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Primero rugieron los volcanes Erciyes, Hasan y Göllü, cubrieron el territorio de ceniza volcánica que acabaría solidificada hace millones de años. Después llegó el viento, sopló y sopló como el lobo en el cuento de los tres cerditos. Y el agua, que lamió y lamió como el niño ansioso al devorar un helado. Juntos modelaron formas caprichosas sobre aquellos restos de furia: chimeneas, columnas, agujas... El trabajo escultórico lo concluyeron humanos en busca de hogar donde guarecerse. Así nació la Capadocia que conocemos hoy, alimentada por las provincias de Kayseri, Aksaray, Niğde y Nevşehir, esa que sorprende a quien la mira porque jamás cansa hacerlo, podrías regresar infinitamente y seguir enamorado como la primera vez.
Un aspecto ha cambiado desde hace años, antes los globos no inundaban cada amanecer, aunque visto el paisaje a bordo de uno de ellos se entiende el éxito de la iniciativa. Hay lugares que observados desde la tierra emocionan pero contemplados desde el cielo enmudecen. Sucede con la Kapadokya turca, cualquier madrugón se da por bueno tras alzarse sobre el Valle Rosa o el Valle del Amor con el rostro próximo al fuego que calienta el aire, dentro de la aeronave sometida al viento, aquel que durante siglos ayudó a convertir estas tierras en paisaje de ensueño. Así que si la primera pregunta que tenías sobre el destino es si vale la pena montar en globo la respuesta es sí, siempre y cuando estés dispuesto a pagar el precio.
Si vas justo de presupuesto, queda asistir al espectáculo abajo, con la mirada fija en un cielo plagado de coloridas motas mientras empleas las piernas en llegar desde Göreme hasta el ya mencionado y amoroso Zemi Vadisi, nombre que se explica a sí mismo cuando lo recorres. Para hacerlo, habrás respondido antes a otra duda, la de si esta región merece tantas alabanzas... las merece. Única en el mundo por sus joyas geológicas, históricas y culturales, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco bajo el título 'Parque Nacional de Göreme y Sitios Rupestres de Capadocia' y cuenta con una amplia extensión protegida. Quedarán nuevos interrogantes acerca de las mejores visitas, los imprescindibles y hacia dónde alargar la ruta si hay tiempo. Para resolverlos escribimos estas líneas.
Antes de adentrase en la magnífica extensión, recuerda que Turkish Airlines cuenta con vuelo desde Bilbao a Kayseri (escala en Estambul) todo el año. Ya aterrizados, se acumulan los placeres… y las gentes. Todo el mundo desea conocer un pedacito de paraíso, por ese motivo casi nunca faltarán personas alrededor, aunque hay modos de escapar durante un rato, por ejemplo en el Valle de Soğanli. Menos transitado, allí sobreviven sin ticket de entrada ni turismo de masas las iglesias de Tahtali, Tokali y Yilanli, con frescos bizantinos datados en los siglos IX y XI. Entender su existencia pasa por comprender la importancia del cristianismo en la zona, aunque ahora asociemos Turquía al islamismo. Apareció en el siglo I, poco después de la muerte de Jesús; según la tradición, los apóstoles San Pablo y San Pedro predicaron el evangelio a la población local a pesar de la resistencia de las autoridades.
Por entonces, recordemos, todo pertenecía a un Imperio Romano cuyo poder sintió como amenaza la nueva doctrina. Los esfuerzos por contener la fe cristiana resultaron inútiles, para el siglo III el lugar se había convertido en su baluarte. Figuras fundamentales en la formación de la iglesia primitiva partieron de allí. Muchas de aquellas primeras comunidades decidieron protegerse en áreas remotas, en valles y cuevas donde practicaban sus creencias sin temor a ser perseguidos. Usaron la roca volcánica blanda para tallar templos y monasterios, frescos para narrar con imágenes. Pero regresemos a la actualidad y a los templos mencionados que, como en muchos otros casos, llevan el nombre de algún elemento ornamental pues se desconoce el primero, como la 'Iglesia de la serpiente' (se aprecia ese animal). Hasta ellas es posible llegar en coche o como parte de una excursión; para descubrir las esparcidas por el resto del valle organizan caminatas.
La madre de todas las citas aguarda en Göreme, centro neurálgico repleto de restaurantes, tiendas y alojamientos que en muchos casos aprovechan las rocas. Allí podrás escoger entre las empresas que facilitan el vuelo en globo; alojarse en un hotel caverna, por cierto, redondea el lujo. Pero el premio máximo espera a un kilómetro de la ciudad, en el Museo al Aire Libre de Göreme, Patrimonio Mundial de la Unesco. Aquí habrá que pagar, pero lo contemplado lo vale. Importante centro de la cristiandad entre los siglos VII y XIII, suma iglesias y monasterios con frescos devocionales creados en su época floreciente, entre los siglos IX al XIII. Después llegarían el declive, las disputas sectarias, el rechazo al culto a imágenes y las invasiones árabes. Entrar en los edificios robados a la piedra es hacerlo en la historia, aunque más allá de este enorme valor impera el estético gracias al arte y a la geología de esta sorprendente tierra. De nuevo, la identidad de los templos responde a su aspecto: la Iglesia de las Sandalias, repleta de personajes con este calzado; la Iglesia Oscura, con espectaculares pinturas de ese tono (las mejor conservadas del conjunto, de ahí que se paga aparte)...
