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La política española sigue deslizándose por el fango hasta niveles impensables. Las últimas informaciones periodísticas de esta semana sobre los intentos de una 'fontanera' socialista ... por enmierdar a la UCO de la Guardia Civil y a un juez anticorrupción por sus investigaciones contra el PSOE suscitan repugnancia. La tenue respuesta de Pedro Sánchez y los suyos, estupor.
No, no me olvido de que el novio de Isabel Díaz Ayuso cada vez más parece que va 'palante'. El jueves, una jueza decidía sentarle en el banquillo de los acusados, por fraude fiscal y falsedad documental, pese a los denodados esfuerzos de la presidenta madrileña y de su equipo por taparle y culpar de todo a sus adversarios políticos. Ni que otra magistrada ha enviado a prisión por presunta colaboración con una trama de blanqueo de dinero y por robo de datos sensibles a Francisco Martínez, exsecretario de Estado para la Seguridad del último Gobierno de Rajoy, implicado en las fechorías de la denominada 'policía patriótica' que puso en marcha el PP desde el poder.
Ni igualo, ni comparo. Describo. Y dejo detrás otros muchos casos que vienen enfangando nuestra vida pública hasta hacerla irrespirable, y que ya he comentado desde este espacio en otras ocasiones.
Y ahora, ¿qué cabe esperar? Nada. Sánchez va a intentar aguantar en La Moncloa si puede hasta 2027. Porque nadie abandona el poder si no le obligan. Y porque dice pretender evidenciar que algunas de las indagaciones judiciales contra él y los suyos carecen de todo fundamento. Dejo a un lado el 'caso Ábalos', escándalo que parece fuera de cualquier duda.
El presidente podrá aguantar en La Moncloa pese a su agonía política –y a las reiteradas críticas de Page o Lambán– mientras no le abandonen sus socios de investidura. Algo del todo improbable. No porque el PSOE no haya dado argumentos para el desmarque. Sino porque Sánchez puede darles y les da lo que el PP no quiere.
Así que el jueves, Feijóo se sentía obligado a comparecer ante la Prensa –de nuevo sin preguntas, lamentable– para tratar de elevar la presión sobre Sánchez. Su intervención apenas sirvió para subrayar su debilidad y su impotencia.
El líder popular no quiere arriesgarse a presentar una moción de censura contra Sánchez porque estaría condenada de antemano al fracaso. Así que se ha limitado a convocar otra manifestación contra el presidente para el 8 de junio en Madrid, que no respaldará Vox, y que si no es multitudinaria operará contra él.
El problema del PP es que lleva toda la legislatura de la mano de la ultraderecha. Que ha votado en contra de cuantas medidas sociales ha aprobado el Congreso a propuesta del Gobierno progresista, se llame subida del salario mínimo o de las pensiones según el IPC. Que incomprensiblemente se ha movido para que Europa no apoye la oficialidad del catalán, el euskera y su gallego. Que sigue permitiendo que el indecente Mazón siga en su cargo. Y que hoy dice que lo suyo es el centro y mañana cerca del ultraliberalismo de Ayuso o Esperanza Aguirre.
Conozco aquello de que todo esfuerzo inútil conduce a la melancolía. Pero al mismo tiempo no puede olvidar que en 1980 Felipe González presentó una moción de censura contra Adolfo Suárez. La perdió, pero en la calle significó el primer paso para la incontestable victoria socialista de 1982. Feijóo no se atreve. Y al hacerlo subraya su debilidad.
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