Según Maquiavelo, la fortuna es veleidosa y conviene adaptarse a sus tempos, resultando vano intentar lo contrario. Sin saber seguir el compás del vaivén de ... semejante carrusel no se dura mucho sobre todo en la política. Se diría que Alberto Núñez Feijóo necesita cambiar de metrónomo para no irrumpir a destiempo y arruinar los esfuerzos de la toda la orquesta.
Después del 28-M se las prometía muy felices con unos cuantos meses por delante para ir desgastando al Gobierno actual y ganar con holgura unas elecciones a finales de año por pura inercia. Ese fruto caería de maduro y bastaba con recogerlo. Pero Pedro Sánchez, con su adelanto electoral del 23-J, le pilló por sorpresa y el presidente del PP no supo aclimatarse al nuevo calendario estival. Manifestó su nerviosismo al no acudir al debate a cuatro, como si desconfiara de sus habilidades dialécticas y solo acertase a recitar unas notas previas. Por añadidura, «derogar el sanchismo» parece un programa bastante pobretón como alternativa de gobierno y en realidad ni siquiera vale para liderar la oposición con una mínima solvencia, pues a ese liderazgo le corresponde hacer criticas constructivas y suscribir grandes pactos de Estado.
Escarmentado quizá por su mala gestión del inesperado adelanto electoral, una vez recibido el encargo de formar Gobierno, Feijóo reclama disponer de más tiempo para consultar con las formaciones parlamentarias, aunque las posturas no podían estar más claras por haberse reiterado hasta la saciedad. ¿Cuál es el balance de sus apoyos parlamentarios? El PNV no quiere negociar nada en absoluto estando Vox de por medio. Se suscribe solemnemente un acuerdo con la única diputada de Coalición Canaria. También se cuenta en principio con el apoyo de UPN, aunque su credibilidad se resiente de lo sucedido al votar la ley de reforma laboral.
El presunto bloque parlamentario que le apoya ha experimentado un revés al dejar a Vox en la estacada sin lugar en la Mesa del Congreso. ERC ha insistido en que jamás apoyará a un Gobierno del PP. Con Bildu no cabe hablar porque sería tanto como reconocer que afortunadamente no sufrimos los zarpazos del terrorismo desde hace años. Contar con algún voto favorable de parlamentarios insatisfechos del PSOE resulta harto contingente como para tomárselo en serio. Máxime cuando entre las propias filas no sienta muy bien que Feijóo se proponga dialogar con Junts, reconociéndolo ahora como un partido liberal y conservador bajo la corteza del separatismo independentista.
Mientras Feijóo marea la perdiz y se mentaliza para perder su investidura, Pedro Sánchez, junto a Yolanda Díaz, extrema la discreción para recabar los apoyos necesarios llegado el caso. Esto requiere grandes dosis de audacia e imaginación al precisarse concitar una mayoría parlamentaria muy difícil de conseguir por su extraordinaria complejidad. Las elecciones no están pensadas para que los vencedores ignoren la pluralidad y pretendan ajustarlo todo a sus intereses en detrimento de quienes han obtenido una representación menor. El desafío es involucrar de uno u otro modo sensibilidades muy diversas en una gobernabilidad que pretenda solventar los problemas cotidianos de la ciudadanía.
Evitar la polarización y eludir el radicalismo propician un imprescindible clima de dialogo que debería verse presidido por una responsable confianza mutua. Azuzar el conflicto únicamente favorece a los extremismos y arruina la convivencia. Si se cumple con las reglas del juego, cualquier tema puede ser abordado, siempre que se prioricen las cuestiones más urgentes y perentorias de la gente, sin preterirlos alegando unas reivindicaciones quiméricas que dan en posponerlo todo hasta la consecución de su quiliasmo particular, como si hasta conseguirlo tuviéramos que penar con un valle de lágrimas y ponerlo todo entre paréntesis.
Bienvenido sea cuanto pueda favorecer nuestra convivencia y la paz social, no fomente las desigualdades ni tampoco ignore a los colectivos más desfavorecidos. Hay que luchar contra la precariedad laboral y la execrable violencia machista, cobrar conciencia de los estragos que causa el cambio climático, regular el acaparamiento desmedido y las intermediaciones innecesarias, revisar el modelo territorial y el sistema fiscal, robustecer la sanidad y educación publicas, blindar las pensiones y las prestaciones asistenciales, atender los nuevos desafíos digitales y contener la desinformación.
En definitiva, conviene aprender a seguir el compás de los cambios, tal como aconseja Maquiavelo en sus 'Caprichos' o 'Fantasías para Sonderini': «Como quiera que los tiempos y las cosas cambian con frecuencia, pero los hombres no cambian sus fantasías ni su modo de proceder, quien supiese acomodarse a ellos tendría siempre buena fortuna o se guardaría siempre de la mala».
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