Salvemos el pacto nuclear iraní
El expansionismo de Teherán lleva a los regímenes suníes del Golfo, liderados por Arabia Saudí, a aliarse con Israel
En momentos en que el espectro de una incursión rusa en Ucrania reaparece, no es menos inquietante la laxitud iraní en las deliberaciones sobre el ... programa nuclear de 2015. Desde noviembre en la capital austríaca, los encuentros indirectos entre Irán y Estados Unidos intentan salvar el acuerdo de Viena sobre la no proliferación atómica tres años después de que Donald Trump rompiese el compromiso multilateral. Si el actual presidente estadounidense, Joe Biden, estima crucial la reconducción de un pacto estabilizador para una región de alto riesgo bélico como Oriente Medio, diferencias mayores explican el alarmismo vigente. La llegada a la presidencia iraní del ultraconservador Ebrahim Raïssi y su acercamiento a China alteran los márgenes de entendimiento.
La 'urgencia' de unos es la dilación de los otros. ¿Es un nuevo medio de Teherán para ganar tiempo?, se preguntan los europeos abrumados por el riesgo de que el acuerdo de 2015 pierda todo su sentido si en unos meses Irán informa sobre su dotación del arma atómica. Las interrupciones ilustran las diferencias y altas posibilidades de estancamiento del proceso reabierto. Para complicar su fragilidad, las delegaciones estadounidense e iraní no negocian directamente a petición de los representantes de Teherán. Pasan por la intermediación de las partes presenciales, sea el coordinador de la Unión Europea, sean los negociadores de Francia, Alemania, Reino Unido, siempre bajo vigilancia de Rusia y China.
Desde 2015, el régimen de los ayatolás se ha endurecido. La elección presidencial de junio pudo con la 'moderación' del presidente Hassan Rohaní dando paso al ala dura de Ebrahim Raïssi y su ministro de Exteriores, Hossein Amir Abdollahhian. Contrariamente a sus predecesores, estos políticos no consideran un nuevo pacto como una prioridad fundamental.
Si Trump creyó doblegar al régimen iraní endureciendo sus sanciones económicas, esperando de sus líderes la paralización del programa nuclear, la limitación del balístico y del expansionismo regional, Irán no cedió. Pese a su depauperada situación interior, la república islámica contradice hoy la clarividencia de Trump. Irán y China han profundizado sus vínculos estratégicos y comerciales al punto de que Teherán cree que el país podría acomodarse a otras sanciones apoyándose en su aliado chino. Los europeos resitúan las exigencias del negociador iraní Alí Bagheri en la geopolítica de 2022.
Aprovechando la ruptura de los compromisos por parte de Trump, el programa nuclear iraní ha hecho grandes progresos, creen los occidentales. Estos últimos años, Teherán -unilateralmente- se ha tomado sus libertades. Los iraníes producen cantidades preocupantes de uranio enriquecido y disponen de centrifugadoras modernas. Si bien carecemos de fecha para el relanzamiento del diálogo en Viena, los contactos mantenidos dejan «algunos progresos técnicos»: un documento «base de discusiones» y un método de trabajo armado sobre el beneficio mutuo.
Señal alentadora es que Teherán ha aceptado la sustitución por parte de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) de las cámaras de vigilancia instaladas en Karadj, sede de las centrifugadoras, para reanudar el control del programa nuclear. El gesto es un paso importante, susceptible de apaciguar el clima geopolítico hacia Irán.
El Golfo Árabo-Persa es un punto del planeta en donde la riqueza material encubre mucha zozobra estratégica. El predominio en la región viene oponiendo de antiguo a persas contra árabes, musulmanes chiíes contra suníes; Riad contra Teherán. El expansionismo galopante de la república islámica lleva a los Estados de la orilla occidental del Golfo, liderados por Arabia Saudí, a armarse para garantizar su seguridad. Hoy los emires tienen miedo de una eventual retirada estadounidense de la zona e igualmente tienen miedo del avance nuclear iraní.
Ante estos potenciales riesgos, los regímenes suníes de la orilla árabe se alían con Israel frente a la república islámica. Emiratos Árabes Unidos y Baréin establecieron relaciones diplomáticas con el Estado hebreo en 2020 con los Acuerdos de Abraham. Irán, la gran potencia de la orilla oriental -presente en Siria, Líbano, Iraq, Yemen- sabe que el acuerdo de 2015 permitió evitar una escalada militar. En Viena, las negociaciones sobre la tutela internacional del programa atómico no pueden traer malas noticias a los árabes. En el nuevo Oriente Medio, la alianza israelo-árabe no toleraría las instalaciones nucleares iraníes a pleno rendimiento.
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