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Nadie sabe qué habría sido de Alfredo de Miguel (Bilbao, 1972) si la Ertzaintza no le hubiese detenido el 17 de marzo de 2010. ... Su ambición apuntaba alto, muy alto, y todo el mundo da por hecho que en la actualidad sería presidente del PNV en Álava porque era el delfín político de Iñaki Generabarrena. Era el hombre importante. Con apenas 28 años fue nombrado secretario general de la formación a nivel territorial y a los 38 manejaba los hilos de cualquier pacto de índole político a la vez que marcaba el ritmo de la Diputación de Álava desde su despacho como titular de Administración Local. Era el contacto de referencia para cualquier asunto.
Pero todo se truncó aquella mañana de hace casi diez años cuando estaba listo para ir a nadar. Uno de los hombres más importantes de la provincia -de quien la oposición destacaba hasta entonces su carácter cordial y amable- se despidió de su carrera política envuelto en acusaciones por un presunto delito de cohecho, blanqueo de capitales y tráfico de influencias. Un desenlace totalmente inesperado. De hecho, cuando sus vecinos le vieron acompañado de ertzainas lo relacionaron con alguna amenaza de la banda terrorista ETA, pero en ningún caso con corrupción. Hoy, ha sido condenado a trece años y tres meses de prisión. De ellos, nueve de cumplimiento máximo.
Junto a su mujer, Ainhoa Bilbao -también condenada a un año y seis meses de cárcel-, y sus dos hijos volvió sobre sus pasos, abandonó Álava y se instaló en Bizkaia buscando el anonimato. El enorme escándalo que supuso el 'caso De Miguel' no afectó a su carrera profesional. Primero intentó reincorporarse en la red de polígonos industriales, donde no fue admitido pero sí recibió una indemnización. Finalmente recurrió a la consultora IKT, donde se encontraba en excedencia y que ahora está integrada dentro de la fundación pública Hazi, dedicada al desarrollo sostenible del medio rural y litoral, y que tiene su sede situada en Derio.
Tampoco su carácter se vio alterado al dejar el control de la Diputación por un cargo técnico. Llegó sereno al Palacio de Justicia de Vitoria en la jornada inaugural del juicio, en enero de 2018, y en once meses sólo cambió esa actitud cuando alguno de los testigos se salía del guión previsto porque le sigue gustando tener todo bajo control. Junto a su abogado (Gonzalo Susaeta) impulsó las negociaciones con la Fiscalía para admitir junto a sus inseparables Aitor Tellería y Koldo Ochandiano que cometieron alguno de los principales delitos que se le imputan a cambio de la absolución de sus tres mujeres. Cuando dio por rotas las conversaciones con el Ministerio Público intentó que el resto siguiese su ejemplo y 'envió' a sus fieles para tratar de convencerles con palabras de aliento y brazos alrededor de los hombros para que negasen cualquier acusación. Algo falló. En el caso particular de Josu Arruti no fructificó, pese a múltiples y evidentes intentos en la antesala del juicio.
La publicación de la sentencia coincidirá con el 17 aniversario de la muerte de José María Generabarrena, su mentor político. De él aprendió a manejar los largos silencios para evitar excesos de palabrería Lo hizo extensible a su declaración ante el tribunal que preside Jaime Tapia, donde tan sólo respondió a las preguntas de su letrado, pero ganaba varios segundos antes de responder un cuestionario que evidentemente conocía.
Txitxo (como todos conocen a De Miguel) ha vivido alejado, pero no ajeno a la política. Que el PNV le obligase en 2011 a devolver el carné fue un duro episodio, al creerse desamparado por quienes habían sido su compañeros. Nadie reconoce de forma abierta que mantenga contacto con el antiguo diputado foral, pero conserva amigos que se dedican a la vida pública. Su última aparición fue en la capilla ardiente de Xabier Arzalluz, un auténtico referente político al compartir un discurso soberanista frente a las posiciones más moderadas que ahora gobiernan el partido. Amigo personal del difunto -con quien compartió interminables charlas con rioja y queso- y de su familia, creyó que estaba obligado a acudir al velatorio, aunque también sabía que su presencia incomodaría a los actuales dirigentes.
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