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Bañistas en la playa de Ereaga. Luis Ángel Gómez

Ya se permite el baño en todas las playas de Bizkaia

Poco antes de mediodía se levantó la prohibición en los últimos seis arenales que seguían contaminados tras las lluvias intensas con las que se despidió la primavera

Jueves, 22 de junio 2023

Pasaban unos minutos de las 11.30 cuando abandonaba la playa de Arrigunaga un grupo sombrío de gente enfurruñada. «No nos dejan bañarnos». No se habían enterado (y no será porque no se ha anunciado de todas las formas posibles) de que el primer sábado del verano arrancaba con el aviso de que la contaminación obligaba a prohibir el baño en seis arenales de Bizkaia. Arrigunaga era uno de ellos. También estaban Las Arenas, Plentzia, Gorliz, Ea y Karraspio. La cifra ha ido encogiéndose en los últimos días porque a medida que pasaba el tiempo menguaba el impacto que han tenido en la costa las lluvias torrenciales con las que se despidió la primavera. Las escorrentías formadas por las tormentas saturaron las redes de saneamiento y arrastraron todo tipo de porquería que comprometió la calidad del agua marina en el litoral durante la última semana.

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Bueno, pues de eso ya no queda nada. Porque cuando esa gente ceñuda que mencionábamos al principio aún no había tenido tiempo de alejarse más que unos cientos de metros de la playa, sonó por megafonía que la calidad del agua pasaba a ser «excelente». El mensaje se repitió un par de veces porque la masa yacente en la arena parecía confusa y se preguntaba si había escuchado bien. Hay que tener en cuenta que anteriormente, durante las primeras horas de la mañana, los socorristas habían tenido que emplearse muy pacientemente en informar a cada persona que se iba a dar un chapuzón de que no, que de eso nada, que había partículas fecales y sustancias malas.

Fue poco antes de las doce del mediodía cuando llegó el aviso de que el último análisis del agua, el de las muestras recogidas el viernes, había dado bien. Y fue en ese mismo instante cuando se anunció al personal del cambio de criterio. «Somos unos mandados de la Diputación», se encogían de hombros los socorristas cuando algún bañista inconformista les lanzaba la pregunta ociosa de por qué antes no y ahora sí. En cualquier caso, ya había vía libre para el chapuzón.

Pero no hubo una explosión de entusiasmo entre la concurrencia ni mucho menos. No hubo grupos extensos que se lanzaron al agua con ansia nada más conocer que se levantaba la prohibición. Al contrario. La gente se comenzó a levantar como somnolienta, pausadamente, y a avanzar hacia el Cantábrico con prudencia ralentizada. El mar estaba como una piscina y el sol pegaba con fuerza. Un padre que vigilaba a su hijo desde la orilla le decía: «No metas mucho la cabeza, que hasta hace nada estaba sucia y igual queda algo», a lo que el niño, él sí, respondía con inmersiones furiosas y chapuzones estridentes en medio de un paisaje humano que mayoritariamente se mantenía de pie, permitiendo al agua llegar únicamente un poco por encima de la cintura.

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