Empieza el baile
El reloj de la investidura se ha puesto en marcha tras la ronda de consultas abierta por Felipe VI de forma un tanto precipitada, cuando ... queda «mucha tela que cortar», como advertía el diputado Aitor Esteban, en unas negociaciones para formar Gobierno que se adivinan complejas y en las que Pedro Sánchez parecía hasta ahora no tener prisa ni tener ojos más que para ERC y Junts.
El líder socialista y firme aspirante a la reelección no ha puesto inconveniente en que el Monarca acceda a que el ganador –al menos formal– del 23-J se presente a una investidura que confía en que será fallida, pese al inquietante argumento esgrimido por Núñez Feijóo de que «el PP está solo a cuatro diputados de alcanzar el Gobierno, mientras que al PSOE le distancia una amnistía y un referéndum de autodeterminación». Pero es evidente que ello le obliga a meter el turbo para hacerse cuanto antes con el 'sí quiero' de las fuerzas independentistas llamadas a apoyarle cuando llegue su turno. Una negociación de la que estamos solo en los preliminares. En el «yo lo quiero todo» y el «hagamos como que no te doy nada».
A puerta cerrada, Sánchez prometerá hasta lo que sabe que no puede darles, pero los catalanes no se fían de él (tampoco el PNV que tiene certeza escrita de sus incumplimientos y a quien haría mal en descuidar, aunque ya haya descartado apoyar al PP, pues sus cinco votos siguen siendo necesarios y a la vista está que no termina de sentirse cómodo en la ensalada de siglas que el socialista propone). Para ayudarle a evitar una repetición electoral, tanto Junts como ERC le exigen el pago por adelantado. Aunque puestos a elegir entre la amnistía y la autodeterminación –por aquello de que no hay mercado persa sin regateo que se precie– nadie duda de que saldrá adelante la primera, así haya que orquestar una serie de filigranas semánticas y de atajos legislativos, judiciales y políticos para ello.
Solo hay que ir con tiento para que no cunda (aún más) la decepción en las huestes indepes. De ahí el último discurso de Puigdemont durante el homenaje a Pau Casals, al que acudió en su calidad de expresident, arropado por Pujol, Montilla y Torra, y por el actual inquilino del Palau de la Generalitat, Pere Aragonés (¿reedición de la imagen de unidad del 'procés'?) donde quiso dejar claro que su ambición no acaba en sí mismo y que seguirá defendiendo desde el exilio la independencia de Cataluña, por si alguien insinuase que lo que está negociando con Sánchez es una ley de amnistía hecha a medida que permita dar salida a su delicada situación procesal. Lo que no se comparece con el hecho de que, para repartir la gracia, el líder 'in pectore' de Junts, a quien pueden caerle hasta 12 años de prisión por malversación, haya necesitado entonar expresamente un solidario «por mí y por todos mis compañeros» solicitando que los efectos de esa futura ley se hagan extensivos a los policías enjuiciados por participar en el referéndum ilegal del 1-O, quienes no parecían dispuestos a consentir que se vayan de rositas solo los ideólogos políticos de la rebelión. Un detalle muy clarificador.
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