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El templo de Diana (o de Augusto) de Évora se alza junto a la catedral y varios palacios de la aristocracia local.
Diez destinos en el Alentejo portugués
Escapada para el Puente

Diez destinos en el Alentejo portugués

Las fortalezas de esta región portuguesa denotan el secular recelo hacia el vecino español. Hoy es un territorio apacible repleto de historia, con Évora y Elvas, ambas patrimonio de la Humanidad, como destinos para recordar

GAIZKA OLEA

Viernes, 26 de octubre 2018, 09:29

El Alentejo portugués es territorio de frontera. El Tajo marca los limites al norte y da nombre a la comarca, es la región que queda allende al Tejo, el nombre en portugués del gran río. Al sur está el Algarve y al este, España, el vecino grande y, en siglos pasados, amenazador. Su condición de tierra fronteriza marca las características de sus pueblos y ciudades, erizadas de castillos y fortalezas, pero hoy apacibles y abiertas al visitante. Un recorrido con esta región colindante con Extremadura y Andalucía es una cita con la historia, los paisajes y la gastronomía popular más que recomendable. Eso sí, que no sea verano, cuando el sol derrite al más valiente de los turistas. Aquí va una selección de destinos en un radio de unos 150 kilómetros.

Alentejo (Portugal)

  • Cómo llegar: Elvas, puerta de entrada desde el norte, se encuentra a 20 kilómetros de Badajoz, a 660 de Vitoria y a 740 de Bilbao. Webs www.visitalentejo.pt y www.visitportugal.com.

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    Évóra

La capital del Alentejo es el destino preferido de los visitantes, la ciudad más poblada (56.000 vecinos), Patrimonio de la Humanidad y un crisol de las culturas que asentadas a lo largo de los siglos, desde que los primeros pobladores erigieron menhires y crómlechs de los que hablaremos adelante. Dos monumentos destacan en Évora. El primero es el templo de Diana (o de Augusto), una hermosa construcción romana alzada en la parte alta de esta ciudad encorsetada por una colosal fortaleza, a unos pasos de su catedral románica (siglo XII), la más grande del país.

El segundo destino inexcusable es la iglesia de San Francisco y, en concreto, la capilla de los huesos que 'decoran' paredes y columnas. Fue erigida por monjes que pretendían acercar la muerte a los vivos, como reza el lema de la entrada: «Nosotros, huesos que aquí estamos, por los vuestros esperamos». Necrofilias aparte, los palacios, las plazas, las fuentes y la Universidad (1559), con sus aulas adornadas con los clásicos azulejos portugueses, justifican la visita.

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    Elvas

Las murallas de la fortaleza rodean Elvas.

A 20 kilómetros de Badajoz, bien a la vista la una de la otra, se encuentra esta ciudad que es también Patrimonio de la Humanidad y cuyo elemento esencial es la fortaleza que la rodea, la más grande de Europa, dicen, con sus 9 kilómetros amurallados y, como es norma en la región, en perfecto estado de conservación. Dos pequeños fortines ubicados en sendas colinas cercanas a la urbe protegen el conjunto, en el que destaca la plaza de la República, la catedral o el acueducto de Amoreira (siglo XVI), el más grande de la península, con sus 8 kilómetros y sus más de 830 arcos. Es más bonito, eso sí, visto en la distancia, conviene no hacer comparaciones con el de Segovia.

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    Marvao

La fortaleza de Marvao.

Situado en el extremo norte del Alentejo, a la altura de la Alcántara cacereña, la fortaleza de Marvao rompe con la fisonomía habitual de la región de dehesas y olivares y se alza en un espolón rocoso rodeado de montes y bosques. Marvao impone por su perfil y por las historias que podría contar acerca de lo que sucedió entre sus paredes, hoy casi abandonadas. Aunque se conservan casas e iglesias, lo mejor para el visitante es recorrer los caminos y los pasos de ronda en este bastión por el que españoles y portugueses combatieron con frecuencia y que los franceses ocuparon durante su invasión a la península.

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    Vila Viçosa

Fachada del palacio ducal de Villa Viçosa.

