Ruta para ahuyentar los males en Carnaval
Las celebraciones rurales del carnaval recuperan antiguas tradiciones con las que se pretenden alejar los problemas y llamar a la vida y a la fertilidad de la tierra
Los carnavales se traducen en humor, en gentes que mudan su traje de diario por otros que lucir con alegría para cambiar de rol al menos por unas horas. Pero esta cita siempre ha significado más que la presencia de grupos disfrazados impregnando las calles de colorido, diversidad y diversión. El carnaval ayuda a alejar lo malo, son muchos los muñecos que representan las penas y acaban sacrificados. Un buen montón también los osos sacados a la calle, cencerros y personajes dedicados a pegar trompazos a los niños. Todos ayudan a decir adiós a las dificultades y a saludar la mejoría del tiempo que atraerá el despertar de la tierra, especialmente en las zonas más rurales.
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Aseguran quienes conocen la historia que sumerios y egipcios ya celebraban hace miles de años grandes fiestas para expulsar a los espíritus maléficos, los unos, animar a la fertilidad, los otros. Desde siempre se ha deseado alejar lo doloroso y atraer la abundancia. Durante la Edad Media, con la expansión del cristianismo, las antiguas tradiciones paganas que nacieron en este sentido se acabaron adaptando como preparativo para la cuaresma. Eran un soplo de aire fresco, un 'todo vale' que precedía al periodo de abstinencia y ayuno. El nombre del carnaval proviene, de hecho, de los vocablos latinos 'carnem levare' ('quitar la carne'). Y en ese 'todo está permitido', los liberados protegían su reputación cubriendo su rostro con antifaces.
(Álava) 22 de febrero
Ilarduia, Egino y Andoin
El ruido de los cencerros se hace sentir por la tarde, salen a la calle junto a txistularis y gaiteros. Las antorchas iluminarán el amino, reflejarán sus llamas en los trajes repletos de color. Tras la Guerra Civil cada pueblo perdió la celebración, pero varias asociaciones se empeñaron en recuperarla y unificarla, retomando los festejos en 2007.
Sus protagonistas son el cura, que leerá la sentencia a arder para el hombre de paja; los monaguillos; la vieja; el oso empeñado en asustar a los más pequeños; el cenicero, de oscuro, con su capucha de saco y el balde donde porta las cenizas, y los distintos porreros: el 'gizena' con gorro de paja y cara cubierta por una tela roja; el 'zamarra' vestido con pieles de oveja y cinturón de cencerros; el 'koloretakoa', con capirote marrón y tiras de colores desde el extremo del cono, blusa de colores y banda de cascabeles. Todos caminan y bailan junto al hombre de paja, tocado por txapela y adornado con pañuelo rojo, culpable de todos los males y que ha de arder en la hoguera para atraer la buenaventura.
(Navarra) 2 de marzo
Lesaka
Lo más importante sucederá el domingo, cuando oscurece. Entonces los Zako Zar (Zako-Zahar) toman el pueblo. Suman unos veinte y son mozos de la villa cubiertos por sacos rellenos de hierba seca (al principio, en vez de hierba engordaban su traje con helechos secos pegados directamente al cuerpo). En la mano portan una vejiga de cerdo con la que mamporrean al público sin cortarse.
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La música acompaña los golpes ofrecidos para encender el ambiente, dar forma a la trama y acompañar el recorrido hasta la plaza, donde tendrá lugar el final de esta historia (no de la fiesta). Allí, en la pared, aguardan unas cuantas anillas de hierro. Para no caer, los Zako Zar se dejarán desvestir, abandonarán sus tupidos trajes, liberados del agobio textil.
También las cuadrillas viven su carnaval por los distintos barrios y los caseríos. Existen dos grupos: los del barrio Frain, 'fraindarrak', y los de los barrios de Endara, Auzoberri y Zala, 'goitarrak'. Junto a los primeros suena la música del acordeón. Los segundos bailan alrededor de la trikitixa, tocando sin cesar las castañuelas. El ruido es parte esencial de los carnavales, la algarabía toma pueblos y ciudades, calles y avenidas.
