La ruptura del bloque independentista
A medida que crece la convicción de la inviabilidad de la secesión de Cataluña se especula con un futuro tripartito de izquierda
antonio santamaría
Jueves, 25 de noviembre 2021, 00:09
La fractura del bloque independentista, tras la aprobación in extremis de los Presupuestos de la Generalitat, gracias a los Comunes, plantea grandes interrogantes sobre la ... duración de una legislatura de transición que podría calificarse de posprocesista.
Por segunda vez, los Comunes han salvado las Cuentas de la Generalitat. En la anterior legislatura las aprobaron con el compromiso de Quim Torra de convocar inmediatamente elecciones ante su inminente inhabilitación. Torra no cumplió su palabra y los Comunes quedaron en muy mala posición. Ahora la situación es diferente. En primer lugar, la negociación de los Presupuestos de la Generalitat corre en paralelo a la de las Cuentas del Estado y del Ayuntamiento de Barcelona. Así, ERC ha debido dar marcha atrás y desdecirse de su negativa a apoyar el proyecto de la capital catalana.
En segundo lugar, sin la aprobación de los Presupuestos no se habrían podido recibir los fondos de la Unión Europea, lo que habría supuesto una catástrofe económica y social, derivando, casi inevitablemente, en un adelanto electoral. Ello con el enorme descrédito de los partidos de la coalición gubernamental, por la pérdida de muchos millones de euros en medio de la crisis pospandémica.
La ruptura del bloque independentista de la investidura está cargada de consecuencias no inmediatas. No tanto por la negativa de la CUP a aprobar los Presupuestos, que entraba dentro de lo posible, sino por la actitud de Junts per Catalunya. Esta formación, parcialmente heredera de Convergència, resulta un conglomerado heterogéneo solo cohesionado por sus postulados nacionalpopulistas y la dirección 'carismática' de Carles Puigdemont, que comparte, como ha analizado Steven Forti, muchos rasgos en común con otras formaciones de ultraderecha europea.
Junts nunca ha aceptado perder la presidencia de la Generalitat, concebida como un patrimonio propio. Se resistieron con uñas y dientes a investir a Pere Aragonès. Asimismo plantearon un órdago de gran calado al intentar boicotear la mesa de diálogo, la apuesta estratégica de ERC. También negociaron a espaldas de ERC la ampliación del aeropuerto de Barcelona, que finalmente ha quedado sin efecto. Ahora han amenazado con tumbar unos Presupuestos elaborados por el 'conseller' de Economía de Junts, Jaume Giró, exdirectivo de CaixaBank.
La cohesión del bloque independentista resulta muy problemática desde el fracaso de la vía unilateral a la secesión. En efecto, es muy difícil mantener esa cohesión en un espectro ideológico que va de la extrema derecha a la extrema izquierda sin una hoja de ruta común para acceder a la independencia.
Junts, ERC y, en menor medida, la CUP están atrapadas por el discurso de la sagrada unidad de las tres formaciones independentistas frente a la 'represión' del Estado y los reclamos de sus bases sociales, que constantemente exigen la unidad de acción para culminar el proceso y proclamar el Estado independiente. Todos comparten el miedo cerval a ser acusados de romper esa sagrada unidad que, en este mandato, está aderezada con el mantra del 52% de la mayoría secesionista. Una cifra irreal, pues se obtiene de sumar los votos del PDeCAT, sin representación parlamentaria, el verdadero heredero de la vieja Convergència.
El pacto presupuestario suscrito por ERC y Comunes, sin el concurso de Junts y con la oposición de la CUP, plantea serias dudas sobre la viabilidad de esta legislatura, al menos con la actual correlación de fuerzas en torno al eje nacional. Especialmente, cuestiona el pacto de investidura con la CUP, según el cual Aragonès se sometería dentro de año y medio a una moción de confianza para evaluar los resultados de la mesa de diálogo.
El proceso soberanista se parece a una estrella apagada que, a causa de su distancia en años luz con la Tierra, sigue emitiendo una aparente luminosidad. Por tanto, es lógico que a medida que se consolide la convicción de la inviabilidad de la secesión, al menos en el medio plazo, el eje dominante de la política catalana se desplace de la cuestión nacional hacia la social en torno al vector izquierda/derecha. El pacto presupuestario es también un indicador de esta tendencia de fondo que está alimentando especulaciones sobre un futuro tripartito de izquierdas tras el final de la actual legislatura, de incierta duración.
Finalmente, otra muestra del agotamiento de la vía secesionista radica en la reactivación de las campañas sobre la lengua catalana. El desplazamiento del énfasis de la reivindicación política de la independencia hacia cuestiones identitarias resulta sintomático de este repliegue del movimiento independentista hacia el interior del país en una suerte de mecanismo de compensación por la frustración derivada del fracaso de la secesión.
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