Errejón, las dos caras de la verdad
Todo en él era una pura impostura, una fachada ideológica, pues una cosa es lo que el político decía y otra lo que la persona hacía
La política española se mueve estos días a una velocidad descontrolada, en una sucesión de acontecimientos de naturaleza escandalosa, que se van solapando unos a ... otros a medida que van saliendo a la luz, en tiempo y forma a menudo sospechosos.
El último 'plot twist' que, como era previsible, ha colonizado en tiempo récord los titulares de prensa y las tertulias televisivas, desplazando de ellos, en un momento especialmente crítico de la investigación, a la trama de corrupción que afecta al gobierno de Pedro Sánchez -para alivio de Moncloa- es la inesperada y abrupta dimisión de Iñigo Errejón, miembro de la Santísima Trinidad fundacional de Podemos, portavoz de Sumar y, desde el jueves de esta semana, presunto agresor sexual y vergüenza de la izquierda woke que, de confirmarse que ya se sabía de sus excesos desde hacía tiempo en los mentideros de la política y el periodismo madrileños, no solo habría enviado a evangelizar en los preceptos del «sólo es sí es sí» a un depredador sexual y un machista heteropatriarcal de libro, sino que lo habría estado encubriendo, poniendo al lobo a cuidar del rebaño a sabiendas.
Ha tenido que ser, de hecho, el propio Errejón quien reconociera públicamente, en una pirandelliana carta de dimisión -que no de asunción de culpas ni de disculpa a sus presuntas víctimas- que el personaje y la persona hacía tiempo que iban en él disociados. O, lo que es lo mismo, que todo en él era una pura impostura, una fachada ideológica, pues una cosa es lo que el político decía y otra lo que la persona hacía, lo cual achaca a presuntos problemas de salud mental derivados de la borrachera de poder y de haber sucumbido a las tentaciones del malvado neoliberalismo que le habrían llevado por mal camino hasta el punto de necesitar ayuda profesional.
Que se haya visto forzado a hacerlo tras salir a la luz los testimonios anónimos de algunas mujeres que le acusan en redes sociales de ser el auténtico 'macho Alfa' de la izquierda española, envuelto en el escarnio público de un MeToo que supone un amargo trago de su propia medicina y la cancelación de su vida política, para algunos/as es justicia poética. Pero que dichos testimonios hayan sido publicados en las redes de una conocida periodista y activista de Podemos, como Cristina Fallarás, y que cobren tal relevancia pública (habiendo un testimonio similar que fue publicado en junio de 2023 y que entonces pasó sin pena ni gloria), precisamente ahora que el patio de la política española está tan enfangado y revuelto, que el Gobierno de Pedro Sánchez da señales de agotamiento y cuando en ciertos cenáculos se empieza a hablar de la necesidad de una refundación del espacio a la izquierda del PSOE tras el fiasco de Sumar, que pase quizá por una vuelta de Pablo Iglesias a los ruedos, para lo cual la presencia de su excamarada Errejón (a quien desde Podemos se ve como un auténtico Judas) y de Yolanda Díaz (obligada a hacer control de daños), resulta incómoda, al menos da qué pensar, para los que todavía se atrevan a hacerlo.
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