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El president huido, Carles Puigdemont, no está solo porque se ha llevado la última palabra con él. Anteayer, yendo un poco más lejos, los votos independentistas se impusieron en la constitución de la Mesa de la Cámara, que está desmantelada. Números cantan y hay que oírlos aunque desafinen. El número es una poderosa deidad porque hemos acordado que la dudosa verdad es su eventual compañera, ya que las otras son mentira. Roger Torrent, de ERC, se ha asegurado el control del debate de investidura, que debe celebrarse antes del 31 de enero, y cabe esperar sin que nadie se desespere. Los que creyeron que la luz era suya no deben precipitarse en la sombra porque allí se ve menos. Los independentistas ven claro en la penumbra y han renovado su apuesta: Puigdemont o elecciones.

El Gobierno ha advertido que recurrirá a una investidura a distancia, si no hay luz verde para el distante candidato. También se puede mandar estando todo a media luz, como en el tango, porque el objetivo es restaurar la normalidad que nunca existió y el tiempo apremia aunque no ofrezca ningún premio. La tabarra catalana está pensada para que dure pero puede desembocar en la nueva aplicación del artículo 155 y en la convocatoria de unas nuevas elecciones. Roger Torrent es el president más joven de la historia del Parlament pero ya sabemos que la edad no hace al tiempo, sino que lo deshace a veces queriendo empezar por lo que no se ha acabado. ¿Será necesario que las cosas se pongan peor para que mejoren? A la luz cambian las cosas, aunque el alumbrado sea verde. Mientras, desde Esquerra se asume que hay un acuerdo para apoyar a Puigdemont, que se apuntala solo. Quizá tenga una linterna mágica.

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