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Viaje al centro de Portugal: naturaleza, pizarra y tradición

Entre el norte y el sur del país vecino aguarda un centro donde los valores naturales, la vida sosegada y las antiguas costumbres aún tienen cabida

Jueves, 20 de junio 2024, 18:41

Dicen, quienes habitan la zona, que si no has visitado el Centro de Portugal no conoces Portugal. La región del vecino lusitano aguarda entre los aeropuertos de Oporto y Lisboa. Repleta de paisajes cambiantes, ofrece hitos como las amplias playas atlánticas, localizaciones donde sacar la tabla y surfear, la preciosa Ría de Aveiro o la imponente Serra da Estrela, punto más elevado del país (www.centerofportugal.com).

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Para fanáticos de los números, las cifras hablan de 12 aldeas históricas, 27 aldeas de pizarra, 41 aldeas de montaña, 4 parques y 5 reservas naturales, 2 áreas protegidas y 3 Geoparques, varios balnearios, 1 de los santuarios católicos más famosos del mundo (Fátima), 1 de las universidades más prestigiosas del planeta (la de Coímbra), y 5 lugares clasificados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (el Monasterio de Batalha, el Monasterio de Alcobaça, el Convento de Cristo, la Universidad de Coímbra y los sitios de arte rupestre prehistórico del Valle del Côa y de Siega Verde). La suma, pues, aporta una buena cantidad de destinos por visitar y planes para cumplir, momentos inolvidables que atesorar en la memoria.

Tierra

Picoto y el Centro Geodésico de Melriça. Luis Pina

Profundizamos en el centro del centro, en la parte más rural y natural de este cogollo portugués, núcleo absoluto del país (del mundo, les gusta decir a sus habitantes). Allí aguarda el Centro Geodésico, sobre el Picoto da Melriça, dentro de la sierra de idéntico nombre. En Vila de Rei, a 600 metros de altitud. De hecho está en el kilómetro 364,4 de la EN2, la nacional más famosa del país que lo recorre de punta a punta, desde Chaves, en el norte, hasta Faro, en el sur, a través de 738,5 kilómetros por los que es frecuente ver pasar moteros. A partir de este punto, y no en otro, comenzó a expandirse la señalización de los 9.000 vértices geodésicos restantes (como ejemplo, el de Monsanto) con los que cuenta la Portugal continental. Para que nos entendamos, todos unidos dibujan los desniveles de su cuerpo.

Junto a él se halla el Museo de Geodesia. que informa sobre legado histórico y científico. Paula Gamito y Joao Rosa explican el asunto. Ella domina otros temas como cocinar 'o bolo de chocolate mais feio de Vila de Rei', es decir, la tarta de chocolate más fea del lugar, postre que demuestra aquello de que no hay que fiarse de las apariencias. Y la 'boneca dos ricos' (muñeca de los ricos), galleta de huevo que regalaban los progenitores a sus hijos durante las ferias (la de los pobres debía conformarse con harina y azúcar).

o bolo de chocolate mais feio de Vila de Rei'

No lo hemos explicitado aún, pero el turista se encuentra en la región de los Lagos do Zêzere, río que brota en Portugal y riega sus tierras camino del Atlántico. Vergel de tranquilidad, abundante comida y muchos paseos, propone sendas como la Gran ruta de Zêzere (GR 33). Compañera del fluir del agua, nace en Serra da Estrela y se estira 370 kilómetros hasta morir en Constância. Por cierto, se puede completar a pie, en bici o dentro de una piragua, también combinando las opciones.

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La localidad de Sertã ejerce como base estratégica desde la que moverse por el entorno. Cuenta la leyenda que el castillo fue atacado por los romanos en tiempos del general Sertorio. Un valiente lusitano murió en la contienda y su mujer, de nombre Celinda, que en ese momento freía pan en una 'sertã' (sartén) al enterarse de la desgracia la emprendió a sartenazos contra el enemigo, lanzando aceite sobre él, de ahí el nombre.

Sertã Turismo de Portugal

Cercanía con el campo y comodidades no están reñidas allí, por eso una buena opción para alojarse la pone el Convento da Sertã Hotel (https://conventodasertahotel.pt). Un edificio del siglo XVII alberga este establecimiento de cuatro estrellas del XXI. Menos de una hora lo separan de las ciudades históricas de Coímbra y Tomar, y es perfecto para descubrir las Aldeias do Xisto (aldeas de pizarra) o las refrescantes playas fluviales donde no echarás de menos el mar. Desayunar en su claustro forma parte de la experiencia, a la que aportan relax piscina y masajes.

