Hace unos días, con motivo de los cambios que se produjeron en el PNV tras la proclamación de Aitor Esteban, la nueva portavoz en el ... grupo parlamentario en las Cortes, Maribel Vaquero, hacía una declaraciones muy llamativas. Decía aquello de «negociamos en función del momento», y «el PNV no está atado a ningún bloque». Una evidente declaración de independencia que interpreto más bien dirigida al consumo interno, a los afiliados, en un partido que está sometido a tensiones muy grandes y que tiene, como sea, que mantener su unidad y su 'todos a una'.
Lo cierto es que la trayectoria del PNV no ofrece lugar a dudas, al menos desde la moción de censura contra Mariano Rajoy. Sus clásicas 'dos almas', ni más ni menos que desde los tiempos de Sabino Arana, aceptan el reto que significa la política española. Aceptan que hay que elegir entre el centro izquierda y la derecha. Que hay que realizar una política con evidente contenido social, en la tradición socialdemócrata. Aceptan que hay que mojarse en la política española, en la que, al menos hoy por hoy, o gobiernan el PSOE y sus aliados o lo hace el PP con los suyos, fundamentalmente con Vox. Y, por ahí, el electorado del PNV y sus dirigentes no van a pasar.
En este período tan negro de la historia de la Humanidad que atravesamos ahora, tan globalizado, un período desagradable, con groserías permanentes y tan discriminatorio, basado en la fuerza y el poderío militar, que nos viene marcado por las victorias democráticas de Orbán, de Milei, de Putin, y en particular de Trump, se agradece que el principal partido a lo largo de la historia reciente vinculado con los intereses de Euskadi, el PNV, lo tenga claro. Que sepan que para Euskadi no es indiferente quién gobierna en España. Que la implicación con las políticas de centro izquierda es la única manera de avanzar en el autogobierno. Que los grandes problemas que plantean las relaciones internacionales y los movimientos migratorios requieren de grandes acuerdos y de compromisos e implicación permanente.
No solo por el panorama internacional. También desde aquí, desde casa. Por primera vez el PNV siente en el cogote el aliento de su adversario más potente, EH Bildu, que a diferencia de lo que ocurría en otras épocas, se dedica a la política, a establecer objetivos realistas, a ir paso a paso.
Y en esta situación, una parte del electorado del PNV está en la incertidumbre, en la perplejidad, temen perder su papel históricamente tan privilegiado. No tanto los dirigentes del partido, que conocen su trayectoria, que saben bien de dónde vienen, que su papel siempre ha estado con la democracia, y estuvo con la República, que tienen un compromiso histórico con la izquierda española, así lo manifestaron en la moción de censura, apoyando el primer Gobierno de Pedro Sánchez. Ese compromiso del PNV es claro y debe reconocerse: el apoyo del PNV permitió un avance fundamental en el camino de la democracia.
Lo que pasa es que la cercanía electoral de EH Bildu es incontestable. Están ahí. Y si bien para los veteranos antifranquistas, que tienen 65 años o más, la antigua ligazón entre ETA y EH Bildu significa un 'stop' absoluto, hemos de reconocer que, hoy, son el partido ascendente.
No pasaremos por ahí. El componente ético es una línea roja. Como decía hace poco uno de nuestros políticos: «EH Bildu tiene que hacer el recorrido ético en relación con su pasado». En política no todo vale. Aunque seamos una minoría y, por el hecho biológico, una minoría menguante.
En el horizonte inmediato, en Euskadi también, desde el punto de vista aritmético, habrá gobiernos de coalición, PNV, EH Bildu, con PSE-EE, o entre ellos. El asunto es que no decidan las matemáticas, sino la política.
El actual Gobierno de coalición es parte de una estrategia, no solo de la aritmética, de lo que dan los números. Las disputas que hemos visto estos días en la prensa son una chiquillada, inaceptables e innecesarias. El Ejecutivo de coalición es una apuesta estratégica, no un acuerdo coyuntural. Jugamos no solo en el escenario vasco, sino también en el español e internacional.
Por eso Maribel Vaquero no debe de preocuparse por vendernos 'independencia' como partido, como grupo parlamentario. Somos interdependientes. Y más nos vale vender 'características', o 'datos propios de identidad'. Sin renunciar nunca a la ideología, pero sabiendo que la política es para resolver problemas, no para crearlos. Sé distinguir las declaraciones y tomas de posición de consumo interno, las que refuerzan los lazos partidistas, de la 'realpolitik', que es la que marca el camino. Ahí estamos.
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