Rompiendo techos de hormigón
La presencia de mujeres en puestos de alta responsabilidad es una tendencia imparable que empieza a normalizarse, aunque persisten numerosas barreras
Estamos en el mes de mayo. Tradicionalmente, el mes de las flores. Además, en esta época pandémica es tiempo de mascarillas, vacunas y también -ganas ... no faltan- de apelar a la esperanza y de empezar a atisbar futuros más halagüeños. En este sentido quiero recalcar dos importantes nombramientos en instituciones emblemáticas de Bizkaia en las que su máxima dirección nunca había llegado el mal llamado sexo débil. Me refiero a la presidencia de Cebek, la patronal de las patronales vizcaínas, con Carolina Pérez Toledo, que ya era su vicepresidenta, y a la dirección general de Bilbao Metrópoli 30, la asociación publico-privada revitalizadora de la metrópoli, con Idoia Postigo, que ya era su subdirectora general. Es decir, no estaban lejos, pero había que dar el paso. También hay que recordar que tenemos rectora en la UPV que a su vez sustituyó a otra, que tenemos mujeres directivas en la Universidad de Deusto, multitud de consejeras y directivas en empresas punteras, mujeres en las juntas de diversas patronales y también en las direcciones de entidades financieras y sindicatos. Es una tendencia imparable y algo que tiende a normalizarse.
Recordemos que la mujer ha partido de una situación objetivamente injusta. Hasta 1910 no podía ir a la Universidad, hasta 1931 no podía votar; hasta el no tan lejano 1978, sin permiso marital, no podía trabajar, abrir una cuenta bancaria, vender o comprar propiedades o sacarse el carné o el pasaporte. Ahora, a nivel global estamos en una buena aunque lenta tendencia. Según datos del Informe Women in Business 2021 de Grant Thornton, el porcentaje de mujeres en puestos directivos en el Estado ha pasado del 22% del 2011 al 34% actual, que es el mismo porcentaje en la UE; sin embargo, en el País Vasco estamos en el 23% y retrocediendo, ya que el pasado año eran el 24%. En este sentido, desde la instauración de la democracia no ha habido en la comunidad autónoma ninguna mujer alcaldesa de las tres capitales , ni diputada general ni lehendakari. También es verdad que en el franquismo tuvimos una alcaldesa en Bilbao y aquel régimen no era precisamente más progresista que el actual. Y otro dato es que en la vecina Navarra van por la segunda lehendakari femenina.
No me gusta del todo el término feminismo. Lo respeto. Y entiendo tanto a Virgina Woolf cuando indica que feminismo es la noción radical de que las mujeres son personas cómo a su sentido clásico, el que deriva de la dialéctica hegeliana del amo y del esclavo, tal y como lo expresaba Simone de Beauvoir. Y me convence si por feminismo entendemos abogar por la igualdad de oportunidades entre ambos géneros. No obstante, me siento más a gusto hablando de humanismo, del conjunto de personas, de hombres y mujeres, de igualdad de oportunidades para todos y desde todos los puntos de vista: clase social, lugar de nacimiento, apellidos, color de la piel, religión, idioma… y, desde luego, género.
También opino que, aunque aún hay mucho camino por recorrer, el método no creo que sea la imposición de cuotas, ni para la política ni para los consejos de administración o direcciones de las empresas; se debe llegar a los puestos clave, como así se está haciendo en las mencionadas inicialmente, por valía personal y profesional. Desde luego hay que eliminar muchas barreras. En el mundo laboral, conseguir una conciliación real laboral-familiar y permisos retribuidos en igualdad de condiciones para la cría de hijos tanto para hombres como para mujeres. No nos olvidemos que, aparte del problema de igualdad de sexos, tenemos aquí en Euskadi un problema de demografía muy importante, y para intentar solventarlo tenemos que tener más hijos y en edades más lógicas. La brecha salarial, que hay que eliminar, surge porque resulta más difícil para la mujer escalar en la jerarquía profesional y poder acceder a puestos mejor remunerados precisamente por ser mujer, tener y cuidar a los hijos, a los padres mayores. En el ámbito familiar es preciso un pacto interno para poder desarrollar una vida profesional plena con apoyo de la pareja.
Somos personas. Se trata de que nos podamos desarrollar independientemente de nuestro sexo. Que cuenten nuestra valía personal y profesional, aptitud y actitud. Que los sistemas educativos sean paritarios. Que las leyes no sean sexistas. Y que vayamos haciendo una sociedad más justa, más tolerante y más equilibrada. Los hombres, junto a las mujeres -que son nuestras madres, hermanas, esposas, hijas, sobrinas, nietas...-, debemos juntos limpiar los llamados suelos pegajosos y romper también los techos de cristal, que en muchos casos siguen siendo de hormigón, para conseguir una real igualdad de oportunidades. Porque esta es una de las señas de identidad de las sociedades avanzadas.
Mikel Etxebarria Dobaran es autor de 'Meditaciones Compartidas. De Bilbao al mundo'.
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