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Pegado al hotel, el restaurante Ponte Velha se ha hecho famoso por su 'sopa de peixe da Dona Helena', deliciosa sopa de pescado, y platos típicos como el 'maranho da Sertã', especie de morcilla a base de carne de cabra, jamón, arroz y hierbas aromáticas; la 'farinheira', embutido típico, o el 'bucho recheado', hecho de cerdo, gallina, pan, huevo y arroz, entre otros ingredientes. Regados con vinos que absorbieron la savia de las montañas de esquisto en Beira Baixa y la acidez de las mesetas de granito en Beira Alta. Hermano de este, por cierto, es el restaurante Santo Amaro, especialista en mariscos.

Piedra

Casal de Sâo Simão. I. López

Conocer alguna de las aldeas levantadas en pizarra facilita un viaje al legado tradicional (www.aldeiasdoxisto.pt). Puedes empezar por Figueira. Imbuidos por un regusto a pasado en el ambiente, los visitantes se podrán apuntar a una breve clase de cocina en la que elaborar postre típico, 'tigelada', especie de pudin que antaño se preparaba en ocasiones especiales.

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«Estamos en un territorio difícil, muy accidentado geográficamente, una zona pobre sin grandes construcciones donde predominaban estas aldeas en las que las familias poseían como mucho cabras y gallinas, y cocinaban con lo que había», cuenta Joana Pereira. Ella será la guía en los fogones y fuera de ellos, entre callejas estrechas donde se instala el horno comunitario cuyo calor izará tu creación culinaria dentro de un rato. «En este rincón quedaba la gente para hablar, desde él se divisan varios accesos, así lo controlaban todo… y los jóvenes pretendían a las cinco hijas de la casa levantada enfrente», añade con sorna. Lo narra en una mezcla de portugués y español mientras explica que ahora, en la aldea, solo quedan 16 vecinos.

Un rincón eln la aldea de Figueira. I. López

Muchos huyeron de una vida de subsistencia en busca de otra mejor, incluso en la arquitectura se nota la escasez. «Las casas se construían una detrás de otra para aprovechar la pared de la anterior. Bajo las escaleras de acceso colocaban el gallinero. Cada hueco se aprovechaba al milímetro. El perímetro se cerraba para evitar la entrada de los lobos», agrega. El paseo acaba dentro del restaurante Casa Ti Augusta, que su familia regenta. Especializado en productos de la zona, el comensal puede pedir, por ejemplo, 'plangaio', cerdo harinado típico de carnaval. «Cuando lo incluimos en la carta, a la gente de por aquí le daba apuro pedirlo, les costaba porque antiguamente era un plato de pobres». Sin embargo, no había problema en solicitar el 'afogado da boda', cabra joven estofada que se consumía para celebrar los casamientos. De postre, queda probar el perpetrado antes por cada uno, orgullosos del dulce que pone punto final a esta actividad.

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Otros ejemplos de aldeas de pizarra los ponen la cuca Água Formosa, entre la Ribeira de Corga y la Ribeira da Galega, donde charlar con autóctonos se complica, ya que la cantidad de residentes fijos desciende a 5. OCasal de Sâo Simão, la más instagrameable de todas. Allí, una preciosa senda circular señalizada, la PR1 (Camino do Xisto de Casal S. Simão), se prolonga 5 kilómetros acompañada del arroyo y de vegetación mediterránea autóctona. Pasa por una playa fluvial donde enormes rocas dibujan saltos de agua. Y permite, además, coronar la pasarela de Fragas de São Simão, con preciosas vistas sobre la impresionante falla que marca la transición entre piedra caliza y pizarra. Tras el paseo, una buena recomendación es parar a comer en el restaurante Varanda do Casal.

Pasarela de Fragas de São Simão. I. López

Muy cerca, en Ferraria de São Joâo, el viajero puede asistir al proceso de creación del queso fresco (www.ferrariaviva.pt). Las manos de Izilda Mendes modelan el manjar níveo mientras de sus labios surgen las explicaciones. Acostumbrada a la labor, dedos entrenados ordeñan con rapidez a sus tres cabras. Llegó a tener 45, pero los tiempos no son fáciles, menos aún desde el cambio climático y, este año, por culpa de los jabalíes. «He perdido mucho de lo que tenía plantado, mucho trabajo para nada», se queja. A pesar de ello, sus ojos vivarachos corroboran lo que sus palabras cuentan, que adora la aldea donde nació. Nunca he salido de Portugal. Trabajé en fábricas fuera de aquí, pero me gusta asistir al proceso de nacimiento de las cosas, por eso regresé». Se la ve feliz junto al trío de perros que la siguen a todas partes sin despegarse, mostrando los secretos de esta tradición, acostumbrada a las cámaras porque, cuenta con orgullo mal disimulado, «he aparecido más de una vez en la tele, estoy acostumbrada a los periodistas».

