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Un haz de ramas secas

A Europa le va faltando abrirse a los 'pies mojados'. Fue el logro de nuestra emigración interior en el siglo XX

Santiago Araúz de Robles

Jurista y escritor

Viernes, 22 de marzo 2024, 00:02

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Se ha detenido -¿o quizás no?-, solo un instante: para que yo pueda montar el móvil y tomar la instantánea, que me llevaré conmigo, claro, ¿ ... qué otra cosa? Se ha detenido, en un impulso ancestral, para ser observado. Extrañándose de que me extrañe. ¿De dónde viene? Posiblemente del cauce seco en permanente estiaje, a cientos de pasos de andadura de sus pies descalzos, desde la ciudad. El cauce con espinudas ramas flácidas sin hojas ni flores. Ese cauce que en años caprichosos -lo recuerdan los viejos de pupilas desgastadas, y con memoria- se irrita en un turbión de gangrenadas aguas con remolinos de barro y jirones de telas de percal estampadas en colores básicos (descoloridas, sin embargo) flotantes, y cuyo destino es arrasar la capital toda suburbial, empezando por los barrios extremos y arrastrando en la calle principal los tenderetes de mercancías. En las márgenes de ese cauce enjuto el ¿niño? tronchó las ramas que carga sobre su cabeza, abrazadas como un trofeo.

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