Aunque seguramente no despierten ni la expectación ni las pasiones que las estatuillas doradas concitan, los premios Pulitzer -ya en su 105ª edición este año- ... representan un indudable hito en el ámbito del periodismo y la literatura en EE UU. Organizados por la prestigiosa Universidad de Columbia en Nueva York, se han ganado durante más de un siglo un lugar destacado entre los galardones que se otorgan a artistas y reporteros en distintas modalidades. Como cabía esperar, la ceremonia de este año, celebrada el pasado 11 de junio, también tuvo que ser diferente a las de anteriores ediciones, realizándose de forma virtual. Sin embargo, tanto la estatura artística de los y las premiadas como el hecho de que el país aún estuviera intentando asimilar eventos como el asesinato de George Floyd o el asalto al Capitolio dieron un inusitado impulso al solemne acto.
Parece incuestionable que los jurados de los premios Pulitzer en sus modalidades más literarias no pudieron abstraerse de los difíciles momentos que vive la nación en temas como el racismo o el poscolonialismo. Desde la nueva biografía de Malcolm X, 'Los muertos se levantan', del periodista Les Payne -fallecido en 2018- y su hija Tamara, pasando por la obra de teatro 'El rey del Hot Wing' de la dramaturga afroamericana Katori Hall, hasta la novela 'El vigilante nocturno' de la autora nativo-americana Louise Erdrich (Chippewa), la mayoría de las obras galardonadas encierran ecos de los temas anteriormente mencionados.
Tamara Payne declaraba a la Asociación de la Prensa poco después de recibir su premio que «lo que los Pulitzer premian este año parece especialmente oportuno. Todas estas voces son muy importantes y lo han sido siempre». Por su parte, la historiadora afroamericana Marcia Chatelain, ganadora de otro premio por su obra 'Franquicia: Los arcos dorados en la América negra', se sentía privilegiada por ser parte de un grupo de escritores que han «intentado encontrar la forma de dejar claro que escribir sobre la raza es esencial para llegar a comprender lo que necesitamos como sociedad». Y la lista de galardonadas pertenecientes a minorías étnicas se ampliaba con la compositora de origen cubano Tania León y la poetisa Natalie Díaz (Mojave), con su obra 'Poema de amor poscolonial'.
Resulta difícil decantarse por una única voz dentro de este imponente elenco de artistas, cada una de ellas con un ingente bagaje cultural y el genio necesario para transmitirlo a personas de cualquier origen. Pero quizá por su ineludible presencia en el paisaje literario estadounidense durante más de cuatro décadas y por haber llegado a conectar con el público lector de otras partes del planeta, Louise Erdrich merecería ese honor. Además, puede que no sea muy ecuánime en este caso pues, como una búsqueda en Google rápidamente revela, las obras de Erdrich y mis intereses investigadores llevan emparentados muchos años.
A menudo comparada con autores de la talla de William Faulkner o Willa Cather, Erdrich se ha convertido estas dos últimas décadas en la representante más destacada de lo que se ha dado en llamar el 'segundo renacimiento' nativo-americano. Sus novelas captan a la perfección unos paisajes y unos personajes, tanto nativos como euroamericanos, que viven sus tortuosas vidas en la frontera entre las reservas indias y las ciudades de Dakota del Norte y Minnesota. Con un estilo fácil y nada pretencioso, aunque con indudables toques líricos, la narrativa de Erdrich refleja en toda su complejidad los problemas de comunidades marcadas por innumerables traumas históricos y unas difíciles relaciones interraciales.
La concesión del Pulitzer a la formidable escritora Chippewa resultaba en cierto modo previsible pues recientemente ya había recibido importantes reconocimientos: el Premio Nacional de Literatura por 'La casa redonda' (2012) y el Premio Nacional de la Crítica por 'LaRose' (2016). En 'El vigilante nocturno' (2020), la autora se inspira en la vida de su abuelo materno, un líder tribal y el vigilante del título, cuya reserva se ve amenazada por las políticas de 'terminación' de las mismas aprobadas por el Congreso a mediados del siglo pasado. El jurado del premio alababa la obra en su veredicto como «una novela polifónica y majestuosa sobre los esfuerzos de una comunidad por impedir el desplazamiento y eliminación de las tribus nativas en los años 50, descritos con gran destreza e imaginación». La propia autora manifestaba que «este relato le pertenece (a su abuelo) y a las gentes de Turtle Mountain (su tribu). Es muy emotivo, se trata de un conmovedor gesto de reconocimiento». Dueña de una librería sobre temas nativos en Minneapolis, Erdrich también cree que la concesión del premio supone un contrapunto a la muerte sin sentido de Floyd en su ciudad en mayo de 2020.
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