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Las casitas blancas de Dornes se ubican sobre una lengua de tierra que cuenta con acceso al río. Luis Pina

Curiosidad extra la pone la villa de Dornes, sobre una lengua de tierra, bordada de casitas blancas. Gualdim Paes, Gran Maestro de la Orden del Temple en Portugal, mandó erigir la Torre pentagonal. La fundación de la aldea se remonta al siglo XII, ligada a la aparición de una imagen milagrosa de Nuestra Señora del Llanto, aunque al pasear por sus empinadas calles también podrás pedir los favores de San Antonio, el más idóneo en caso de falta de amor o pretensión de cambiarlo.

Ponte Filipina sobre el río Zêzere. I. López

Entre las rutas senderistas disponibles en la zona, una de las más importantes es la GR 22. Comunica las aldeas de pizarra, aunque cada una de ellas cuenta con opciones donde emplear las piernas. Para consultar el estado de los caminos y bajar los track antes de emprenderlos han creado la web www.myxistotrails.pt. Existe también la opción de recorrer el itinerario en varias etapas y acompañados de guía durante una semana (www.portugal-a2z.com/).

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Mirador de Fernandaires. J. M. Santos

Otra caminata imprescindible por la belleza del entorno sale del merendero de Moinho das Freiras, en Pedrogão Pequeno, para divisar la herida que el río infringió a la tierra. Allí, el verde parece pintado por un rotulador, luce casi fosforito a lo largo del camino que acerca hasta el Ponte Filipina (construido durante la dominación filipina en los siglos XVI o XVII) a través de la antigua calzada romana. Decía el poeta portugués Luís Vaz de Camoens que en ese entorno se respiraba el «más puro y sereno aire». Serenidad precisamente es lo que aportan estos paisajes, una de cuyas mejores fotografías aguarda sobre el Mirador de Fernandaires, asomado sin complejos al agua sobre la presa de Castelo de Bode.

Agua

Parque fluvial de Sertã. Joao Mascarenhas

Al principio, al llegar a esta zona interior sin costa, extraña ver indicaciones hacia centros náuticos. Hasta que entiendes la enorme ventaja que suponen las playas fluviales para refrescarse en verano, nutridas por el serpenteante río Zêzere. Sus curvas sisean a lo largo de 270 kilómetros. Imprimen al paisaje una armónica redondez ensanchada aún más a base de presas que forman lagos donde, además de bañarse, es posible practicar una buena cantidad de deportes acuáticos y planear excursiones en barco (www.trilhos-zezere.com/).

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En la playa de Cabril, dentro del municipio de Sertã, subsiste el último barquero de la zona. A sus 82 años sigue pasando a gente de una orilla a otra con puntual persistencia. Allí no hace falta pelear por un sitio bajo los madroños cuyos ancestros sirvieron para fabricar carabelas. Ni huir de la música ajena. Otra playa fluvial, la de Trizio, adorna con sus aires estivales el paisaje. En ella confluyen, como amantes, los arroyos Isna y Sertã.

Arte

Iglesia de San Juan Bautista en la Plaza Mayor de Tomar. Elena Dijour

Tampoco campo y cultura están reñidos. A solo 58 kilómetros desde Sertã, Tomar alberga uno de los tesoros más solicitados del país, Patrimonio de la UNESCO: el Convento de Cristo y Castillo Templario. Regido antaño por la orden militar de los Caballeros de Cristo, impresiona su Charola del siglo XII, brillante ejemplo de iglesia de planta centralizada, decorada con curiosas esculturas y pinturas no menos llamativas... una preciosidad, es cierto, un tesorazo.

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Los turistas también se acumulan frente a la Ventana Manuelina, obra maestra de este estilo, labrada con detalle y repleta de simbolismo. El pilar derecho representa el mundo material ceñido por un cinturón, desde el que observan los caballeros; el izquierdo, recurre al espiritual, entre ángeles. Un marinero soporta en sus hombros raíces coronadas por el escudo portugués, la cruz cristiana y las esferas armilares que los navegantes usaban para orientarse.

Convento de Cristo y Castillo Templario

En la ciudad coexistieron armónicamente católicos y judíos hasta su expulsión del país en el año 1496, por eso alberga una de las sinagogas más antiguas de Europa, declarada Monumento Nacional. Camina sin prisa por las calles y elige para comer una taberna. La Tasca O Perdigoto, por ejemplo, sirve platos típicos como 'orelha de porco' (oreja de cerdo), 'pica-pau' (cerdo guisado) o 'patanisca de bacalhau'. Antes de decir adiós a esta región, con el cuerpo y el alma rendidos a sus especialidades culinarias, culturales y naturales. Decidido a volver pronto, porque al centro de Portugal siempre se vuelve, atraído por la fuerza del núcleo.

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