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Madeira en invierno: seis joyas que no te puedes perder

La isla portuguesa es un auténtico paraíso para los amantes de la naturaleza y el senderismo. Rutas, levadas, frondosos bosques y acantilados de vértigo hacen indispensable la visita incluso durante estos meses

Viernes, 22 de febrero 2019

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Sol, playa, calor, relax y, claro, el inevitable Cristiano Ronaldo y su manoseada estatua. Estas podrían ser las imágenes que le vienen a la mente al turista medio cuando piensa en Madeira. Una especie de Islas Canarias a la portuguesa con el añadido -quién sabe si para bien o para mal, que para gustos están los colores- de la omnipresencia del exfutbolista del Real Madrid, que se deja sentir nada más aterrizar en el aeropuerto, bautizado con su nombre. Y todas esas imágenes son ciertas. Pero el archipiélago luso es mucho más que eso. Frondosos bosques de un verde intenso, acantilados de vértigo, escarpadas montañas, exuberantes cascadas, encantadores pueblitos de pescadores… hacen de Madeira una visita inexcusable también en invierno. Si no tiene mucho tiempo, es un viajero amante de la naturaleza y no pone reparos en calzarse las zapatillas y sumar kilómetros, es un destino que no se puede perder incluso en esta época.

Situada a poco más de una hora de vuelo de Lisboa, la Región Autónoma de Madeira, que así se llama oficialmente, está conformada por la propia Madeira; Porto Santo, principal destino turístico de veraneo, y dos grupos de islas deshabitadas: las Islas Desertas y las Islas Salvajes. Conocido ya desde la Antigüedad, el archipiélago fue redescubierto por los fabulosos navegantes portugueses en el siglo XV. En concreto, fueron Tristão Vaz Teixeira y João Gonçalves Zarco los que en 1418 arribaron a Porto Santo. Un año después llegaron a la isla principal. Basta con mirar un mapa para reconocer su importancia estratégica de cara al gran objetivo de Portugal en aquellos años: rodear África para llegar a las Indias y a sus preciadas especias.

Madeira tiene un tamaño un poco mayor que Las Palmas -741 kilómetros cuadrados, para ser exactos-, perfecto para recorrerla en coche de alquiler. Tres días pueden costar unos 85 euros. La inversión merece la pena. Su población no alcanza los 300.000 habitantes, un tercio de los cuales reside en la capital, Funchal, situada al sur, a unos veinte minutos del aeropuerto. El tiempo, en invierno, es suave con máximas que rondan los 15 grados y mínimas de 6. Otro aspecto a tener en cuenta es que es muy cambiante. Los lugareños advierten, con razón, de ello. Las nubes y la lluvia pueden dar paso al sol en cualquier momento. Y viceversa. En cualquier caso, conviene llevar ropa de abrigo. No sobrará a alturas que superan los 1.800 metros de altitud y entre frondosos bosques de laurisilva. Estos son seis visitas que no te puedes perder.

  1. 7 kilómetros a más de 1.800 metros de altitud

    Ruta entre el Pico Arieiro y el pico Ruivo

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La geografía de Madeira es tremendamente escarpada. Basta con alejarse mínimamente de la costa para comenzar un pronunciado ascenso se vaya donde se vaya. El punto más alto de se sitúa en el Pico Ruivo, que alcanza los 1.862 metros. Partiendo de Funchal en dirección norte, se tardan unos 40 minutos en llegar al tercer pico más alto de la isla, el Pico Arieriro (1.810 metros). Allí comienza una ruta de 7 kilómetros que lleva hasta el Pico Ruivo por el corazón del Macizo Montañoso Central.

El frío en esta época es intenso. La temperatura apenas supera los 0 grados y la sensación térmica, los -4º. La senda no tiene pérdida. Está perfectamente señalizada (PR1) y no hay desviaciones. Imposible perderse. La parte principal del camino transcurre unas decenas de metros más abajo, donde la espesa niebla desaparece y permite disfrutar de un hermoso paisaje. Detenerse cada poco para disfrutar de él y hacer fotos es indispensable. También se atraviesan varios túneles que dan todavía más encanto al trayecto. La ruta tiene una dificultad media. Hay algunos tramos exigentes por las duras pendientes y las empinadas escaleras, pero el mayor peligro reside en los resbalones. En cualquier caso, con prestar la atención adecuada, no hay mayor problema en completar el recorrido. A un ritmo cómodo, la ida y la vuelta se completan en 3 horas y 45 minutos. Una alternativa más sencilla es llegar al Ruivo desde el este. Basta con dejar el coche en el aparcamiento de Achada do Teixeira, cerca de Santana. Desde allí, en solo hora y media de fácil travesía (PR1.2) se alcanza el punto más alto de la isla sin mayor esfuerzo.

  1. 580 metros de caída

    Cabo Girao

Es uno de los reclamos más conocidos de la isla y la mejor muestra de su agreste geografía. Con sus 580 metros de caída, es el más alto de Europa y uno de los mayores del mundo. Si partimos desde la capital, basta con seguir la VR1 (Vía Rápida), la principal arteria de comunicación de la isla, hasta Camara do Lobos. Una carretera inevitablemente empinada lleva hasta el concurrido mirador, abierto en invierno todos los días desde las ocho de la mañana a las ocho de la tarde.

