La flor es de color morado oscuro con franjas blancas longitudinales. Adobestock
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«Tierra que cría rapa, ni se vende ni es barata»

Candilico (Arisarum vulgare) ·

Esta flor que se asemeja a la capucha de un fraile, crece en ambientes húmedos y especialmente frondosos en invierno

Jueves, 24 de octubre 2024, 21:56

El Candilico (Arisarum vulgare) es de esas plantas cuya belleza es peculiar por sus llamativas flores. En el pasado tuvo alguna que otra utilidad, pero ... hoy en día su uso es exclusivamente ornamental. Aunque si encuentran esta planta en algún lugar, tengan por seguro que están ante una buena tierra para cultivar.

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Propia de la Cuenca del Mediterráneo, destaca sobre todo en el este y sudeste de la Península, además de en las Islas Baleares y las Canarias. Se puede encontrar en pastos, matorrales, bosques, bordes de caminos y grietas alcanzando los 1.200 metros. Pero siempre en lugares con una tierra de buena calidad. Tanto es así que en la zona de Alicante hay un dicho popular que dice: «Tierra que cría rapa -otro de los nombres de la planta-, ni se vende ni es barata». Y es que la planta es conocida por crecer en ambientes húmedos y especialmente frondosos en invierno.

Esta planta perenne, conocida también como candil, zumillo o arisorio, destaca por sus grandes hojas ovaladas y onduladas de color verde oscuro con forma de corazón. Pero lo más llamativo de todo es su flor. Esta está compuesta de una espata alargada -puede llegar a alcanzar los 7 centímetros- y cilíndrica recurvada en la parte superior. Es de color morado oscuro con franjas blancas longitudinales. De su interior sobresale el espádice con las flores femeninas ocultas y las masculinas por encima de estas. Florece de septiembre a junio, con las primeras aguas.

  • La planta es propia de la Cuenca del Mediterráneo

Otro de sus nombres es frailillo debido a que se asemeja a la capucha de un fraile. Sin embargo, es más conocida como candil, y es que en el sur de España los niños se divertían rellenando la flor de aceite, le ponían una mecha de hilo de algodón y la encendían. Producía una llama considerable durante un cuarto de hora.

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Hoy en día no es aconsejable su uso por su alta toxicidad, pero en su momento fue empleada para diversas funciones. En tiempos de escasez, sus tubérculos eran alimento de humanos y animales. Se hacían emplastes con sus hojas para las heridas o se mezclaban las flores con aceite a modo de cicatrizante. Incluso sirvió de cebo para cazar a las grajas que dañaban el campo.

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