Fuera, tras caminar por encima de la roca, toca viaje al subsuelo. Ya advertimos que a los romanos no les hizo gracia la aparición del cristianismo con su único dios frente a los muchos que adoraban. Creyeron intuir en el nuevo movimiento la insurrección, de ahí el hostigamiento. Capadocia se convirtió en refugio gracias a una red de asentamientos subterráneos tallados a mano. Diversas fuentes históricas creen que los hititas habrían habitado antes estos complejos subterráneos, ciudades visitables como Kaymaklı y Derinkuyu. Dentro surge el alma exploradora en quien la posea, entre pasillos estrechos y techos bajos donde es necesario doblar el cuerpo. Conectan con la infancia y las historias protagonizadas por exploradores y arqueólogos, con quienes adoran moverse en penumbra mientras imaginan a los ejércitos de Roma tratando de superar moles de piedra, puertas defensivas instaladas por quienes rezaban al otro lado.
Cualquier aproximación escrita a lo que espera en todos estos destinos se queda corta. ¿Admiración, sorpresa, felicidad? El paisaje conquista las emociones. Da igual cómo te adentres en sus dominios. De la mano de una ruta de 5 kilómetros desde Göreme cruzando el Valle de las Palomas (Pigeon Valley) hasta el Castillo de Uçhisar. Por el Valle de Pasabag (Valle de los Monjes), a 3 kilómetros del Museo al Aire Libre de Göreme para admirar las 'Chimeneas de Hadas'. A través del de Devrent (Valle de la Imaginación), donde interpretar formas parecidas a animales y objetos. A pie o a caballo por el fabuloso Valle de las Rosas y el Valle Rojo, donde sentirse parte de una película... Necesitarás varios días para disfrutar todas las posibilidades.
Cumplida la lista de objetivos, la propuesta continúa en dirección al valle de Ihlara, donde destacan los frescos del Monasterio de Güllüdere. Por el camino sorprende una antigua ciudad griega que muchos turistas pasan por alto en Aksaray: Güzelyurt. El emperador Teodosio mandó construir allí Cami Kilise, la Iglesia de San Gregorio, el año 385. En el mismo distrito de Güzelyurt puede el viajero acercarse a la Iglesia de Kizil (Iglesia Roja) del siglo VI, parcialmente en ruinas.
La siguiente parada por esta ruta del cristianismo en Turquía transita hacia Niğde, en primer lugar al fascinante Monasterio de Gümüşler, construido en el siglo X. Nueva materialización de conjunto rupestre en la era bizantina, el volumen de visitantes desciende radicalmente, lo que permite moverse a antojo. Representaciones de La Anunciación y el El Nacimiento, columnas en las que distinguir a cada evangelista, conviven junto a un venerado fresco de La Virgen María y escenas de caza únicas. Ni siquiera hace falta ser creyente o adicto a las historia bíblica para visitarlo, basta la capacidad de sorprenderse ante una arquitectura desconocida y el arte antiguo. El segundo reclamo lleva a la Iglesia de Yeşilburç, de fecha incierta aunque creen que se remonta a los siglos X y XI. Allí un mirador de suelo transparente permite distinguir la caída de la roca.
Ya fuera de Capadocia, el viaje puede estirarse hacia el sur, hasta el mar. En la provincia de Mersin suena más el nombre de Tarsos. En su origen, puerto mediterráneo importante, encrucijada de rutas comerciales que enlazaban el sur de Anatolia con Siria y la región del Ponto, destacó como centro cultural y filosófico. Aseguran que allí nació San Pablo, fundador de las primeras comunidades cristianas y evangelizador en relevantes enclaves del Imperio Romano, de ahí que la ciudad, donde se siente el verdadero espíritu turco, cuente con la Casa de San Pablo y una iglesia dedicada. Para hacer la mejor foto, busca las Casas Históricas de Tarso, construidas en piedra y madera; la Puerta de Cleopatra, bajo la que pasó la gobernanta de Egipto; Makam-i Danyal Camii, santuario del profeta Daniel; la Kubat Pasha Madrasa, ahora museo etnográfico; Kirkkasik Bedesteni, antiguo bazar cubierto construido en el siglo XVI por Ramazanoglu III Ibrahim, o el Tarsus American College, uno de los colegios más prestigiosos del país.
Sin abandonar la provincia, la arqueología solicita turno en la Antigua Ciudad de Kanytella (Kanlıdivane). Enamora por su ubicación y ruinas, el aroma a salitre y la cercana brisa marina. El asentamiento se estableció alrededor de un gran derrumbe de tierra de 70 metros de diámetro y 60 de profundidad, sima que formó parte del reino de Olba y pasó después a tutela romana. Centro religioso con cuatro iglesias, la presencia de casas y talleres de aceite indican además su importancia como centro de producción. Dicen que los hijos de Roma lanzaban al sumidero natural a criminales para ser devorados por leones, que el color rojizo tiene que ver con la sangre vertida. Más allá de truculencias, al asomarse a las paredes rocosas se distinguen relieves esculpidos en las rocas como el de la familia Armaronxas.
El resto de días vendrá bien un merecido descanso tras tanta vuelta, ensimismarse frente al Mediterráneo, aprovechar las calas que pueblan la costa para darse un baño, admirar desde la playa el Castillo Kizkalesi en su islote, comer pescado en el pueblo de Narlikuyu, visitar el Museo Arqueológico de Mersin… Incluso es posible acercarse a Silifke si aún quedan ganas de profundizar en las raíces cristianas, hasta la iglesia dedicada a Azize Thecla, en cuya cueva se escondió la santa, fiel seguidora de San Pablo, la más antigua del cristianismo según la creencia.
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