Pero entraña riesgos evidentes.

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La constante apelación a «las tripas» de una nueva generación de líderes, más centrados en explotar la emocionalidad del personal que en seducirle con ideas o argumentos, el descrédito de la política partidista debido (entre otras causas) a la corrupción, la segmentación del electorado mediante el algoritmo, la debilidad de los medios tradicionales de comunicación y la eclosión de las redes sociales han convertido la política en una especie de 'reality show', elevando a los altares a líderes estrambóticos de personalidad compleja, como Hugo Chávez, Jair Bolsonaro, Donald Trump, Javier Milei o Pedro Sánchez. Un hombre enamorado sobre todo de sí mismo, como ha quedado de manifiesto estos días, en los que su retorcimiento estratégico parece haber sustituido definitivamente al sentido común.

El problema de los hiperliderazgos presidencialistas de carácter populista y plebiscitario, sean de derecha o de izquierda, como es el caso, es que, una vez coronados con la rama de olivo, los nuevos Césares reclaman para si un poder ilimitado, no sujeto a control alguno, con lo que la democracia que todos dicen querer «salvar» queda abolida de un plumazo.

Desde su recuperación, en España ningún presidente de Gobierno ha tenido tanto poder como Pedro Sánchez. Todos se han sometido a contrapesos, incluso dentro de sus propios partidos, pero Sánchez ha aplastado cualquier posibilidad de crítica contra él. Ha ido minando a su partido hasta dejarlo irreconocible. Y pretende hacer lo mismo con los poderes del Estado, en cuya autonomía reside la democracia.

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La suya es la historia de una gran ambición de poder que se acaba en sí mismo. No hay nadie a su costado preparado para sucederle. De ahí el vértigo de muchos de los militantes y cargos del PSOE que se han visto obligados a cerrar filas en torno a su persona, para rogarle que se quede, tras su órdago epistolar. La sensación de orfandad que dejaría su marcha sería devastadora para la familia socialista y su cuadro dirigente, compuesto hoy en exclusiva por sus palmeros, desde los más fervientes y desmesurados, como Óscar Puente, para quien Sánchez es «sencillamente el puto amo» o María Jesús Montero, en plan Mari Jaia durante la folclórica concentración en Ferraz; hasta la rara avis de García Page, la excepción que confirma la regla y que, llegado el momento, no ha tenido arrestos para liderar los 'idus de marzo' en abril, asestando a Sánchez la puñalada final.

Hace mucho tiempo que el emperador va desnudo pero ninguno de sus corifeos se atreverá a decírselo. En la antigua Roma, cuando los generales regresaban victoriosos del frente de batalla y entraban en loor de multitudes, como héroes en la ciudad, un esclavo les susurraba al oído: «Recuerda que eres solo un hombre». Pedro Sánchez necesitaría alguien así.

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