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(Bizkaia) 2 de marzo
Mundaka
Ellos, los atorrak, lucen un blanco impoluto de mañana (desde las 12:00 horas); ellas, las lamiak, llevan el rostro pintado y sacuden una larga melena rubia, visten de negro por la tarde (desde las 18:30 horas). Dicen que cada color lo eligió la herencia cultural y mitológica. Que un noble del pueblo, Anton Erreka, regresaba a casa haciendo eses después de unos tragos pensando en la bronca de su mujer, y para evitarla decidió disfrazarse con una saya para disimular (muy vivo no parecía). Cuentan, además, que al verlo pasar los vecinos le imitaron, de ahí que los chicos lleven blusón y funda de almohada de puntillas en la cabeza.
Conste que las chicas no se disfrazan de aquella esposa esperando al beodo, sino de lamias, personaje mitológico que produce a la vez atracción y cierto temor. Todos comparten, eso sí, el pañuelito de color. Cantan aquello de: «Aratuste zara, Aratuste, mundakarrentzat egun obarik ez» (Carnaval, Carnaval, para los mundakarras no hay un día mejor). Antes, el 1 de marzo, toca la tamborrada infantil, dirigida a niños y niñas a partir de 6 años, desde las 17:00 horas, que aporta sonido a la fiesta.
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(Álava) 2 de marzo
Zalduondo
Aquí, el nombre propio lo pone Markitos, diminutivo incluido, aunque sus penas serán grandes. En uno de los carnavales más antiguos de Álava. Aunque hubo interrupción de la costumbre, fue recuperada nuevamente desde 1975. El domingo día 2 hay barra libre para insultar al personaje. Por suerte para él, se trata de un muñeco… única forma de aguantar los sinsabores que va a tener que sufrir durante toda la jornada. Todos le odian, por señorito de ciudad, por su traje elegante aunque lleve txapela, porque simboliza todo lo malo, el fallecimiento de seres queridos, las riñas entre quienes antes se apreciaban, las pérdidas de cualquier tipo, el descenso en el precio de la patata…
El caso es que rodean su cuello con un collar de cáscaras de huevo rojas, verdes y blancas, lo amarran a un mástil frente al Palacio Lazarraga, lo suben a un burro guiado por un mozo vestido con capa y sombrero, y lo enjuician cada año con un mismo resultado: condena a arder en la hoguera. El veredicto lo constata el predicador, los porreros, vestidos con sacos y tocados con cencerros cantan y bailan contentos por la pena merecida. Por pájaro de mal agüero, mal bicho, incómodo y figura cero deseada, parecerá poco al personal.
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Ovejas y zanpantzarris ríen extasiados, se carcajean ante la cara del condenado. El cenicero va diseminando las cenizas en las que se convirtió el reo el año anterior. El barrendero las retira, trabaja vestido con una chaqueta hecha jirones. La vieja y el viejo, mezcla de madre y padre en un mismo cuerpo, son los únicos que lloran al repelente personaje. Así se redimen los males del mundo, o al menos los de la localidad de Zalduondo, mientras todos regresan a casa sabiendo que las cosas, a partir de ahora, irán mejor.
(Bizkaia) 2 de marzo
Markina Xemein
Suena la Zaragi Dantza, la Danza del Pellejo, antiguo baile del que, se sabe, existía al menos desde el siglo XVIII. Se escucha también el golpe de palos que provocan los dantzaris. Tratan de ahuyentar los males, de expulsarlos para que lo bueno entre en casa... y en la vida. Cerca, ruge amarrado a una cadena el Hartza, atrapado entre el numeroso público. Este oso feroz danza cuando oye el pandero, siguiendo la órdenes de su cuidador. Adora asustar a la chiquillería que todos los domingos de carnaval sale a buscarle.
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El oso se convirtió en personaje central en muchos de los carnavales vascos, en figura importante de la mitología a lo largo de la antigua Europa. Aseguran algunos expertos que, hace ya mucho, nuestras gentes creían descender de los úrsidos, que incluso basajaun, el señor de los bosques, nace como derivación de esa idea. Podría ser, aunque nada es seguro, salvo que el 2 de marzo bailará al son que le imponga su dueño.
(Navarra) 2-4 marzo
Lantz
Dicen que Julio y Pío Caro Baroja son los responsables, hoy en día, de la celebración de uno de los carnavales más famosos de Navarra. La fiesta fue prohibida tras la guerra civil, y el empeño de los Baroja por recuperar las tradiciones materializó su resurrección. La historia representada surge de un viejo relato que narra cómo el pueblo, lugar de paso hacia Francia, solía sufrir robos de bandidos. El malvado Miel-Otxin, montado sobre su caballo Zaldiko, era el más abusón de todos. Atacó a Ziripot, vecino muy querido, incapaz de ganarse la vida pero quien siempre regalaba cuentos e historias a los habitantes. Así se gesta una celebración declarada Bien de Interés Cultural.