En esta pequeña ciudad de unos 8.000 habitantes, hasta los bolardos que impiden a los coches ocupar las aceras son de mármol. Vila Viçosa forma, junto a Estremoz y Borba el triángulo de las canteras de mármol y por ello conviene visitar el pequeño museo dedicado a esta actividad extractiva. Pero la villa destaca sobre todo por el colosal palacio ducal que edificaron los duques de Bragança allá por el siglo XVI, la última familia real portuguesa, una construcción imponente que recuerda, en su modestia, a Versalles o Schönbrunn (Viena), con sus 110 metros de fachada, su enorme plaza y las habitaciones suntuosamente decoradas.

Vila Viçosa tiene, obviamente, un castillo de aire medieval rodeado por murallas que integran una pequeña aldea y el santuario de Nuestra Señora de la Concepción. El trazado regular del pueblo lo establece la plaza de la República, donde en las fiestas de septiembre sueltan reses bravas y protegen con armazones de madera sus fuentes y bancos (de mármol, claro). Palacios e iglesias completan el inventario de un pueblo imprescindible.

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    Beja

Torre del homenaje en el castillo de Beja. A. González

La más sureña de las grandes ciudades alentejanas se encuentra a la altura de Jabugo y Aracena, al norte de Huelva, a un paso ya del Algarve, y lo más llamativo de su abigarrado entramado de calles es la torre del homenaje que corona el castillo. Con sus 40 metros de altura, pasa por el ser la más alta de Europa. Y si no lo es, será sin duda la más elegante, pues está construida en mármol. Beja es más modesta que sus hermanas, con un aire de abandono que acrecienta su encanto, y luce con discreción la historia de una monja enamoradiza llamada Mariana Alcoforado que se prendó de un noble francés a quien escribió unas cartas subiditas de tono que consiguieron fama, no se sabe bien si fortuna.

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    Megalitos

Dos visitantes recorren el conjunto megalótico de Almendres. A. González

El pasado de esta comarca portuguesa se escribe con piedras clavadas en el suelo, entre alcornoques, olivos y encinas. A unos 20 kilómetros de Évora se encuentra un solitario menhir de 3,5 metros de altura, que, según algunos, conecta con el vecino crómlech de Almendres, 95 piedras de diferente tamaño clavadas en el suelo. No faltará quien busque una conexión con el más allá o quien encuentre allí una paz sobrenatural. A quien firma le basta con soñar con el genio de los humanos que construyeron aquel complejo y con los pensamientos que los animaban.

Es el conjunto megalítico más destacado del Alentejo, pero no el único, porque en el entorno de Monsaraz, al este de Évora, es posible encontrar más emplazamientos de este tipo, como en Xerez, donde unas rocas menores rodean un gran menhir, o el de Outeiro, un coloso de más de 5 metros y ocho toneladas de peso. El de Meada, cerca de Castelo da Vide, cerca de Marvao, es aún más grande, con más de 7 metros de altura.

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    Evoramonte

El singular castillo de Evoramonte. A. González

A medio camino entre Villa Viçosa y Évora destaca por motivos propios Evoramonte, una atalaya perfecta sobre la dehesa alentejana y visible desde kilómetros de distancia. Su torre del homenaje preside el área amurallada y no se parece en nada a las fortalezas de aire medieval que tanto abundan en el Alentejo. Proyectada por los hermanos Arruda, arquitectos especializados en el arte manuelino y autores de la icónica torre de Belem, en Lisboa, el edificio consta de tres torres circulares unidas por un cuerpo central y adornada por los lazos que encontramos en el palacio ducal de los Bragança en Villa Viçosa. La aldea a sus pies es encantadora y llaman la atención los adoquines pintados, que representan casitas típicas.

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    Monsaraz

El castillo de Monsaraz acoge una pequeña plaza de toros. Amaia González

Dicen que es el pueblo más bonito de Portugal y es posible que sea cierto, pero corre el riesgo de convertirse en un parque temático de restaurantes y tiendas de recuerdos. Opiniones al margen, merece la pena llegarse hasta esta aldea fortificada encaramada en un altozano que mira hacia España, tan cercana aquí. Una calle central, varias puertas, casitas pintadas de blanco y un castillo cuya plaza de armas se utiliza como coso taurino completan la lista. Muy cerca hay una playa fluvial muy bien dispuesta que aprovecha las aguas del inmenso embalse de Alqueva.

