Un mar de sombras ideal para rodar en verano

El recorrido que arranca en el pueblo de Hontoria del Pinar, con un amplio aparcamiento a la entrada del mismo, apenas tiene desnivel. No requiere una gran forma física ni esfuerzo extenuante, aunque se recomienda una cierta habilidad técnica. La parte burgalesa es estrecha, ligeramente pedregosa y con un tramo que hay que echarse la bicicleta al hombro, pero la senda es ciclable casi en su totalidad y compatible con los miles de senderistas que visitan el paraje. A medida que se baja hacia Ucero, en el kilómetro 20, el camino es más ancho y más relajado. Se gana velocidad y fluidez en el pedaleo y se divisan lugares en los que detenerse, beber un trago de agua o inmortalizar como el Puente de los Siete Ojos, la Ermita de San Bartolomé o la Cueva Grande.

Hay varias fuentes al lado del sombrío camino, por lo que la hidratación tampoco debe ser ninguna preocupación. La principal particularidad del trayecto es que hay que cruzar el río en numerosas ocasiones. Pero que nadie tema por volver mojado al coche. El cauce está seco desde el final de la primavera y en las zonas en las que se acumula el agua hay pasarelas.

Una vez llegados a Ucero, presidido por la serpenteante subida al mirador de la Galiana, toca volver unos kilómetros por el mismo recorrido hasta desviarnos en el Arroyo de Valderrueda. Se trata de un cañón más modesto, menos profundo y transitado, pero en perfecto estado, sin dificultad y siempre en descenso. Esta es una de las partes más entretenidas y llega hasta el pueblo de Casarejos, con un bar ideal para almorzar o tomar un café. A la ruta no le falta de nada, ni siquiera una cómoda subida y posterior bajada hacia San Leonardo de Yagüe. Por allí transcurría el antiguo ferrocarril Santander-Mediterráneo, convertido ahora en un camino en muy buenas condiciones que nos llevará de vuelta a Hontoria. El recorrido también se puede hacer en sentido contrario.