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Vuelven las caras

Furgón de cola ·

Once meses después, las mascarillas dejan hoy de ser obligatorias en el exterior

Da la sensación de que la posibilidad de quitarse a partir de hoy la mascarilla en el exterior nos enfrenta a una pequeña crisis colectiva, ... no se sabe si como sociedad o si como especie. Lo digo porque ya ha aparecido un síndrome psicológico nuevo: el de la cara vacía. Y porque parece mucha la preocupación que se vive entre los expertos faciales. No confía el sector en que, tras once meses yendo todo el mundo con mascarilla a todos lados, podamos sobrellevar el descubrimiento de que el prójimo tiene cosas en la mitad inferior del rostro: narices, bocas, bigotes... ¿Cómo reaccionaremos al ver todo eso? Yo imagino que con horror, claro. Y luego vendrá el impulso peor, el de corregirle al desconocido el careto, subiendo un poco esa napia, haciendo que sonrían esos labios, intentando en definitiva colocarle las piezas en su sitio a ese extraño Mr. Potato.

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Por si fuera poco, los comunicólogos tampoco están seguros de que podamos gestionar la cantidad descomunal de información que al parecer trasladan las partes del rostro que ahora se destapan. Así que es muy probable que hoy, al salir a la calle, veamos a la gente sin mascarilla atrapada en interacciones infructuosas, intentando comunicarse sin éxito con un sinfín de gestos cuyo significado el emisor apenas recordará y el receptor no identificará de ningún modo: morritos besuqueros, nariz arrugada, media sonrisa irónica, boquita de piñón, dientes apretados, lengüetazos sensuales… Cierto que, aun pudiéndonos quitar la mascarilla, digo yo que será posible que sigamos hablando los unos con los otros. Pero se conoce que eso, en términos de comunicación, tampoco sirve para mucho.

Por lo demás, el desenmascarillamiento coincide con un repunte de contagios y con noticias de países como Israel en los que todo parecía ir muy bien hasta que la desescalada ha empezado a ir bastante mal. Un 47% de los vascos preferiría que la mascarilla en exteriores fuese obligatoria durante algún tiempo más. La buena noticia es que esa mitad de la población puede seguir con la mascarilla si lo desea. Mejor, eso sí, si no son de esas de rejilla que presentan la eficacia de un colador. Van a ser retiradas ahora por el Gobierno vasco. Sí, ahora, eso es: justo a tiempo.

INDULTOS

Lince catalán

Trasladando el debate sobre los indultos al promisorio campo de la ranchera, José Luis Ábalos dijo ayer que eso de que el Tribunal de Cuentas investigue gastos irregulares en el Govern y exija las correspondientes fianzas son «piedras en el camino». Si le tiran un sombrero de charro, yo creo que el ministro confirma que su destino, el del Gobierno, es indultar e indultar (indultar e indultar). Pues ya está: a los independentistas catalanes lo de la pasta también va a salirles bien. Su nivel de protección roza el del lince ibérico. Lo de Ábalos sorprende, pero solo por el desparpajo. Si el ministro de Justicia ya dejó caer que Puigdemont podría ser indultado antes de ser juzgado. Parece un disparate jurídico, pero tiene sentido desde la óptica mariachi: mi palabra es la ley. No descarten que lo del dinero sea al final lo realmente escandaloso. A diferencia de la cárcel, el ciudadano sabe lo que es pagar multas en primera persona.

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REINO UNIDO

Las normas

Durante meses, Matt Hancock, ministro de Sanidad inglés, abrasó a la ciudadanía con llamamientos a la responsabilidad. «Todos debemos seguir las normas», repetía. Bueno, él no lo hizo. Ayer 'The Sun' abría con una foto en la que se ve a Hancock magreándose en su despacho con una asesora. Sucedió a comienzos de mayo, cuando estaba prohibido reunirse en interiores con no convivientes. El ministro se ha disculpado. Por romper la distancia social. Debe de intuir que lo otro, lo de haber roto un pacto evidente con los ciudadanos, es imperdonable.

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