Un cañón, un niño Jesús con chistera y un idioma propio
Miranda Do Douro (Portugal) ·
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Miranda Do Douro (Portugal) ·
Este pueblo portugués tiene vistas impresionantes al Duero y una historia tormentosa que ha dejado mitos y un particular modo de hablarNo hay excusa mala para entrar en Portugal, para comerse unos 'pastéis' de nata y para escuchar la musicalidad lánguida de las conversaciones callejeras cruzadas ... de ventana a ventana. En Miranda do Douro, además, hay ahora cientos de golondrinas garabateando el cielo, calles adoquinadas y sencillas casitas blancas, vestigios históricos de rotundos sillares, tiendas con cosas extrañas, el bacalao en todas sus formas... Y, especialmente, están las vistas al cañón del Duero que marca la frontera con España. Lo que sus vecinos zamoranos llaman los arribes. De ahí sale buen aceite de oliva.
Es Miranda do Douro una excursión bien bonita. Llega mucha gente en escapada de un día desde Zamora y desde Salamanca, sobre todo. Se accede al pueblo después de una subida sinuosa junto al río, emplazamiento este que ha contribuido al carácter del lugar, aislado y especial. Desde abajo parten los botes turísticos que navegan por el cauce, encajonados, y tienen mucha aceptación entre los forasteros los fines de semana.
Lo primero que uno se encuentra al llegar arriba es bastante decepcionante, un pueblo anodino, tristón, lleno de tiendas medio vacías sin encanto ni alegría. Una bajona. Hay, eso sí, una 'pastelaria' donde comenzar a reconciliarse con el lugar con surtido goloso y café bueno. Tras la parada, tras este avituallamiento, los colores ganan intensidad y el lugar gana magnetismo también.
Distancia A cuatro horas y media de Bilbao (432 kilómetros) y a cuatro horas y diez minutos de Vitoria.
Sobre todo, cuando se camina hasta el mirador Do Penedo Amarelo, a unos doscientos metros de distancia, y se tiene la impresión de volar sobre el cañón sinuoso. Hay varios miradores en la zona, más o menos lejos del pueblo, y también varias rutas con distintos niveles de exigencia para disfrutar de vistas impresionantes. Tras la caminata, hasta las tiendas antes deprimentes parecen más bonitas, y el pueblo, más alegre.
Pero falta lo mejor. Todo lo anterior está en la zona nueva. La parte vieja, la villa medieval, apenas se ve desde la carretera principal. Únicamente sobresale en el horizonte una impresionante catedral que parece solitaria y descontextualizada. A medida que se avanza hacia ella por una subida adoquinada y ancha va apareciendo el casco histórico, compacto, tranquilo, sencillo, con su muralla fragmentada. Que un pueblecito como este, que no llega a dos mil habitantes, tenga una catedral de semejantes dimensiones asomada al Duero es debido a que en el siglo XVI competía con Braganza, así que se creó una diócesis con su catedral y todo. Aquello no prosperó pero el templo sí resistió.
Hay en ella, en la catedral, una figurita inquietante a quien la gente de allí tiene al parecer una devoción particular. Se llama Menino Jesus da Cartolinha, y es un pequeño niño Jesús tocado con un sombrero de copa, de gesto hierático, colorete cabaretero, y una colección de vestiditos que le van cambiando según la temporada del año. Es una de esas imágenes de aire retromedieval tan ingenua como turbadora. Tiene su origen en el conflicto que tuvieron allí con los españoles en el año 1711: el pueblo, guiado por un niño misterioso, logró la victoria. Así que hicieron un muñequito al que incluso sacan en procesión.
En Miranda también están las ruinas del viejo castillo, que explotó y quedó reducido a escombros en la Guerra de los Siete Años, en 1762; hay iglesias y un museo. Hay también tiendas de artesanía. Y hay un idioma propio. En los monumentos las explicaciones vienen en dos textos: uno en portugués y otro en mirandés. Este último parece tener que ver con el asturleonés, aunque con más conexiones con el portugués, como es lógico. Según los últimos censos, lo hablan unas 15.000 personas en los municipios de Miranda, Mogadouro y Vimioso con la misma musicalidad que el resto de vecinos portugueses.
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