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En esta batalla entre el bien y el mal, el malísimo larguirucho (mide más de 3 metros, es una estructura de madera rellena de hierba seca que alcanza 35 kilos), vestido con gorro cónico y blusa estampada pasará por prisión, asistirá a su juicio y, por supuesto, morirá quemado. Su compinche Zaldiko, pegará empujones a Ziripot, tratando de salvar a su amo mientras los Arotzak tratan de herrar al equino con martillos y tenazas.
El bueno de la película, el corpulento Ziripot, trajeado con sacos rellenos de helechos, se encargará de sujetar al bandido ya capturado. Los txatxos visten ropas vistosas de colores, ponen tonalidad al ambiente. También se cubren con pieles y llevan gorros en forma de cucurucho. Armados con escobas, corren y saltan sin parar, gritan y reparten escobazos.
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(Álava) 4 de marzo
Kanpezu
En este caso, el malo se librará del fuego, pero acabará en el agua, ahogado por sus faltas. El martes de carnaval los katxirulos, coronados por su sombrero cónico repleto de cintas de colores, portan a Toribio hacia su fatal destino tras haber disfrutado las fiestas. Algunos cubren su cara con una tela blanca con puntilla, otros la muestran sin pudor. Visten camisa de flores o de cuadros, enagua blanca y los pies cubiertos con abarcas.
Cuando los niños tratan de meter sus pequeñas naricillas para fisgar la escena, los alejan azuzándoles para que salgan pitando y no molesten el tránsito de la curiosa travesía hacia el río Ega. Antiguamente no se molestaban en pasearlo tanto, acababa bajo la humedad en el abrevadero, pero el final elegido hoy en día queda mucho más lucido, por eso lo acarrean desde la plaza hasta el puente junto a la carretera comarcal. Lo atan mientras el público anima sin cortarse para que lo precipiten desde la pasarela... orden a la que obedecen entre risas y gritos de alegría. No acaba allí porque sí, antes ha tenido lugar un juicio justo en la plaza. A él acude el enjuiciado vestido de traje (¿para mostrar respeto al tribunal?), aunque antiguamente llevaba un mono azul y lucía en un pie zapato y en otro alpargata.
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(Álava) 8 de marzo
Salcedo
A el siguiente personaje lo enjuician por robar una gallina, a nadie le gustan los amantes de lo ajeno, él debería haber tenido en cuenta esto, se ha buscado lo que va a ocurrirle. El sábado, el Porretero es perseguido, apresado, a pesar de que se esconde en la torre del reloj, y atado a un árbol por delincuente. Mientras se encuentra amarrado, le dan una paliza, por cierto. Allí pasa la jornada, reflexionando sobre lo hecho, hasta que cae la luz y la oscuridad impera en el campo.
Al anochecer lo desatan, le suben en un carro y lo pasean a lo ancho y largo del pueblo como escarnio público, entre antorchas que parecen ayudar a adelantar el final que espera, mientras la música y las carracas suenan anunciando su paso. Pero no, concluido el paseíto entre fuego, regresan a la plaza donde la sentencia dicta lanzarle al tejado del lavadero para que allí se lo coman los buitres. Para que aprenda él y el resto de los que pensaban llevarse a casa algo que no es suyo.
El pueblo ha amanecido decorado con viejos arados, carros, trillos, útiles agrícolas y ganaderos que ayudó a colocar el vecindario. Acompañan al personaje el alcalde o alcaldesa; moradoras que pasan por los hogares haciendo una cuestación, cantando y pidiendo también chorizo o lo que tenga a bien ofrecer la señora de la casa; conjuradores, quienes emiten la sentencia; pastores, labradores... Los buitres que aguardan la peculiar cena, por cierto, son chavales menores de quince años.
El músico, José María Bastida, 'Txapi', galardonado con el Celedón de Oro de 1991, compuso la canción que dedican al protagonista: «Aquí estamos en Salcedo / disfrutando el carnaval / olvidando nuestras penas / y brindando la amistad. /Sacamos al Porretero / a la calle a pasear / a cargarle nuestros males / que en el fuego quemará. / Como no salude bien / Porretero al carnaval / recibirá tantos palos / que lo pasará muy mal». Y vaya si los recibe, enérgicos además, por chungo y pendenciero.
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