La decisión de Puigdemont
Si la política se define como el arte de lo posible todo en ella es susceptible de ser justificado, incluso algo tan inédito y estrambótico ... como lo vivido en torno a la sesión de constitución de las Cortes Generales y la votación para la configuración de la Mesa del Congreso de los Diputados, pendiente hasta última hora ayer de la decisión tomada desde Bélgica por alguien a quien sus deudas con la justicia española impiden pisar (aún) suelo patrio, pues ello obligaría paradójicamente a ordenar su detención bajo el gobierno en funciones del mismo hombre que hoy mendiga su apoyo para ser de nuevo presidente.
Como un auténtico maestro de la intriga y el suspense, Carles Puigdemont se hizo de rogar lo justo para que los suyos viesen que no lo regala, antes de ordenarles votar por la socialista Francina Armengol para presidir la Cámara Baja, en lo que se perfila ya como el preludio de una nueva investidura de Pedro Sánchez apoyada por las fuerzas independentistas. Si bien la cuidada escenificación del acuerdo presuntamente alcanzado 'in extremis' y el total hermetismo respecto a los términos en los que este se sustancia invitan a pensar intencionadamente que volverá a ser el líder 'in pectore' de Junts quien dicte los tiempos y los modos en que esa segunda fase de la negociación pueda llegar a buen puerto.
Y ello necesariamente porque, con el paso dado ayer, los de Puigdemont se juegan demasiado al despejar la primera equis de la ecuación dejando constancia de que finalmente Junts sí parece dispuesta a jugar la partida de la gobernabilidad de España, algo de lo que muchos dudaban y algunos de sus propios simpatizantes y militantes desdeñaban hasta hace apenas 48 horas, con todo lo que ello conlleva de claudicación, de desgaste y de ganancia. Claudicación a su numantina reivindicación de las esencias indepes. Desgaste, al arriesgarse a transitar los mismos caminos que han llevado a ERC, su principal rival, a ser tildada por ellos mismos de 'botiflers'. Y de ganancia, al asegurarse ante todo «las cosas de comer» logrando hacerse con un grupo propio en el Congreso que les asegure un mayor protagonismo y una asignación económica nada despreciable.
Si ello va a ser suficiente o la pieza que pretenden cobrarse a cambio de apoyar también la investidura de Sánchez tendrá mayor tonelaje es algo que pertenece a los términos de una negociación que de momento está siendo tan discreta como opaca. Sólo ha trascendido que ambas partes han hablado de poder hacer uso del catalán en el Congreso, así como del impulso a la comisión de investigación sobre Pegasus y el esclarecimiento del papel del CNI en los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils. Nada del referéndum de marras. Aunque es de suponer que algo habrán dicho también de la tramitación de una posible ley de amnistía que ponga el contador a cero, aunque solo sea para no tener que seguir teledirigiendo la jugada desde Waterloo.
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