La vistas son espectaculares: de frente, hacia el sur, el inmenso Océano Atlántico. Hacia la izquierda, el precioso pueblito de Cámara do Lobos y la propia Funchal. Y hacia abajo, porque el suelo es de cristal, las fajãs de Rancho y Cabo Girão, unas pequeñas áreas de tierra cultivadas al pie del acantilado. No es de extrañar que desde aquí se pueda practicar parapente y salto base.

  1. 6,5 kilómetros a 980 metros de altura

    Levada do Caldeirao Verde

Vídeo.

Madeira es un paraíso para el senderista. Cuenta con 2.500 kilómetros de levadas, canales de irrigación construidos para abastecer de agua las plantaciones y las aldeas de la zona sur de la isla, más seca que el norte. Comenzaron a construirse ya en el siglo XVI y son verdaderas obras de ingeniería esculpidas en las montañas. La más conocida y bella de todas ellas es la Levada do Caldeirao Verde.

Tomando de nuevo como referencia Funchal, se ha de tomar la VR1 hasta Santana, conocida por sus casas de vivos colores y tejados de paja, y desde allí, seguir en dirección al parque de las Queimadas. El trayecto lleva aproximadamente una hora. Se puede dejar el coche en el aparcamiento -de pago- y desde allí comenzar la ruta (PR9). Por delante, 6,5 kilómetros de una belleza sobrecogedora por un camino que transcurre a 980 metros de altura y atraviesa un frondoso bosque de laurisilva que parece sacado del mejor de los documentales.

Como ocurre en la ruta entre el Pico Arieiro y el pico Ruivo, es imposible no detenerse a hacer fotos y admirar la belleza del paisaje. El camino es cómodo y apenas ofrece dificultades. Conviene, eso sí, llevar linterna o focos para los cuatro tramos de túneles que hay que atravesar para llegar al Caldeirao Verde. Una señal desvía hacia la izquierda del camino principal que continúa durante dos kilómetros más hasta el Caldeirao do Infierno. Quedan cien metros, pero nada permite vislumbrar el tesoro que esconde. Tras remontar unas escaleras esculpidas en la roca, giro hacia la derecha y allí está la poza (eso significa 'caldeirao') de un intenso color verde alimentada por una espectacular cascada de cien metros de altura. Un premio inmejorable para una caminata de aproximadamente hora y media.

  1. Pueblo pesquero

    Camara do Lobos

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Este pequeño pueblo pesquero situado a solo cinco kilómetros al oeste de Funchal fue uno de los primeros asentamiento que hubo en la isla. Su nombre se debe a la gran cantidad de lobos marinos que los mencionados Tristão Vaz Teixeira y João Gonçalves Zarco encontraron en el lugar. En la rampa del pequeño puerto se pueden contemplar sus típicas barcas de colores (`xavelhas'), donde se deseca el bacalao. Un ilustre visitante como Winston Churchill, admirado de su belleza, pintó su bonita bahía cuando visitó el lugar en 1950.

El pescado más habitual es el pez espada, que cocinado con bananas es uno de los platos típicos de Madeira junto a la espetada en Pau de Lauro -una brocheta de carne de vaca-, el bolo do caco -una especie de pan de ajo y mantequilla- y el bolo de mel -un pastel que combina frutos secos, especias y miel de caña de azúcar-. El lugar es conocido también por sus viñedos y por ser el origen de la 'poncha', una mezcla de zumo de limón, aguardiente y miel.

  1. 1.095 metros de altitud

    Mirador Eira do Serrao

Al norte de Camara do Lobos y todavía dentro de su circunscripción, se encuentra el mirador de Eira do Serrao. Desde sus 1.095 metros de altura, ofrece unas vistas inigualables del Curral das Freiras o Refugio de las Monjas, un pueblecito de 1.700 habitantes llamado así porque en él se refugiaron las religiosas de los ataques de los piratas en el siglo XVI, y del Macizo Central donde se encuentran el Pico Arieiro y el Pico Ruivo. Se puede acceder por carretera desde el sur o bien por el norte subiendo el empinado camino desde el propio pueblo situado a sus pies.

  1. La capital

    Teleférico de Funchal

Vídeo.

Una visita a la capital de Madeira también es indispensable en este viaje exprés. En concreto, al teleférico de Funchal. Situado en el paseo marítimo -en uno de sus extremos se encuentra el museo de Cristiano Ronaldo y su famosa estatua tan apreciada por los turistas...-, transporta al turista hasta la localidad de Monte, en la falda de las montañas que se alzan hacia el interior de la isla. El trayecto, que cuesta 16 euros ida y vuelta, dura unos 15 minutos y ofrece una vista privilegiada tanto de la ciudad como de la bahía. Arriba se pueden visitar el jardín tropical y la iglesia de Nuestra Señora de Monte, donde está enterrado Carlos I, el último emperador de Austria. Para regresar a la capital, es posible hacerlo también en los 'carrinhos de cesto', unos carros en los que dos mozos guían colina abajo al viajero. Un colofón perfecto para una isla de una belleza difícilmente igualable.

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