Una respuesta eficaz frente al terrorismo yihadista
Historiador, especialista en el islam contemporáneo
Viernes, 23 de octubre 2020, 00:06
El asesinato del profesor Samuel Paty ha provocado por fin una respuesta resolutiva del Gobierno francés, más allá de las reacciones habituales de condena y ... repulsa, necesarias pero estériles en última instancia, porque solo convencen a los que ya están convencidos. Ahora no se pretende ajustarles las cuentas únicamente a los involucrados directamente en el crimen, sino que por fin parece que se emprenden trabajos exhaustivos para, por así decirlo, drenar el estanque en el que nada y prospera el yihaidismo, hasta dejarlo seco.
Los musulmanes que emigran a Occidente, por lo general, vienen a ganarse la vida, no porque les atraiga nuestro sistema social y político. Una vez aquí, buscan crear microburbujas que reproduzcan la cultura y las normas de convivencia de su país de origen, con las que se sienten cómodos. La libertad individual no suele ser una prioridad porque en muchos países islámicos, por debajo del sistema tiránico vigente, opera una jerarquía social estricta. La familia, el clan, se imponen sobre el individuo y sus derechos.
Trasplantados a un país extranjero, los que se benefician de ese sistema desigual pueden estar dispuestos a defenderlo tenazmente, y los que ocupan posiciones inferiores, especialmente las mujeres, pueden mostrarse partidarios entusiastas de «nuestras tradiciones» para ganar puntos dentro del sistema, aunque el sistema en sí les perjudique. Por otra parte, el que se separa del grupo-burbuja se queda solo frente al racismo y los prejuicios.
Además, la cultura árabe actual se ha laiquizado muy poco todavía. Se sigue insistiendo en que el islam es la única religión verdadera, que los musulmanes deben gobernar a los demás, que todos los infieles acabarán en el infierno y que la ley religiosa (sharía) ha de estar siempre por encima de la legislación civil. El que cree de verdad tales cosas, al vivir en una democracia laica donde la mayoría de la población pertenece a una religión distinta o no tiene religión, se ve sometido a terribles tensiones mentales que pueden fácilmente desembocar en violencia.
La reacción habitual entre los gobiernos occidentales ha sido creer que las obvias ventajas de una democracia laica irían debilitando y disolviendo estas creencias arcaizantes, propiciando la asimilación de los emigrantes, lo que en parte ha resultado ser cierto. Sin embargo el proceso es lento y cuando una oleada ya se está asimilando, llegan otras que se resisten o incluso censuran la asimilación de sus colegas que llegaron antes. Muchos se resisten a la asimilación porque implica renunciar a mucho poder (sobre los hijos, pero sobre todo sobre las mujeres), porque su autoestima depende de creerse superiores por su fe, y también porque se tropiezan con discriminación, prejuicios y problemas laborales que les estorban para tomar la opción asimilacionista aunque la deseasen.
El sangriento asesinato del profesor Paty ha convencido por fin al Gobierno francés de que es necesaria una política mucho más enérgica, porque no solo una fracción considerable de los inmigrantes musulmanes no se asimilan -el «separatismo musulmán» que denuncia el presidente Macrón-, sino que algunos intentan imponer por la fuerza sus conceptos y tabúes a la sociedad receptora. Ahora se va a expulsar del país a los fanáticos, los apologistas del terror, se van a disolver todos los grupos que incitan al fanatismo y se van a monitorizar de forma mucho más estricta las organizaciones supuestamente deportivas o caritativas, los disparates que sueltan algunos en las redes sociales, los predicadores enviados a Francia desde el extranjero, la escolarización en casa -para adoctrinar mejor a los hijos y sobre todo a las hijas en las viejas costumbres- y por último, la financiación de las mezquitas; es decir, el dinero saudí, que lleva décadas financiando selectivamente a manos llenas a los más extremistas y los más pasados de rosca; nunca a los moderados. Son medidas que deberían haberse implantado hace años o incluso décadas, pero mejor tarde que nunca.
Por lo que sabemos, el presidente Macron llevaba meses planeando estas medidas, consultando a líderes religiosos y otros expertos. La decapitación de Paty se ha limitado a precipitar los acontecimientos. Un punto a destacar es que Macron planea también ofrecer una movilidad social mayor a los inmigrantes, más posibilidades de inserción económica, para romper la 'burbuja' y que los integristas no puedan ganar adeptos ofreciendo prestaciones sociales que las autoridades no ofrecen. Ese es el truco que emplean en sus países de origen -el dinero saudí les financia con inagotable generosidad- pero no debería poder funcionar en un Estado industrial desarrollado.
Por último, es necesario que los musulmanes en Europa hagan autocrítica, porque otras comunidades inmigrantes de Europa Oriental, Extremo Oriente, Iberoamérica o África Subsahariana, aunque también provienen de sociedades tradicionales, machistas, jerárquicas y autoritarias, no provocan los mismos problemas.
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