Manu Cecilio

Elecciones a la vista

Viernes, 23 de febrero 2024, 01:26

Incógnita despejada. Cumpliendo escrupulosamente con la liturgia institucional, los vascos y las vascas hemos sido convocados por el lehendakari Urkullu, con la preceptiva antelación de ... 54 días que marca la ley electoral, a eso que los cursis llaman «la gran fiesta de la democracia» y que no es sino la responsabilidad (privilegio o 'marrón', según anden los ánimos y nuestra malograda fe en el sistema) de tener que elegir cada cuatro años a quienes queremos que nos gobiernen.

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Será el 21 de abril, fecha a la que apuntaban ya todas las quinielas, cuando emitamos nuestro veredicto soberano, en unas elecciones autonómicas que se presentan como las más disputadas de nuestra historia reciente y que, según la opinión publicada, están llamadas a inaugurar un nuevo ciclo político que algunos quieren que sea de cambio y otros de mejora continua.

Ese será, en esencia, el dilema al que tendrá que hacer frente un electorado que, de partida, se muestra indeciso entre sus deseos de alternancia, tras casi cuatro décadas de gestión del autogobierno y sus instituciones por la misma sigla (el PNV), con el desgaste que un ejercicio tan prolongado en el poder conlleva, y el temor a perder lo conseguido hasta ahora (que es mucho), en caso de depositar su confianza en su principal rival (EH Bildu), quien aspira a asumir por primera vez responsabilidades de gobierno a nivel autonómico, pese a su manifiesta voluntad de trascender el actual marco estatutario y a defender un proyecto de país, abertzale y de izquierdas.

Durante los próximos dos meses, viviremos una campaña muy polarizada entre ambas formaciones (las dos con más opciones de hacerse con la victoria) que pivotará principalmente sobre esos dos ejes: el del modelo socioeconómico (izquierda-derecha) y el nacional/identitario (más abertzale o más autonomista) sobre los que PNV y EH Bildu (ambos de obediencia soberanista) deberán dirimir sus diferencias, en un intento de ilusionar y convencer a un electorado que mayoritariamente es de centro y cuyas preocupaciones más inmediatas tienen más que ver con el empleo, la vivienda y el mantenimiento y mejora de los servicios públicos que con el anhelo de independencia, de que su proyecto de país es lo que a la Euskadi del presente y del futuro más le conviene.

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La conquista de ese centro sociológico será clave porque es ahí (y no en los extremos) donde se concentra el mayor volumen de voto. Casi tanto como la posibilidad de formar futuras alianzas. De ahí esa estrategia del «cambio tranquilo» que ha venido desplegando la otrora izquierda abertzale al apostar por un discurso más inclusivo que combativo.

En todo caso, habrá que esperar hasta el recuento de votos para ver qué resultado tiene en el escrutinio. Y, lo que es más importante, si ello resulta suficiente para desalojar del poder a quienes lo han ostentado hasta ahora de manera cuasi hegemónica o si, como en Galicia, la movilización se produce en sentido contrario y la alternativa se queda corta.

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