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    Serpa

Un olivo centenario al pie del ingenio hidráulico construido sobre la muralla de Serpa.

Sólo para ver los dos venerables olivos que flanquean la fortaleza de esta villa próxima a Beja merece la pena llegarse a Serpa. Y si no basta, encontraremos un castillo, bonitas calles, iglesias, terrazas donde tomarse un refresco... Pero si el viajero pretende averiguar en qué consiste el poderío, que eche un vistazo al acueducto construido por orden de los condes de Ficalho para abastecer de agua su elegante palacio. Un ingenioso sistema de poleas elevaba el agua para que no les faltara de nada. Serpa tiene además un museo del reloj con más de 2.000 piezas

Y además...

Recuerda: casi todas las aldeas del Alentejo tiene su castillo, o murallas, o un bastión, y calle encaladas por las que pasear. Nos dejamos en el tintero Mértola, ciudad museo sobre el Guadiana cuya iglesia de la Asunción alberga los restos de la única mezquita visible en Portugal. Diversas empresas ofrecen paseos en barco por el río. O Estremoz, con la torre y el palacio erigidos en mármol. Y quedan casi para el final Arraiolos, con su fortaleza y su industria de alfombras, Castelo da Vide, Alandroal, Terena y Crato (con sus espléndidos monasterios fortificados), las ruinas de puente de Ajuda sobre el Guadiana, cerca de Olivenza y derribado por los españoles que renunciaban a sus planes de invasión del vecino o la diminuta Ouguela y sus vistas.

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    Playas sin fin y Grândola

El interior del Alentejo es, sin duda, la parte más interesante de una región que se extiende hasta el Atlántico para abrirse a las interminables playas. Portocovo es un buen punto de partida parea recorrer el litoral alentejano y disfrutar del ambiente en este pintoresco pueblo rodeado de calas y acantilados. Entre Troia, junto al sur de Lisboa y llena de hoteles y campos de golf, y Sines se extiende una interminable playa de 60 kilómetros. Cabo Sardão, aldea popular por sus percebes y los sargos, y Zambujeira, destino de lisboetas que buscan la calma, son otros destinos interesantes de una costa que desemboca en el parque nacional del Sudoeste, paraíso para senderistas y amantes de la ornitología. El litoral está repleto de playas para todos los gustos (salvajes, familiares, para amantes del deporte). Y para los nostálgicos, es la tierra de Grândola, la villa que da nombre a la mítica canción de Zeca Afonso.

Recomendaciones

  • Comer: La gastronomía tradicional alentejana es sólida y de raciones abundantes. El porco negro (el cerdo ibérico) es el rey de la cocina y el secreto, la pluma, el solomillo o el lagarto (tira que se obtiene entre las costillas y el lomo), sus profetas. Obviamente, dominan el bacalao en sus innumerables recetas y al comensal le conviene estar seguro si podrá con la ración. El recetario popular manda y aquí van cuatro locales de confianza. Cerca del centro de Elvas, O Lagar (rua Nova da Vedoria 7) es un restaurante adorado por los vecinos; en Évora, el Mr. Pickwick (rua da Alcárcova de Cima, 3) tiene una terraza junto a la calle peatonal que une la plaza Geraldo y la catedral; en Vila Viçosa, el Safari, entre carteles taurinos; y en Beja, el Dom Dinis, un local en el que los portugueses hacen cola para degustar de lo que sale de su parrilla.

  • Dormir: Y a la hora de dormir, cabe destacar la amplísima oferta hotelera de la región, desde las lujosas pousadas (equivalentes a los paradores españoles) hasta hoteles más modestos. Un consejo: alojénse en el Sao Joao de Deus (Elvas), un antiguo convento y hospital militar agregado a la muralla. Habitaciones enormes decoradas con mucho gusto, dos pequeñas piscinas sobre los bastiones y tumbonas a la sombra de los olivos y habitaciones dobles por 50/70 euros, desayuno incluido. hotelsaojoaodeus.com

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