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Con la mirada puesta en la reforma del nuevo estatus, un proyecto que sigue en el limbo y al que las dos formaciones abertzales apelan ... sin estar demasiado convencidas de que vaya a salir adelante, PNV y EH Bildu llegan a un Aberri Eguna novedoso por los protagonistas y por el impulso que ha recibido en los últimos meses la posible actualización del autogobierno. La disputa por la hegemonía nacionalista afronta una nueva etapa, con dos formaciones empatadas a escaños en el Parlamento y con una EH Bildu que, sin disimulos, intenta seducir a parte del electorado jeltzale con un discurso más pragmático y tratando de sortear sus propias contradicciones.
La doble cita mantiene sus tradiciones históricas. El PNV reúne a los suyos en la Plaza Nueva, mientras que la coalición soberanista hace lo propio en Pamplona. Pero a partir de ahí empiezan las novedades. Sobre todo en las filas del PNV porque es el primer Aberri al que se enfrenta Esteban desde que asumiera el mando del Euzkadi buru batzar tras un proceso convulso que conllevó la salida de Ortuzar y que dejó heridas internas. Ayer, ambos honraron juntos la tradición de subir al Bizkargi, un eco de la tradición de llamar a Juntas Generales desde los montes bocineros, para animar a celebrar el Día de la Patria. Y el nuevo presidente del EBB apeló a la metáfora de hacer «cumbre» pese al «barro», una «cima» que no identificó con el sueño último de la independencia sino con «mantener nuestra personalidad, mantenernos como pueblo, que nuestra lengua siga viva y que nos reconozcamos como vascos».
A nadie se le escapa que el nuevo presidente del partido tiene todavía por delante la tarea de volver a unir e ilusionar a la militancia. Se trata de su principal reto, y de si lo logra o no dependerá en gran medida el éxito del PNV. De ahí la importancia que cobra su primer discurso desde la tribuna del Aberri. El simbolismo de la cita pone el foco sobre Esteban, protagonista de un acto del que desaparecerán del escenario por primera vez en más de una década Andoni Ortuzar e Iñigo Urkullu. Se escenifica por primera vez la nueva bicefalia. Y no es poco. Porque hasta hace solo unos meses la relación entre Esteban e Imanol Pradales -que también interviene hoy- era escasa. Ahora toca engrasarla, y eso también ofrece sus aristas porque los dos tienen que reforzar su perfil, uno en el campo institucional y otro en el interno.
Una de las principales interrogantes es hasta qué punto tirará de las esencias en un mitin siempre muy dado a ello, pero que en las últimas ediciones ha mostrado otra cara. El covid, las tensiones geopolíticas por la invasión de Ucrania y el convencimiento de que la sociedad vasca estaba mucho más preocupada por el deterioro de Osakidetza obligaron a los dirigentes jeltzales a diseñar discursos más pragmáticos. En realidad, el último Aberri de claro signo soberanista fue el de 2018, convertido en acto de apoyo a los dirigentes del 'procés' catalán.
El manifiesto hecho público este jueves y la insistencia de este sábado en pervivir «como pueblo» apunta a que la tendencia no cambiará. Mientras EH Bildu considera que el Aberri debe ser una «rampa» para impulsar «el siguiente paso para la soberanía», Esteban ha enfriado las expectativas sobre una posible reforma del Estatuto a corto plazo. No tanto porque no crea que sea pertinente, sino porque considera que puede haber problemas en Madrid. Y es ahí donde se ha abierto la guerra con EH Bildu.
La coalición abertzale está aprovechando el frenazo del nuevo presidente del EBB para tratar de marcar distancias entre el «PNV de Ortuzar» y el «de Esteban», y dibujar una formación jeltzale con poca «ambición nacional» en esta nueva etapa. De hecho, en EH Bildu están convencidos de que quizás no haya un momento más adecuado para avanzar en el reconocimiento nacional o en el derecho a decidir que el actual, con Sánchez en La Moncloa. Pello Otxandiano instó ayer a recorrer ese camino pero, en un alarde de pragmatismo, ligó la soberanía a la posibilidad de garantizar «el bienestar y la seguridad» de quienes «viven y trabajan» en Euskadi. Un matiz nada casual para alejarse de lo estrictamente identitario. Las esencias se las dejaron a su organización juvenil, Ernai, que celebra estos días en la localidad navarra de Berriozar el encuentro 'Gazteon Eskutik' para exhibir su capacidad de convocatoria y reivindicar la independencia y la «libertad de expresión» frente a los intentos que atribuyen a la «derecha reaccionaria» de impedir su asamblea.
Las dos formaciones tienen la mirada puesta en las elecciones de dentro de dos años. Para EH Bildu supondrán una cita clave. El congreso celebrado en febrero en Pamplona marcó de forma clara que el objetivo es ganar poder institucional. En la práctica, eso supone gobernar diputaciones y Gobierno vasco. Y los dirigentes abertzales son conscientes de que para lograrlo deben ampliar su base social. Ya no se trata de ganar elecciones -algo que sucedió en 2023 en Gipuzkoa y Vitoria-, sino de crear las condiciones para que el resto de fuerzas no se alíen para desbancarles.
EH Bildu llega al Aberri sin grandes sobresaltos, con su propia bicefalia Otegi-Otxandiano engrasada y con la izquierda abertzale al mando de forma definitiva. La mejor demostración fue la reunión con Eneko Andueza, en la que Otegi estuvo arropado por Arkaitz Rodríguez y Sonia Jacinto, principales rostros de 'Bateragune'. Pero también debe gestionar sus propias contradicciones. Sobre todo, lo que tiene que ver con la política energética, donde su apuesta pragmática se está topando con el rechazo de parte de las bases.
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