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La arquitectura del Hotel Viura contrasta con la de la iglesia de San Andrés.
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Villabuena de Álava, cuando lo viejo y lo nuevo hacen buena pareja

Esencia, historia y arte comparten espacio en una localidad rodeada de viñedos, con dolmen incluido

Jueves, 1 de junio 2023, 16:34

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Tradición y modernidad se funden en este pueblo de la Rioja Alavesa donde no solo manda el vino (se declaran el pueblo con más bodegas por habitante del mundo), sino la arquitectura. A nadie parecerá raro encontrar allí la Casa del Indiano o la del Marqués de Solana; sorprende más el edificio vanguardista que alberga el Hotel Viura. Lo bueno es que la extraña combinación no choca, o lo hace para bien. Pasado y presente quedan integrados en la plaza del Árbol de Gernika, donde la iglesia y el establecimiento hotelero de cuatro estrellas ponen cara a la foto.

Planes culturales

El Viura brota como una erupción. Los cubos que conforman su fachada surgen caprichosos, inclinados a un lado y a otro. Se incrustan en la roca de la ladera convertidos en una experiencia artística, como si te adentraras en una escultura. La sensación sigue dentro si tienes la suerte de alojarte en él, pides una copa en el bar o decides cenar en su magnífico restaurante, con túnel de huida convertido en bodega.

Cada pasillo está planteado como una galería de arte, cada rincón como una obra. El ojo acostumbrado a los museos disfrutará recorriendo esos espacios decorados con gusto exquisito y absoluta originalidad. Da igual donde mires: techos, paredes, suelos... siempre hay una sorpresa, incluido el paisajismo, que integra en el entorno y, a la vez, hace viajar a la imaginación a lugares lejanos.

Ya fuera, en las callejas regadas por el arroyo Herrera, puedes pasear, absorber la tranquilidad que se respira. Ve hasta la Casa del Indiano, así llaman al Palacio de Peciña Samaniego, levantado entre 1608 y 1610 por mandato de Pedro Peciña Samaniego, canónigo de Santiago de Compostela. Y a la cercana Casa del Marqués de Solana, levantada en el XVI y ampliada en el XVIII, que, como el hotel, juega con sus fachadas, diferenciando la principal, orientada hacia la calle Santiago, y la secundaria, en la calle Mayor. Junto a su escudo una leyenda reza: «Esta espada quebrada más mi fe no faltara».

El dolmen

No te quedes solo entre asfalto. Un pueblo lleno de bodegas y bodegueros (que puedes conocer) está, por supuesto, rodeado por un mar de viñas. Perderse entre ellas es obligatorio, el paisaje cambia a lo largo del año. Si te gusta la bici y estás en el hotel, ofrecen préstamo gratuito. Avisamos, eso sí, de que hay cuestas, pero el esfuerzo vale la pena ante un paisaje presidido por la Sierra de Toloño, fondo precioso donde los haya.

Hay, además, dos puntos extra para adentrarte en esas sendas, a solo kilómetro y medio del pueblo. Primero: conocer el Dolmen de 'El Montecillo', sepulcro de la Edad de Bronce descubierto a finales del 2009 por un vecino. Segundo: a unos metros, el cementerio Ateo Ibaola Harriak, museo al aire libre cuyas rocas talladas simulan un yacimiento megalítico.

Por cierto, apunta para otro año (este fue hace unos días) la Wine Fest que organizan. En su web (https://villabuenawinefest.com/) cuentas con una yincana para conocer el pueblo jugando, si vas con niños.

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