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Imagen otoñal del Faedo de Ciñera, un bosque bien preservado con riachuelos y rocas.
Árboles eternos en los bosques de León

Árboles eternos en los bosques de León

Dos bosques llenos de vida y misterios, accesibles para cualquier persona dispuesta al paseo

ELENA SIERRA

Jueves, 26 de octubre 2017, 17:11

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Está siendo un otoño de lo más veraniego, pero a los árboles no se les olvida lo que toca por estas fechas. Y si lo que toca es dejar caer sus hojas, y alfombrar la tierra de colores, lo hacen. El otoño es uno de los mejores momentos para adentrarse en los bosques y disfrutar del colorido, los sonidos y los olores –y eso por no ampliar el tema comentando algo sobre las setas–; opciones hay muchísimas... Y relativamente cerca el uno del otro (a media hora en coche uno del otro), en la montaña de León, esperan un par de hayedos que en esta época, cuando las hayas pierden las hojas, lucen esplendorosos.

Hayedos Pola de Gordón y Cármenes (León)

  • Cómo llegar: Pola de Gordón se encuentra a 35 kilómetros al norte de la ciudad de León. Entre Pola yCármenes hay 22 kilómetros. Web www.turismoleon.org.

El primero de ellos está en la localidad de Pola de Gordón y se llama Faedo de Ciñera. Como la ruta es muy sencilla y está muy cerca del núcleo urbano, los caminantes llegaron durante años en manadas y pusieron en peligro, adentrándose en el bosque, pisoteando la tierra y toqueteando y marcando árboles, la supervivencia de unas hayas centenarias que escalan la ladera en ejercicio de acrobacia perpetua. Para protegerlo se decidió poner un caminito de madera del que se recomienda no salirse –por respeto y conciencia ecológica, no cuesta nada cumplir la norma–. Seguir el sendero no impide apreciar la naturaleza en todo lo que vale. A un lado o al otro, y a veces a ambos, baja el agua helada de la montaña, encajonada en un curso de roca que asegura una bonita musiquilla de fondo. Eso en los aproximadamente dos kilómetros de hayedo puro y duro, oscurito y detenido en el tiempo.

La ruta completa, completa de verdad, son 11 kilómetros: los que llevan desde las minas de Ciñera, abajo en el valle, en Pola de Gordón, hasta el pueblito de Villar del Puerto. Se empieza en el polideportivo del primero, desde donde un camino lleva hasta una vieja boca de mina hoy clausurada y se llega al hayedo de forma sencilla, en llano casi todo el trayecto. Pasadas las hayas centenarias, hay un desfiladero habilitado para el paso de los humanos. Desde arriba de las rocas la vista es impresionante. Y se puede continuar ruta, bien señalizada, hasta el hogar de los mineros, saltando por aquí y por allá.

Un poquito más complicada, y peor señalizada –los carteles tienden a desaparecer en invierno engullidos por la nieve–, es la ruta circular que lleva desde la localidad de Cármenes hasta el Pico Gallo y vuelve a bajar al pueblo atravesando un hayedo completamente salvaje. Aquí no hay maderitas que ayuden a bajar la pendiente, que a estas alturas del año es una pista de patinaje debido a la alfombra de hojas que cubren la tierra. El sol puede brillar con fuerza en lo alto, pero aquí solo llegan algunos rayos. Penumbra y silencio, roto por el quebrarse de las hojas al pasar, y listo.

Marcas de ganado

La ruta completa son poco más de diez kilómetros. Empieza en la iglesia del pueblo, que aunque parezca muy antigua no lo es tanto; lo atraviesa por la calle principal en dirección a Villamanín, al que merece la pena ir luego a comer, y al final del pueblo se adentra, a la izquierda, en la montaña. Hay que seguir el sendero entre los pastos salpicados de ganado y los bosquecillos de abedules, pasar por al lado de alguna formación rocosa, mirar a los valles cercanos y los lejanos picos. Atreverse a subir el pico ya es cosa personal: no hay camino y hay que pelearse con la vegetación.

En algún momento, pasado el Pico Gallo y hacia la izquierda, el sendero desciende y ahí están las hayas cayendo sin caer por la pendiente. Hay que fijarse muy bien en el caminito trazado por las pezuñas del ganado y las marcas que han dejado otros caminantes.

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